Este artículo se publicó hace 4 años.
Bordado La PalmaEl bordado palmero en peligro de extinción
La Palma, una isla volcánica de verdes montes, bautizada como la isla bonita, pertenece a la provincia de Santa Cruz de Tenerife. En La Palma existe una gran tradición artesana cuyo principal referente es el bordado. El problema de este oficio es que perdure en el tiempo, el número de horas por trabajo, sumado a la poca rentabilidad del producto aboca a este oficio a una posible desaparición.
Santa Cruz De Tenerife-
No existe una fecha exacta en la que situar el comienzo del bordado palmero, ya que su origen se diluye en la memoria ancestral de la isla. En sus inicios era una actividad cotidiana realizada por las mujeres, que bordaban en los ratos que tenían entre sus labores dentro del hogar y el cuidado de sus hijos e hijas. En 1945, unas 20.000 mujeres se dedicaban a esta labor. Actualmente, poco más de cien están reconocidas como artesanas.
Herencia y nuevos tiempos
Irene García Triana tiene 44 años y vive en la Villa de Mazo, un pueblo pequeño de no más de 5.000 habitantes y uno de los municipios con mayor tradición del bordado. Se trata de un municipio con casas con balcones de madera y una calle principal empedrada que te lleva a la escuela de artesanía que, si bien actualmente se encuentra en desuso, hubo una época, no tan lejana, en la que en la que existían las llamadas "casas de bordado", donde las mujeres encargadas de las casas diseñaban el dibujo, aportaban la tela, pagaban a sus proveedores y encargaban a sus vecinas el bordado de las mismas, gestionando posteriormente la venta de dichos bordados.
Irene es una de las bordadoras más jóvenes de la isla. En su casa siempre ha sido una tradición que se ha transmitido generación tras generación. "Mi abuela lo hacía, mi madre lo hacía y me imagino que mis generaciones pasadas se dedicaban también a eso. Es un oficio muy antiguo", declara Irene.
Su madre, Irene Triana, se ha dedicado desde pequeña al oficio, "he tenido mucho trabajo, he disfrutado mucho, desde que tenía seis años estoy con la aguja en la mano". Pero la situación, tanto en Mazo como en el resto de la isla, augura un futuro poco prometedor. Irene (hija) considera que será la última en seguir con el legado de la tradición del bordado en su familia.
Otra forma de salvar este oficio es a través de cursos impartidos por bordadoras como Andrea Avelina, también de la Villa de Mazo, que trabaja en dos centros donde se organizan talleres. Manifiesta que antes se bordada por una cuestión de necesidad "algo que queríamos tener lo tejíamos y lo bordábamos. Mi madre tiene 101 años y aún vive. Ella hasta los 95 bordaba".
El cabildo de La Palma, como medida para profesionalizar e impedir la extinción de los oficios artesanos, ha establecido diversas medidas. Una de ellas es un carnet que se otorga a quienes han superado una serie de exámenes. La prueba se celebra en la escuela de artesanía de Mazo y para su obtención se exige, además de trabajar como artesano, darse de alta como autónomo o estar ligado a una cooperativa o asociación (a través de ésta se factura y la persona no tiene que darse de alta como autónomo).
Profesionalización
Gregoria Brito, bordadora y ganchillera, vive en el pueblo de Punta Gorda, característico por sus montes y acantilados, y es una de las únicas bordadoras en la zona. Lleva más de 20 años dada de alta como autónoma. Gregoria piensa que no hay interés por parte de las nuevas generaciones en continuar con la tradición y considera que "las medidas del Cabildo son un cuento chino".
El Cabildo de La Palma intenta crear nuevas estrategias para motivar la continuación de la actividad del bordado. Susana Machín, Consejera de Sanidad, Educación y Artesanía, expresa que "actualmente estamos en un proyecto dentro de la empresa pública del Cabildo que se llama SODEPAL, con la marca La Palma Artesanía e Isla Bonita Moda, y es un proyecto de reconversión del bordado tradicional. Se está extrapolando más allá de una mantelería o unas sábanas a bordados de solapas de camisas, chaquetas…".
