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El Hombre NadaAndy Chango: "Cagarse en Dios no tendría que ser ninguna ofensa, porque el único que podría ofenderse sería Dios, que no existe"
El polifacético artista argentino da rienda suelta a su verborragia iconoclasta en 'El Hombre Nada', un espectáculo en primera persona donde se ríe de la vida, empezando por la suya propia. Pertrechado tras su teclado, no se salva ni Dios.
Madrid--Actualizado a
Vuelve Andy Chango, ¿saben? El que pudo ser el cuarto mosquetero de la santísima trinidad del rock argentino: Moris, Tequila, Calamaro. Él, sin embargo, ha renegado de aquello. Desde entonces, tele, radio, libros aquí y allá, o sea, en Argentina y en España. Ahora, un espectáculo unipersonal, aunque multineuronal, donde se ríe de la vida, empezando por la suya. El Hombre Nada: los sábados, en los Teatros Luchana de Madrid, antípodas del Buenos Aires que lo vio nacer en 1970. Muy grande el Andy, pero sobre todo muy alto: uno noventa y uno, si bien sobre el escenario se crece.
¿Qué pasó la otra noche, que se le rompió el piano?
Un problemita técnico…
¿Cómo lo solventó?
Con todo el caradurismo del mundo.
Para variar.
Sí, porque era un público bastante frío con mi caudal humorístico. Incluso había un señor durmiendo en la primera fila. Pero no por mi culpa, porque ya estaba dormido cuando empezó el espectáculo. De hecho, le tuve que pedir a la gente que se riese y aplaudiese bajito para no despertarlo. Cuando logro levantarlo con la Cumbia existencial y se pone todo el mundo a bailar, ¡plas!, se rompe el teclado...
"Mi batalla es contra el mundo: no me gusta la realidad, ni la sociedad, ni las leyes. El planeta se va a tomar por culo"
Desde entonces, estuve medio show en bolas. Lo peor de todo es que, cuando lo hacía todo bien, estaban tibios; y cuando me sale todo mal, se empiezan a tronchar. Tuve que decirles: “Cabrones, la próxima vez me pongo a llorar directamente, pues les va a causar más gracia que el propio espectáculo”.
Más allá de los accidentes, siempre hay improvisación.
A mí también me interesa divertirme, no se trata de vender risas. Es algo aleatorio.
De hecho, reniega de la stand-up comedy como formato. Prefiere llamarle a los suyo...
Alberto San Juan me recomendó que lo llamase soliloquio, pero la veo una palabra intelectual y triste. Es un show unipersonal.
Nacido Andrés Fejerman, aunque en realidad ése tampoco es su apellido.
No. Bueno, sí, porque figura en mi DNI. Originalmente era Fajerman, mas no destripemos el guion del espectáculo [risas].
Ese tipo de errores, en registros civiles y eclesiásticos, han sido frecuentes y, en muchas ocasiones, deliberados. O sea, modificaron nombres y apellidos para difuminar u ocultar el pasado.
Que le pregunten a los judíos conversos en la época de la Inquisición.
Su padre, Natalio Fejerman —recientemente fallecido—, fue un eminente neuropediatra que investigó la epilepsia infantil. ¿Cuál es su caballo de batalla?
Yo estoy en paz porque, por un lado, mi padre aportó mucho a la neurología y descubrió una enfermedad, el síndrome de Fejerman, relacionado con bebés y niños con mioclonías benignas; y, por otro, mi hermana Laura estudia la cura del cáncer en la Universidad de California en Berkeley. Yo me considero cubierto. Puedo ser un perfecto inútil porque mi familia ya completó el cupo: dos de cuatro han aportado bastante a la humanidad, mientras que hay familias en las que son todos inútiles.
Le preguntaba cuál es su caballo de batalla, si lo hubiese.
Mi batalla es contra el mundo: no me gusta la realidad, ni la sociedad, ni las leyes. El planeta se está yendo a tomar por culo. El hombre siempre ha sido un desastre, pero ahora es mucho más visible. Lucho contra lo peor de la naturaleza humana, aunque sin situarme en el lado justiciero o del bien, porque todos ocupamos una pequeña parcela de los vicios de este mundo.
