Este artículo se publicó hace 8 años.
Belchite busca apoyo para salvar el único pueblo-vestigio de la guerra civil
El ayuntamiento pide ayudas públicas y propone organizar un taller de empleo para intentar rescatar el casco urbano, cuyos últimos edificios en pie amenazan ruina 79 años después de quedar devastado en una de las batallas más sangrientas de la guerra civil
ZARAGOZA .- “Lleva ochenta años abandonado y los edificios que quedan en pie amenazan con caerse”, explica Carmelo Pérez, alcalde del Belchite, el pueblo zaragozano en el que entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937 tuvo lugar una de las batallas más sangrientas de la guerra civil, con más de 5.000 muertos en apenas dos semanas.
El pueblo viejo de Belchite lleva algo más de medio siglo deshabitado, ya que los últimos vecinos lo abandonaron en torno a 1964, y sus ruinas constituyen el único casco urbano español que se mantiene como vestigio de la guerra civil. Sin embargo, por la escasez de cuidados en ocho décadas, las escasas paredes y estructuras de edificios que quedan en pie se están viniendo abajo. “Es prioritario hacer tareas de consolidación para que lo que hay no se caiga. Después veremos qué se puede hacer”, añade Pérez.
La batalla de Belchite, una localidad de más de 3.500 habitantes situada a 63 kilómetros de Zaragoza, enfrentó a dos de las divisiones que la República había movilizado ese verano en su fallida ofensiva sobre Zaragoza con más de 5.000 efectivos de los sublevados al mando del alcalde y comandante Alfonso Trallero que fortificaron calles y edificios. Dos semanas más tarde, tras intensos bombardeos y una lucha casa por casa que devastaron el casco urbano y se cobraron alrededor de 5.000 vidas, el ejército popular liberaba la plaza.
La ofensiva sobre Zaragoza, desatada por el Gobierno republicano al mismo tiempo que disolvía manu militari el autónomo Consejo de Aragón controlado por CNT-FAI, resultó fallida, en parte por la distracción de efectivos hacia Belchite, que los sublevados recuperarían en marzo del año siguiente.
Franco decidió personalmente mantener Belchite en ruinas a su mayor gloria y levantar, con los trabajos forzados de un millar de presos políticos durante tres lustros, un pueblo nuevo que el propio dictador inauguró en 1954.
El viejo, que sufrió dos batallas en apenas seis meses, lleva vallado y con el acceso restringido para evitar accidentes, y también para atajar los frecuentes expolios, desde 2008. Cinco años después comenzaron las visitas guiadas, con las que el ayuntamiento obtiene algunos fondos para actuaciones de mantenimiento en los edificios –cuestan entre 3 y 4,50 euros para grupos, 6 la individual y 12 la nocturnas-, y que este año han batido su récord al superar las 20.000 en agosto. “Esperamos hacer algo si alcanzamos las 25.000”, anota Pérez.
Durante las alcaldías de Domingo Serrano (Par) y de María Ángeles Ortiz (PSOE) pudieron restaurar la torre del Reloj –una estructura mudéjar declarada patrimonio de la humanidad de la que se desprendió un trozo en 2002- y los arcos de la Villa y de San Roque, y en unas semanas comenzará una obra de consolidación de la iglesia de San Martín de Tours, para la que la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón aporta 60.000 euros.
Pérez (PP), que lleva quince meses en el cargo, busca ayudas públicas para evitar que la fachada del convento de San Rafael acabe de derrumbarse hacia adelante. Cuentan con un proyecto para apuntalarlo elaborado por técnicos de la Diputación de Zaragoza, aunque el consistorio no ha logrado las subvenciones que pidió la pasada legislatura ni en esta. Y están preparando la documentación para solicitar un taller de empleo en el que ocho personas puedan ser formadas en oficios relacionados con la construcción mientras realizan tareas de rehabilitación en el pueblo viejo.
El ayuntamiento tiene entre manos otros tres proyectos relacionados con la conservación del pueblo viejo: incluirlo como eventual escenario cinematográfico a través de la Film Comission que impulsa en Gobierno de Aragón, preparar el 80º aniversario de la batalla para el año que viene y, el mes que viene, sondear en la Comisión de Patrimonio las posibilidades de crear una fundación que gestione los asuntos relacionados con el antiguo casco urbano.
“Sería lo mejor, porque daría a las gestiones más agilidad de la que pueden tener las administraciones”, explica el alcalde, que destaca la sintonía existente en esa dirección entre la Dirección General de Patrimonio Cultural autonómica y el consistorio.
Mientras tanto, Belchite sigue siendo objeto de estudios, como los desarrollados por el CSIC y el Proyecto Arqueológico de las Brigadas Internacionales–el Batallón Lincoln encabezó, con la nomenclatura militar de XV Brigada, el asalto final-, y de actos solidarios.
El pueblo viejo acogerá este fin de semana unas jornadas organizadas por el consistorio, Unesco y la oenegé Arapaz destinadas a sensibilizar sobre el drama de los refugiados sirios y a recaudar fondos para que esta última entidad –pionera en la organización de convoys humanitarios en los Balcanes en los años 90- financie proyectos en los campos de la frontera entre Líbano y Siria.
El programa incluye una galería abierta con 40 obras de los fotógrafos Ángel de Castro, Jesús Antoñanza y Francisco López sobre refugiados que se mantendrá todo el fin de semana, una jornada de puertas abiertas el domingo –“esperamos que el dinero de las entradas se convierta en aportaciones”, indicó el alcalde- y, ese mismo día, una carrera tradicional aragonesa o corrida del pollo en la que parte de las primas se destinarán a la oenegé.
“Un escenario único como las ruinas del pueblo viejo de Belchite se va a convertir en una galería al aire libre”, anotó Jesús Arroyo, delegado de Unesco Aragón.
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