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Actualizado:Cuenta Joanna Connors en Te encontraré (Errata Naturae) que, llegado el momento, no pudo más que alejarse de su propio cuerpo. La por aquel entonces joven periodista procedió a la evasión como si lo que le estaba sucediendo le pasase a otra persona. No es para menos; pensar en la fuga —aunque sea mental y fútil— se antoja lo más prudente cuando tienes a un tipo que, cuchillo oxidado en ristre, te insta a una felación en lo que se intuye serán los prolegómenos de una violación.
Connors: "¿Cómo les cuentas a tus hijos una historia que nunca te gustaría escuchar?"
“El terror me sacudió de golpe, se deslizó por el pecho y llegó hasta el estómago. Sentí cómo el veneno se iba propagando de dentro afuera, por las extremidades y, luego, subía hasta la garganta”. Así narra Connors 20 años después de los hechos los instantes previos a lo imprevisible, una secuencia de planos para el olvido que trató de enterrar y que, pasado el tiempo, descubrió que aquella historia que en su día sepultó, no estaba muerta.
“¿Cómo les cuentas a tus hijos una historia que nunca te gustaría escuchar? ¿Cómo les explicas que eso te convirtió en la madre que eres?”, se pregunta Connors al comienzo de este reportaje de investigación de un suceso que coprotagoniza a modo de víctima. El trauma tras la agresión derivó en una obsesiva sobreprotección de sus vástagos y, también, en la certeza de que su agresor era, desgraciadamente, una de las personas que “más habían conformado su vida”.
¿Puede la víctima investigar periodísticamente su propia violación? ¿Cómo narrar lo ocurrido cuando tienes tanto en juego? Sobra decir que Connors lo consigue en Te encontraré, y lo hace con datos, atenta a los matices y a un estilo tan elegante como preciso. Entrevistas, registros policiales, informes judiciales, la periodista se sirve de todo cuanto tiene a su alcance para aderezar el habitual retrato robot de “hombre negro y violento”. Es así como el fulano que la amenazó con un arma blanca, la sodomizó y vejó, pasa a convertirse también en víctima de una sociedad profundamente racista y clasista, o lo que es lo mismo, pasa a tener nombre y apellidos.
Connors se sumerge en la mísera existencia de David Francis. Una vida caótica y violenta fruto de la marginalidad y la pobreza que terminó por engendrar más violencia. “Decidí convertirme en una reportera de mi propia vida”, confiesa la reportera con la intención de poner fin a un dolor que no cesa. En ese sentido, Te encontraré no sólo nos permite humanizar a un verdugo, también nos habla de la necesidad de ponerle palabras a lo aparentemente innombrable, un ejercicio terapéutico que, como demuestra Joanna Connors, también puede ser un ejercicio de buen periodismo.
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