Donde esté un buen antihéroe, que se quite un héroe malo.
Claro, porque los verdaderos héroes son los perdedores.
¿Prefiere un rey simpático y bailongo o un presidente de la República meapilas y ultramontano?
No hay opción que valga. Si el simpático legisla a favor de los más perjudicados, lucha contra la pobreza, apuesta por la educación y saca adelante el país, que baile todo lo que quiera. Pero, por lo que he observado en Argentina y en España, los buenos presidentes no existen, e incluyo a sus parlamentarios y a su equipo de Gobierno. El poder es una trampa. Salvo contadas excepciones, corrompe incluso a las personas que se meten en política con buenas intenciones.
¿Quién es el rey en Argentina?
Charly García.
Precisamente, le iba a ofrecer también la opción de Andrés Calamaro o Fito Páez, aunque tampoco me extrañaría que saliese con Spinetta…
Charly y Spinetta serían los reyes, mientras que Fito y Calamaro podrían estar en la corte y ser duques o archiduques.
“Perón, el Che Guevara nazi”. La frase es suya.
Argentina es alucinante, porque hay un partido que gana siempre: el peronismo, que aglutina a la izquierda y a la derecha. Perón, que fue considerado como el líder de la izquierda —y es verdad que aprobó leyes que defendían a los trabajadores—, en realidad era de las juventudes nazis, viajó a Italia para colaborar con Mussolini, se refugió con Stroessner y, luego, con Franco.
"España ha igualado a Argentina en materia de corrupción: es para felicitarlos"
Y, por si fuera poco, acogió a nazis en nuestro país. O sea, Perón era un nazi, por lo que resulta muy extraño tener una izquierda nazi. Argentina, en parte por eso, es un país rarísimo.
¿Cuántos partidos peronistas hay? ¿Diría que más formaciones políticas italianas de diverso signo, y ya es decir…?
Sí, porque para que te elijan presidente, hay que ser peronista. Es igual la rama: de izquierdas o de derechas.
¿No hay de extremo centro?
Hay de todo, claro. Para tener chance en Argentina, todo pasa por el peronismo [risas].
En 1986 debutó en Argentina al frente de la banda Superchango. Una vez en España, la etapa prolífica de Andy Chango, Las fantásticas aventuras del Capitán Angustia, Grandes éxitos en familia y Salam Alecum. Luego vuelve a Buenos Aires y el programa televisivo Duro de Domar proyecta su faceta más lúdica y polémica. Muchos, allá, se quedaron sólo con eso: el tipo que habla sin tapujos de drogas y otras vainas.
Yo venía de una etapa de retiro en El Escorial, donde no me saludaban ni los pajaritos. Cuando llegué a Argentina, era popular porque habían vuelto a emitir en la tele unas intervenciones —que había hecho veinte años atrás— en las que defendía las drogas con mucha dignidad. De repente, cuando paseaba con mi madre por la calle, alguien gritaba desde una ambulancia: “¡Chango, genio! ¡Viva la marihuana! ¡Dame un porro!”.
"El artista debe poder expresarse libremente. No cabe la censura de un libro, una canción, una película, un chiste o una conversación. El verbo no se puede ajusticiar con prisión"
Entonces hablé con los responsables del programa y les dije: “Habéis creado un monstruo, ahora dadle de comer”. Ese programa apoyaba claramente al kirchnerismo y supongo que el kirchnerismo, a su vez, apoyaba al programa con algún dinerito [risas]. Al mismo tiempo, mi gran amiga Julia Mengolini, entonces novia de Fito Páez, me consiguió trabajo en la radio Nacional Rock.
Entonces me sumergí de cabeza en un mundo kirchnerista sin serlo. Fue curioso, porque yo soy el Hombre Nada y no militaba en ningún partido político. Recién aterrizado, me vi tocando en la Casa Rosada, un lugar que me provocaba terror, porque por allí habían pasado los militares. Interpreté un par de temas y noté que me los pagaban demasiado bien [risas irónicas].