Para realizar esta labor, es necesario actualmente obtener el "carnet de artesano", a través de una convocatoria que se celebra una vez al año. Este documento permite la participación en ferias para la venta del producto, si bien tampoco supone una solución al problema. Gregoria considera que "te vas a una feria una vez al año y vas, estás la semana y no vendemos nada a veces. O vendemos un pañito, dos pañitos para ganar 100 euros y a lo mejor otro año vendes 100 pañitos. El cabildo tiene tienda de artesanía, pero el extranjero no compra. Habría que hacer más propaganda, más publicidad".
Otra de las medidas que se pueden llevar a cabo para mantener este oficio es la formación de asociaciones, como la Asociación Artesol. Se encuentra situada en el pueblo de Fuencaliente, municipio rodeado de volcanes que han dejado, tras el paso de varias erupciones, el color negro y rojizo de la tierra tras las coladas de lava que se han solidificado con el paso de los años. En esta asociación trabaja María Nieves, quien comparte la opinión de sus compañeras "el resto de municipios no tiene nada, excepto Mazo y las tiendas del Cabildo, además de los mercadillos puntuales". Ella trabaja en el taller desde hace más de 20 años.
El bordado recibe subvenciones por parte del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), concedido para ayudar al desarrollo económico de las regiones deprimidas de la Unión Europea, además de alguna subvención por parte del Cabildo. Susana Machín añade que "también tenemos apoyo del programa Reserva de la Biosfera, que les da ayudas a los artesanos y artesanas, estando reconocidos muchos de ellos bajo la marca Reserva de la Biosfera".
Susana Machín incide en la innovación como idea para poder motivar y relanzar el bordado palmero, reconociendo que se ha producido una disminución del interés y de las ventas, ya que antes, a diferencia de ahora, era una actividad necesaria. "Era un sustento económico principal en las familias. Por una parte se iba al campo y por otra parte siempre se bordaba y, quizás ahora, hay artesanos y artesanas que lo ven más como un hobby porque tienen otro trabajo", el cual necesitan para obtener ingresos, al no poderlos obtenerlos de forma exclusiva dedicándose a actividades artesanales.
Sin embargo, existen personas que se dedican únicamente a esta actividad. Este es el caso de Irene (hija) que trabajaba como contable, hoy en día cuida de su hijo y le ha puesto más énfasis en el bordado. A ella le gustaría trabajar en este oficio, siempre que tuviera un apoyo por parte de las Instituciones.
"El ratito"
Andrea Avelina, Irene García y su madre Irene además de Gregoria y María Nieves son madres. Ellas han tenido que compaginar la gestión familiar con el bordado. El hombre trabajaba en el campo y la mujer en casa. La madre de Irene nos cuenta que crió a seis del mismo tamaño. Se llevan un año y no tenía lavadoras ni nada de ayuda, "pero yo buscaba, casi siempre por la tarde, ese ratito para mi ocio. Si yo no podía ese día bordar, aunque fuera cuatro puntadas en el trabajo, para mí no era el día completo".
Todas buscan ese "ratito". Andrea Avelina recuerda los momentos de antaño en el que se quedaba para bordar a la luz de un candil. "Es el ratito, en la mañana nada porque son las cosas de la casa. Por las tardes y por las noches, como me gusta, aprovecho. Es como una droga. Ahora no me quejo que tengo muchos encargos, pero es ahora, porque ha habido épocas que tampoco", manifiesta Gregoria.
El futuro de este oficio es incierto. Irene (hija) cree en que es posible preservar el bordado a través de una buena gestión y promoción si se saca al exterior y se da a conocer. En cambio, María Nieves lo ve muy mal para que continúe. "Ahí tenemos un dilema, porque la juventud se va a trabajar porque con el bordado no ganas ni para comer, entonces tiene que buscar otro oficio donde ganar dinero y esto se va quedando".
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