Este artículo se publicó hace 5 años.
El canto de la selva"La guerra cultural en Brasil la está ganando la derecha"
Renée Nader Messora y Joao Salaviza revelan al mundo la existencia del Brasil que no existe, el de los indígenas, en ‘El canto de la selva’, Premio Especial del Jurado en Un Certain Regard en Cannes. Los cineastas denuncian la violencia del Estado contra estas comunidades.
Madrid-
El Brasil que no existe en Brasil, el de los pueblos indígenas, protagonizó una pequeña revolución en el Festival de Cine de Cannes, en la sección Un Certain Regard, con Ihjäc, el joven de la tribu Krahô protagonista de El canto de la selva. Más allá de conquistar el Premio Especial del Jurado, la clave fue que el mundo descubrió la existencia de esta comunidad, a la que el tenebroso país de Bolsonaro acosa y silencia.
“Si fuera una película hecha por indígenas, eso sí sería maravilloso, una gran revolución. Es una lástima que todavía sea necesario que blancos privilegiados como nosotros tengamos que intermediar la construcción de una imagen de un pueblo”, son las palabras de Renée Nader Messora, codirectora con Joao Salaviza, de la película.
“Bolsonaro quiere exterminar a los indígenas”, afirman sin dudar en sus palabras los directores
En ella, el joven Ihjäc decide abandonar la tribu e irse a la ciudad porque ha recibido la señal para convertirse en chamán y él no quiere. La vida en la aldea se muestra en la película, pero no con un sentido antropológico, sino desde el núcleo familiar del protagonista. Cuando éste llega a la ciudad, el tono político sube de tono y El canto de la selva se convierte en una denuncia desesperada. “Bolsonaro quiere exterminar a los indígenas”, afirman sin dudar en sus palabras los directores.
¿Cómo contactaron con la tribu Krahô?
Están en el Norte de Brasil. En 2009 fuimos a rodar una fiesta de final de luto. Había mucha gente de fuera, antropólogos, políticos… Duró dos semanas. Son 35 aldeas y se organizan todas igual. Yo fui allí con un profesor de Pedra Branca y escribimos juntos un proyecto para hacer talleres en cuatro ladeas y conseguir equipos para la comunidad. Había una generación que se estaba muriendo y sentían que tenían que grabarles. Además, cuando llegó la luz eléctrica a las aldeas, hace poco, y los indígenas vieron el noticiero no se podían creer que no apareciera ningún indígena. Así que había que hacer un noticiero propio.
La luz eléctrica ha llegado tan tarde, ¿porque ellos no la querían o por desidia del gobierno?
Todos quieren la luz eléctrica, aunque hace un tiempo uno de sus líderes no permitió que se pusiera. Tiene que ver más con la no voluntad del gobierno.
La película habla de la nueva generación de los Krahô, del enfrentamiento con los campesinos, de la desidia del gobierno con los indígenas…
Pero para nosotros lo más importante era la responsabilidad ética al hacer la película. Hay 3.500 personas de la tribu Krahô ahora y mucha gente en el mundo iba a verlos por primera vez en su vida en nuestra película. Los blancos seguimos siendo los dueños de los medios técnicos y nuestra pregunta era cómo hacer respetuosamente la película.
¿Y la respuesta?
Nosotros no somos etnógrafos, lo que queríamos era lograr rodar el sentido de individualidad. Las películas sobre ellos hechas por no indígenas siempre tienen un tratamiento homogeneizante, como si no hubiera espacio para la individualidad. Siempre ocurre con colectivos que no son el nuestro. Las películas parecen documentales de National Geographic sobre cebras y leones. Y ellos no son cebras.
¿Ellos la han visto?
En la aldea la han visto dos veces y se sienten respetados aunque a unos les guste más que a otros.
El conflicto de este joven es que no quiere hacerse chamán de la tribu.
El proceso de hacerse chamán implica separarse un tiempo de la aldea, es un proceso íntimo y secreto. Es un proceso que habla de la individualidad y del colectivo.
La parte del joven en la ciudad es mucho más política, ¿intencionadamente?
Sí, las premisas políticas son nuestras. Hay un choque profundo entre el estado brasileño y los pueblos indígenas. La relación históricamente con el estado brasileño ha sido muy violenta.