"España le copió a Argentina la corrupción y, ahora, la falta de libertad de expresión. Antes, allá te reprimían, mientras esto era más abierto"
Sin embargo, cuando me hacían entrevistas, no me posicioné con el kirchnerismo porque llevaba dieciséis años en España y creía que para hablar del país había que conocer antes su situación tanto en Buenos Aires como en el interior. Al no pronunciarme públicamente, ya me desmarcaron y no volvieron a ofrecerme más conciertos.
Una pérdida para la banda sonora de ese movimiento político. Vox, en cambio, ha hecho suyo el No puedo vivir sin ti, de Coque Malla y Los Ronaldos. Ahora bien, no es la primera apropiación no sólo indebida, sino también desafortunada.
Históricamente, los políticos se han apropiado de las ideas de muchos autores, aunque también hay bastante gente que se sube al tren. Tengo amigos que vivieron años de bonanza defendiendo el kirchnerismo. Incluso convencidos, porque Néstor y Cristina adoptaron medidas sociales muy importantes.
E impulsaron el enjuiciamiento de criminales de la dictadura militar.
Por eso me despertaron simpatía y participé en la radio y en la tele, pero no me dediqué a lamerles el orto ni a hablar de cosas que no sabía. Luego, viendo los niveles de corrupción que alcanzaron, lo agradecí. No creo en los políticos. La historia demuestra que no hay democracia sin corrupción, porque el poder enceguece y transforma a las personas. Y más en esta época de consumismo, en el que el dinero lo compra todo. Hasta los españoles tienen el ego tan subido que parecen argentinos. Basta tener dinero para un coche con chófer, estar en el palco del Real Madrid, tirarte a una tía…
El ego puede alimentarse con mucho menos.
Sólo con ver por la tele cómo gana el Madrid ya se creen Dios [risas].
¿Usted, quien también colaboró en El Intermedio, se imagina un programa donde pudiese dar estopa a diestra y siniestra?
Con sutileza, sí. Pero expresar con franqueza mis opiniones sobre los políticos, el Estado, la Policía y la Iglesia sería muy complicado. Ya tenemos los casos de Willy Toledo y los raperos. En fin, no está el horno para bollos.
En cambio, impera la trinchera y el maniqueísmo, tanto en el debate político, como en las tertulias televisivas y en las redes sociales.
Todo es un engaño, porque te fuerzan a elegir entre dos opciones, cuando en realidad hay miles.
La cerveza Quilmes fue lista y salomónica: patrocinó a Boca y a River, su equipo.
Mi nuevo equipo es el Rayo Vallecano.
¿Bukanero a muerte?
Sí. Yo siempre en la senda del perdedor. Desde que empezó la temporada, sólo le hemos ganado al Huesca.
Estrella Galicia hizo lo mismo patrocinando al Dépor y al Celta.
En Argentina sucedió igual con la banca, porque el BBVA también patrocinó a los dos principales equipos de fútbol. Como en la democracia, tú crees que eliges el banco, pero todos te roban.
"El poder es una trampa, porque corrompe incluso a las personas que se meten en política con buenas intenciones"
No hay nada más parecido que ser de River o de Boca. Ambos tienen plata, ganan siempre, son campeones y tienen los mismos sponsors. La diferencia se da entre el River y el Mandiyú de Corrientes, o entre el Barcelona y el Rayo. Ahí tendría que estar la oposición: no sé por qué se odian el Madrid y el Barça si son iguales…
El bipartidismo perfecto.
Claro, pero está pasando en todos los órdenes. En Argentina resulta curioso el odio acérrimo, que ha provocado que los partidos se jueguen sólo con la hinchada local, porque si acudiese al estadio la visitante se matarían entre ellas. ¿Cómo un aficionado humilde de River y otro de Boca pueden odiarse a muerte cuando ambos equipos son lo mismo? En vez de odiarse entre ellos, quizás deberían odiar el sistema.
