Este artículo se publicó hace 5 años.
ChernobylDesinformación, arrogancia e ignorancia, los males que retrata 'Chernobyl'
HBO estrena la miniserie 'Chernobyl', basada en la gestación y gestión de la tragedia nuclear ocurrida hace más de tres décadas.
María José Arias
Madrid-
Acaban de cumplirse 33 años de la tragedia de Chernóbil, considerada como uno de los mayores accidentes nucleares de todos los tiempos solo comparable al de Fukushima. Un desastre medioambiental de proporciones descomunales que la URSS intentó ocultar al mundo después de que el reactor número cuatro de la central Vladímir Ilich Lenin saltase por los aires liberando una cantidad altísima de materiales y sustancias tóxicas.
De cómo se intentó tapar lo ocurrido y minimizarlo trata el arranque de Chernobyl, una miniserie de HBO y SKY que pone el foco en quienes pelearon por avisar de que lo ocurrido era infinitamente más grave de lo que se quería hacer creer a la opinión pública y cómo una concatenación de errores y malas decisiones aumentó el daño que hombres y mujeres anónimos ayudaron a combatir poniendo en riesgo su propia vida.
El sonido de un vaso al llenarse, el de una grabadora y una voz en off que se pregunta cuál es el coste de las mentiras para continuar explicando que el peligro real de las falsedades es que cuando escuchas un número suficiente de ellas llega un punto que cuesta reconocer la verdad.
El culpable de la tragedia dio las órdenes aquella noche cuando la prueba de seguridad que estaban llevando a cabo falló
Es el 26 de abril de 1988, dos años después de la tragedia, y quien así habla es Valery Legasov, un científico soviético al que interpreta Jared Harris. En ese discurso inicial que contextualiza todo lo que ocurrió aquel día y en los momentos sucesivos al incendio, Legasov señala a un culpable sobre todos, Anatoly Dyatlov (Paul Ritter), un hombre al que describe como desagradable y arrogante. Él fue quien dio las órdenes aquella noche cuando la prueba de seguridad que estaban llevando a cabo falló.
En esa grabación se escucha también que en la historia que está contando su protagonista, uno de ellos, los héroes no importan. Puede que entonces fuese así, pero lo cierto es que a la serie sí que le importan. De hecho, en la escena siguiente a la que presenta a Harris se da paso a la de uno de esos bomberos, Vladimir, despertado en mitad de la noche para sacarlo de la cama y arrojarlo, sin la protección ni la preparación adecuadas, a enfrentarse a lo que parecía solo el incendio en el tejado de una central nuclear. Él suyo se convierte en el rostro de quienes sufrieron, en carne propia, la ineptitud de quienes debían tomar las decisiones velando por la seguridad de la población. Es una forma de humanizar y acercar la tragedia más allá de los nombres y las cifras.
Compuesta por cinco episodios, los dos primeros vistos antes del estreno lo que transmiten es una sucesión de sentimientos e impresiones que por momentos se asemejan a los que desprende una historia de terror.
La escena en la que los habitantes de la localidad cercana a la central se deleitan con el espectáculo de las llamas y las cenizas que caen sobre ellos es sobrecogedora por la ingenuidad que demuestra por su parte y porque el espectador sabe ahora el peligro que eso suponía para ellos.
Más allá del terror y la angustia, las impresiones que dominan son la arrogancia de unos y la impotencias de otros
Más allá del terror y la angustia que están siempre presentes, las impresiones que dominan los primeros compases de la historia son la arrogancia de unos y la impotencias de otros. Mientras los responsables de la seguridad de la central, con Dyatlov a la cabeza, se niegan a aceptar que el núcleo ha explotado y que el peligro es real -se llega a decir que el nivel de radiación liberado no es más que el de una radiografía de tórax-, un reducido grupo de expertos en la materia no cesa en su empeño por abrirles los ojos instándoles a tomar unas medidas que comienzan por evacuar a miles de personas en un radio de 30 kilómetros a la redonda. Lo que se conoce como zona de exclusión. En ese pequeño equipo de quienes de verdad saben se encuentran el propio Legasov y Ulana Khomyuk (Emily Watson), física residente en Minsk que se percata del peligro a cientos de kilómetros de distancia.
Aunque al principio no cuentan con su apoyo, la realidad con la que se da de bruces el personaje del viceministro Boris Shcherbina (Stellan Skarsgård) hace que este se baje de su pedestal y no tenga más remedio que asumir que los expertos lo son por algo. El duelo interpretativo entre Harris y Skarsgård es digno de verse y en sus rostros se puede ir leyendo la evolución tanto de la tragedia como de la serie. En el segundo episodio se suma a ellos Watson.
Chernobyl transmite la gravedad que implica un tema como el que aborda
Creada por Craig Mazin, Chernobyl transmite la gravedad que implica un tema como el que aborda, la profunda y profusa labor de documentación que hay detrás y la relevancia que un tema como este tiene hoy en día. La manipulación de la información y la verdad o las verdades a medias son herramientas peligrosas del control y manipulación de la opinión pública que es necesario combatir.
El desastre de Chernóbil es un ejemplo de ello y la serie de Mazin, dirigida por Johan Renck, así lo demuestra poniendo de manifiesto cómo en el afán de que sus errores no trascendieran fuera de sus fronteras pusieron en peligro a todos.
En esta serie se explica no solo cómo una prueba de seguridad acabó convirtiéndose en la mayor tragedia nuclear de todos los tiempos, sino cómo la arrogancia y los errores de quienes debían frenarla contribuyó a que fuese aún mayor. Al tiempo se hace justicia, de alguna manera, a todos aquellos que por desconocimiento o sentido del deber se prestaron a dar la cara.
Todo contando en un tono que va de los trascendente a lo terrorífico alimentado por una fotografía de tonos apagados y grises y algunas escenas claustrofóbicas en sentido literal (túneles, pasillos…) y figurado (espacios abiertos). La radiación es ese enemigo invisible del que es difícil escapar por mucho que se corra.
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