Esa es su mirada, ¿cuál es la de ellos?
Ellos lo sienten con mucha más intensidad. El genocidio más grande de toda la humanidad es el de los pueblos indígenas de América. Hoy se saben que fueron 100 millones de personas. El conflicto con los europeos también ha sido muy violento.
Y ¿en el caso de los Krahô?
Los primeros contactos fueron a finales del siglo XVIII, y la historia es muy violenta. Ellos estaban en el Cerrado, que es donde nacen los principales ríos de Brasil. Los primeros contactos fueron con los ganaderos que querían sus tierras para pasto. Los Krahô se fueron moviendo hasta que en el siglo XIX casi se habían extinguido. Se quedaron con un cura católico y en 1949 se produjo la gran masacre. Tres ganaderos se organizaron para matarlos en una noche. Entonces eran solo 300 y mataron a 30.
Como Brasil había empezado un discurso modernizante hacia el exterior, no les venía bien que se hablara de aquello y les dieron la demarcación de su tierra. Pero seguía siendo la que querían los ganaderos. Su manera de sobrevivir ha sido mantener ciertas relaciones diplomáticas. Hay pueblos en Amazonas que no aceptaron esa aproximación y viven completamente aislados.
Por lo que se ve en la película, en la aldea se organizan entre todos, ¿es así?
Sí. El capitalismo todavía no ha entrado allí, tienen un sistema sociopolítico cerrado a la posibilidad de acumulación de poder y de medios. Hay un patio y las casas alrededor, todas a la misma distancia. El patio es el centro social, ceremonial, cultural, político… No existen jefes, tienen un portavoz, pero sin privilegios. Es una forma de democracia real. No es una utopía, eso existe ahí. Tampoco tienen una idea monolítica de dios. Y son los verdaderos ecologistas.
Tienen todo lo que Bolsonaro detesta, ¿cómo es la relación de su gobierno con ellos?
Bolsonario quiere exterminar a los indígenas. Hace poco dijo que “el problema de Brasil era que no se había terminado el trabajo de matar a los indios, como hizo EE.UU.”. Y también ha dicho que “¿para qué tanta tierra para tan poca gente?” Los quiere matar o convertirlos en brasileños pobres. Es el primer político que lo dice públicamente.
Antes de Bolsonaro, ¿cuál era el discurso oficial?
Era el de colocar en un lugar de subdesarrollo al indígena, como si estuviera en un estadio inferior. Pero en general, los brasileños blancos no están con los indígenas.
Pero ¿no existe en Brasil hace tiempo una ley que les defiende y obliga a devolverles sus tierras?
Sí. La Constitución del 89, tras la dictadura militar. Ahí se dice que el Estado tiene que devolver las tierras a todos los pueblos indígenas y que éstos tienen derecho a ocupar sus territorios con plena autonomía. Pero ahí están los minerales y Bolsonaro lo quiere.
¿Cuál ha sido hasta ahora la política de Bolsonaro con la cultura?
Llegó y cerró el Ministerio de Cultura. La guerra cultural en Brasil la está ganando la derecha. Ahora buscan excusas para bloquear los fondos para Cultura y Educación. Los cineastas están muy preocupados porque no saben si habrá manera de financiar películas y desde luego por las comisiones del gobierno no van a poder pasar algunos temas.
No vamos a terminar la entrevista con Bolsonaro. Volvamos a la película, hay una escena en la que los niños de la aldea juegan, literalmente, con fuego. ¿Es alegórica?
Sí y no. Se pusieron a jugar con fuego a la puerta de nuestra casa. Los niños viven así y en esa escena hay una idea que tiene que ver con el significado que ellos dan a la educación. Y para ellos la educación no es nada. Los niños son seres libres a los que no se les ponen patrones como hacemos nosotros. Los niños de esa tribu construyen su sentido de comunidad y de responsabilidad por el otro desde que nacen. Nunca he visto a uno de estos niños pegar a otro.
El sonidista de la película vive allí. Su pareja es una indígena y tiene un niño de diez años. Fueron a Sao Paulo y todo le podía haber asombrado muchísimo, pero lo primero que preguntó fue que por qué había tanta gente sola durmiendo en la calle y que dónde estaban sus familias y su comunidad.
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