Uno necesita del otro para existir.
Eso es en la ficción. Sherlock Holmes necesita a Moriarty, pero no precisamos a River y a Boca para que dos pobres se maten entre ellos.
El libro Indianápolis es Andy Chango on the road, aunque en realidad viajó más en avión que por carretera. Salvando las distancias, un Hunter S. Thompson porteño. ¿Qué buscaba y qué se encontró en provincias? ¿Y qué tienen las provincias —disculpe el término, porque parecemos romanos— que no tenga la metrópoli?
Descubrí que a las provincias se les llama el interior, cuando en realidad son el exterior. Todo está en Buenos Aires y después salís a la nada por unas carreteras en las que sólo ves las estrellas: parece que estás yendo de Júpiter a Marte. Luego observas que el país está vacío, mientras que la población se aglomera en cinco ciudades. Un abismo, que ha existido siempre, entre la capital y las provincias.
Usted no reniega de Argentina ni de Buenos Aires, aunque ha dicho que cuando vuelve todo sigue inmóvil, estático, como siempre.
Al contrario. Últimamente, durante los cinco años que estuve allá, he notado que el país estático es España. Allí la gente vive a otro ritmo. En Argentina, en ese margen tiempo, los amigos tuvieron hijos, se separaron, volvieron a tener pareja, los echaron de tres trabajos, hubo una crisis, dejó de haberla, volvió la crisis… En cambio, regreso aquí, voy al súper, compro una lata de cerveza y veo que cuesta lo mismo que hace cinco años.
Bueno, comprará más de una…
De 72 en 72… Concretamente, unas que cuestan veinticuatro céntimos. El problema es que en casa me las esconden, de forma que se ha convertido en uno de nuestros juegos favoritos. Para que no caiga en el alcoholismo, cada día me ponen cinco en la nevera. Si quiero beber más, las tengo que buscar por toda la casa. Después de esconderlas entre la leña y en otros sitios insospechados, he descubierto que el lugar más difícil para encontrarlas es —aunque parezca mentira— debajo de mi propia cama.
En Indianápolis (Planeta) cabe de todo, incluso la ayahuasca, que tanto vale para un viaje como para el título de un disco, léase el de Taburete.
Conozco a gente que gana mucho dinero haciendo sesiones de ayahuasca para pijos. Es verdad que hay que traerla del Amazonas, pero es una paradoja, porque no hay droga más humilde y que te contacte más con la naturaleza, con la vida y con la muerte. Yo le había vendido a la editorial un libro de carretera a lo Hunter S. Thompson, pero por mi edad no quería matarme a drogas. Venía de dos años en la tele, donde me quemaron la cabeza, y quería estar tranquilo. No tenía ganas de ser el Chango de años anteriores, aunque se me iba a joder el libro.
"En Argentina me hice popular por defender las drogas en la tele. Cuando vuelvo, me paran por la calle para regalarme porros"
Para introducir un elemento de suspense, pensé en un amigo muy querido, Mister C, quien padecía alcoholismo crónico y estaba cercano a la muerte. Entonces, decidí llevármelo a Bolivia, como conejillo de indias, para que dejase el alcohol y la droga tomando ayahuasca.
Yo lo había hecho en 2004, por recomendación de Albert Pla, y a mí me sirvió. Un método excelente, porque en medio de la nada o dejabas la droga o la dejabas. Cuando Mister C se incorporó a la caravana, mis cálculos se fueron al traste por culpa de un rally. No podemos cruzar la frontera y a él se le acaba la coca. Había traído la justa para llegar hasta allí, porque si no se me moría en el camino. Sin embargo, nos vimos forzados a quedarnos varios días en Jujuy. Hacía cuarenta grados y estaba tan hecho polvo que, cuando salía a pillar coca, se equivocaba y terminaba en una concentración por la libertad de un preso político. Claro, él pensaba que era una feria de artesanía y que iba a conseguirla, pero nada…
Al final llegamos a Bolivia y mi amiga Liliana, la chamana, intentó curarlo. Mister C superó lo de la coca, mas cuando íbamos a probar la ayahuasca y a dejar el alcohol, pensamos que se nos moría. Tuvimos que ir a buscar licor barato, todos puestos, a un pueblo perdido en la ruta del Che Guevara. Un fracaso total, aunque tengo que confesar que una de mis ideas era que mi amigo se muriera en el libro. De hecho, uno de los títulos que barajé con la editorial fue La muerte de Mister C, porque había la posibilidad de que pasara…
Fue precisamente Albert Pla quien le presentó a Pepe Miravete, el director de El Hombre Nada.
Miravete hizo un trabajo muy importante, porque me sacudió el perfil roquero y televisivo y me explicó que el teatro consistía en sacarse en flequillito de la cara, mirar a los ojos, posicionarse en el escenario, rematar los gestos, pronunciar bien y darle valor a la palabra. Me tuvo veinte días sin beber alcohol, preparando el trabajo.
Sin embargo, como le decía antes, a veces se sale del guion, aunque sea forzado por las circunstancias.
Para mí, es un oficio nuevo. Fui roquero, pero luego me desengañé del rock, presenté el programa Andy y amigos en RNE, escribí en periódicos y revistas, estuve un par de años de amo de casa —dedicado más bien a la ludopatía— y publiqué Boris Vian, un disco de jazz en colaboración con Javier Krahe. El trabajo con las letras fue metódico. Nos juntábamos a las doce y media todos los días: seis latas de cerveza, unos puritos él y unos cigarrillos yo, mejillones o aceitunas, y a trabajar. Dos horas después, a comer a El Bocho, donde recibía un trato privilegiado: cuando cocinaban chipirones, a mí me servían cinco y a él, seis [risas].
"La historia demuestra que no hay democracia sin corrupción, porque el poder ciega y transforma a las personas"
Así, durante tres semanas, hasta terminar todas las letras del disco. Fue una labor en equipo, porque yo era el disparate y él era el disparate erudito. Aprendí mucho e hice un amigo. Javier, sin embargo, no aprendió tanto de mí, pero se divirtió con mi desparpajo, con mi pasividad y, básicamente, con mi caradurismo creativo.
El último profeta.
Es el español que más echo de menos.
¿Por qué decidió musicar letras de Boris Vian? ¿Se le había secado el pozo o era un homenaje?
Me gustaban sus libros, aunque no sabía que había grabado canciones. Un productor que había vivido en Francia me propuso la idea, me pareció brillante y me puse a ello. Además de trabajar con Krahe, fue hermoso tener a Federico Lechner como director musical y tocar con músicos de jazz de primer nivel como Jerry González, cuya reciente muerte me partió el alma. Es —era— una persona ligeramente autodestructiva, pero terriblemente tierna.
Lo que es la vida: caminas en paralelo al barranco, al filo de lo imposible, y te llega un final tan...
Bueno, había un precedente. Cuando éramos amigos, ya se le había incendiado la casa después de que le cortasen la luz. Como suele pasar en el jazz, siendo un grande, Jerry vivió algunos momentos de pobreza.
"Quienes lo tienen jodido en España son los inmigrantes y los jóvenes"
Entonces, sin electricidad, se inventó una lámpara con una bombona, le explotó y terminó en el hospital. Ya antes de su muerte había tenido problemas con el fuego, y eso que nunca los tuvo para encender la pipa [risas].
No hemos venido aquí para hablar de drogas, mas tampoco querría pasar por alto uno de sus greatest hits: ser miembro del jurado en la Cannabis World Cup.
Eso fue hace veinte años, aunque cuando regresé a Argentina también me nombraron miembro honorario de la Copa Cannábica del Plata. Todavía hoy me paran por la calle y me siguen regalando porros.
No sé si las drogas y el alcohol le ayudarán —en horizontal— a mantenerse en todo lo alto.
Hace años que soy muy moderado. No lo digo por presumir, pero hoy por hoy no tengo dealer de coca.
Me refería a que en El Hombre Nada explota el tema la impotencia sexual. Ya será menos, aunque el gatillazo, junto al perro, es el mejor amigo del hombre, ¿no?
Con la reducción o la anulación de la cotidianidad de la droga debería haber alcanzado una potencia sexual mayor, pero el tiempo también ha pasado por mí. Es una paradoja, pues quizás con veinte años drogado era más efectivo que con cuarenta y ocho sin drogarme.
¿Quién es más vago: Andy o Chango?
Vagos son Andy, Chango, Andrés y Fejerman. Eso Krahe lo compartía conmigo: nosotros nunca pensamos que hubiese que hacer nada.
Krahe no paró de trabajar, si bien nunca tuvo el afán de figurar. Un grande de la canción de autor para una inmensa minoría, pero un tapado para muchos otros.
Respeto mucho a Joaquín Sabina, porque es un gran letrista, como Krahe. Sin embargo, para mí Sabina compuso 19 canciones y 500 letras…
Ya, ya…
Ésa frase ya la he usado, ¿no?
Pues sí, aunque es buena.
¡Piiiii! Krahe también hizo 19 canciones y 500 letras, pero no las vendió como supo hacerlo Joaquín. O no tuvo el azar o no quiso, porque no le interesaba. Javier quería estar tranquilo en su casa. La gente debe entender que no hacer nada es hacer algo. Lo de vago es erróneo: lo único que hacía Krahe era trabajar lo menos posible.
¿Es más insensato el showman o el argentino de andar por casa?
El Hombre Nada se remite mucho al pasado, pues son historias del personaje de Andy Chango. Sin embargo, quien está plantado en el escenario soy yo, haciendo un trabajo. Ensayo en casa, llego puntual al teatro y, si se rompe algo, saco la función adelante.
"Lamentablemente, el Estado roba tanto que los argentinos aprendieron a ser corruptos para sobrevivir"
De todos modos, hay una diferencia muy grande entre cuando bebo y cuando no lo hago —tanto en el escenario como en la vida privada—. Cuando no bebo, puedo llegar a ser discreto y hasta tímido: hay reuniones sociales en las que casi no hablo. En cambio, cuando bebo, soy una máquina de hacer líos, como un niño de tres años.
¿El artista no termina de madurar nunca? La frase, afirmativa, es suya...
Puede referirse a mi teoría de la involución en el rock. Por eso lo dejé… Salvo excepciones como Bob Dylan y algún otro, en el 99% de los casos el rock es una cuestión de juventud: por las letras, por la armonía, etcétera. Para mí, tiene que incorporar sí o sí las drogas y el sexo.
La frase es de los tiempos del programa televisivo Duro de Domar.
No sé por qué la dije, porque no está acuñada dentro de mis frases favoritas [risas]. A ver, yo no termino de madurar nunca, pero no por ser artista. Yo entendí el rock de esa manera, tal vez como heredero de Charly García o de los Rolling Stones.
Argentina, tan stoniana…
La diferencia entre los roqueros de Argentina y de España es que aquí, aunque se droguen, están tranquilos. Antonio Vega se metía más que muchos músicos argentinos que conozco, pero salió tranquilo. Allá, la droga también va asociada al quilombo, o sea, al lío.
El potro, paradójicamente, no se desboca.
Sí, pero Antoñito —con quien también tuve el gusto de compartir— últimamente fumaba base, más que caballo.
¿Nunca más un disco?
Por supuesto que sí, aunque me voy a tomar cinco o diez años [su último elepé, Boris Vian, fue publicado hace una década]. Creo que hay demasiada música en el mundo, de momento no hace falta que haya más. Uno de los problemas del pop y el rock es que están sobresaturados. La obligación de sacar un álbum cada año para justificar otra gira provoca que los discos no estén maduros. Con tanta música ya grabada, hay que esperar a tener una buena idea.
Nuevo libro a la vista, ¿no?
Lamentablemente… Bueno, lamentablemente, no. Es un tema complicado, porque cobré el adelanto hace más de dos años y no he escrito ni tres páginas.
Qué locura aquella sección de Diario 16 escrita a pachas con Andrés Calamaro, Findelmundo, durante la etapa de Fernanda Tabarés, Luís Ventoso o Federico Oldenburg, el encargado de editar sus textos.
Un momento inolvidable. Nos daban una página entera, por lo que nos pasábamos la noche sin dormir, escribíamos lo primero que se nos venía a la cabeza, le dábamos al enter y aquello salía publicado al día siguiente en un periódico.
¿Les publicarían hoy aquellos textos?
Ni de coña. Hoy nos procesarían por el mismo delito que a Willy Toledo.
Su mala leche contra el mundo la pasa por el colador del humor. ¿Cala más así?
No lo sé. Individualmente, se puede hacer muy poco y es muy difícil organizar un cambio. Soy muy pesimista respecto al futuro de la humanidad: la ambición, la maldad, el afán de dinero, la explotación del prójimo... La derecha se organiza mucho mejor. Si hay que encarcelar a un rojo, se ponen de acuerdo, aunque pertenezcan a tres partidos distintos. En cambio, la gente de izquierda tiene opiniones diversas. O sea, el mal se organiza mucho mejor que el bien.
Así se perdió la guerra civil.
Sí, bueno, también se debió a la traición rusa. Ese cinismo que fue el estalinismo, una derecha como Perón.
¿Qué le interesa más: el futuro de España o el de Argentina?
Últimamente, la globalización hace que todo sea muy parecido. Se supone que España es la madre patria, pero su hija pródiga, la Argentina, le ha enseñado lo que es la corrupción. Cuando yo llegué aquí, Argentina siempre había sido corrupta, desde el Estado hasta la gente. Sin embargo, en España se respiraba un aire un poquito más decente. Hoy por hoy, está totalmente equiparada. No noto diferencias entre un país y otro respecto a la conducta o los valores del ser humano.
¿Quién tiene mejor arreglo?
España es un país próspero y lo tiene mucho más fácil, mientras que Argentina lo tiene complicadísimo. Quienes lo tienen jodido aquí son los inmigrantes y los jóvenes, aunque los jóvenes cuentan con sus padres.
Y algunos padres, con los abuelos.
Un español siempre tiene la opción de vender la casa de su madre muerta e irse a vivir a Argentina sin trabajar durante el resto de su puta vida. Lamentablemente, el Estado roba tanto que los argentinos aprendieron a ser corruptos para sobrevivir. El otro día falleció mi tía y hasta la empresa funeraria me ofreció hacer el sepelio sin factura.
"El rock es una cuestión de juventud. Tiene que incorporar las drogas y el sexo"
Lo del fontanero es sabido, ¡pero un entierro! Mientras, los ricos sacan el dinero fuera de Argentina. Infelizmente, mi país tiene muy pocas perspectivas, pese a su potencial.
Sin embargo, Argentina ha sido un torrente de creatividad, como pusieron de manifiesto los artistas que llegaron a España desde la dictadura militar.
Claro, porque España, por culpa del franquismo, estuvo estancada durante mucho tiempo. Sin embargo, en los años sesenta, en Argentina hubo un florecimiento de la pintura, de la literatura y de otras artes. Todo lo que estaba pasando mundialmente se incorporó al momento, mientras que España lo agarró dos décadas más tarde.
Además, con la dolarización, Nueva York estaba a tiro de piedra.
Eso fue un suspiro. Hubo dos épocas —durante la dictadura militar, con Martínez de Hoz; y, posteriormente, con Carlos Menem— en las que se podía ir a cualquier lado, pero la mayoría de los argentinos no ha salido al exterior. O sea, la gente humilde no puede conocer Europa. El mito de que somos egocéntricos y vanidosos tiene una explicación: todos los que vienen acá tienen dinero.
Tampoco conviene confundir Buenos Aires con Argentina.
El ego y la vanidad son más porteños. En otras grandes ciudades, como Córdoba o Rosario, también puedes encontrar algún esnob. No obstante, el interior es todo campo y gente humilde. Allí no existe esa vanidad. Bueno, la futbolística, sí...
Cuando escucha hablar sobre corrupción en España, ¿establece comparaciones? ¿Piensa: “Bah, estos son unos principiantes”?
¡Nooooo! Han avanzado muchísimo. Es para felicitarlos. En corrupción ya no hay ninguna diferencia entre España y Argentina. Roban lo mismo o más, es increíble. ¡Hasta la hija del rey! ¡Hasta el partido gobernante! Además, el nivel de impunidad es algo fuera de lo común. Allí, si se demuestra la existencia de una trama Gürtel, cae el Gobierno. De hecho, el kirchnerismo perdió las elecciones sólo por el escándalo que generaron las denuncias, pues los hechos todavía no habían sido juzgados. Mientras, acá seguían tan tranquilos.
¿En Argentina vota a Macri…?
Nadie vota a Macri. Votaron contra Cristina. Macri nunca fue un político, ni tiene formación al uso. Es un empresario muy listo que supo capitalizar el odio hacia el kirchnerismo motivado por la corrupción y, tal vez, también por la demagogia y el populismo.
¿Cree que el macrismo será menos corrupto?
No. Es otro tipo de corrupción, mucho menos torpe. La corrupción macrista tiene que ver con las grandes empresas, con los negocios, con las inversiones y con el FMI. Los ricos están fenomenal y los pobres se van a morir.
"El problema del pop y el rock es que están sobresaturados. La obligación de sacar un álbum cada año para justificar otra gira provoca que los discos no estén maduros"
En cambio, la corrupción kirchnerista impulsaba medidas a favor de los desfavorecidos al tiempo que robaba a bolsas llenas. Llegaron a pillar a un alto cargo ocultando millones de dólares en un convento, ayudado por las monjas. La grabación en vídeo es alucinante. No sabían robar… ¡No sabían robar! Macri sí sabe, pero lo hace como cualquier banco o multinacional.
[La verborragia del entrevistado y la dilatación de la charla fuerza una visita urgente al baño, una experiencia similar a la que podría darse con algún otro argentino, léase el humorista Darío Adanti]
Volviendo a las similitudes entre ambos países, España ha involucionado muchísimo. Cuando me vine en 1996, me quedé aquí porque en Argentina no podía ser libre. Había una represión insoportable, hasta por ir con un porro por la calle. España no sólo copió la corrupción, sino que ahora tampoco hay libertad de expresión. Algo inusitado cuando yo llegué, y ya no hablemos durante la movida de los ochenta. Actualmente hay raperos presos o exiliados por sus letras y un actor procesado por cagarse en Dios. Incluso yo mismo podría terminar implicado en una causa judicial, y ojalá que no me expulsen de España.
"Soy muy pesimista respecto al futuro de la humanidad. La derecha se pone de acuerdo y la izquierda tiene opiniones diversas. O sea, el mal se organiza mucho mejor que el bien"
Es una pena, porque este ha sido un país —al menos desde que yo lo conozco— donde ha habido mucha libertad. Cagarse en Dios es un clásico desde Bukowski: ya pasó. ¿Cómo puedes perseguir una expresión artística o una idea personal? Además, cagarse en Dios no tendría que ser ninguna ofensa, porque el único que podría ofenderse sería Dios, que no existe. Empezar a reprimir el verbo me parece lo más cercano a una dictadura que puede tener una democracia.
Si escuchasen algunas letras de lo ochenta o noventa...
Irían presos. Y también los surrealistas. Y los autores de décadas anteriores, porque esto lleva pasando desde hace siglos. El artista debe poder expresarse libremente. No cabe la censura de un libro, de una canción, de una película, de un chiste o de una simple conversación. El verbo no se puede ajusticiar con prisión. Quizás habría que meter en la cárcel a Rajoy por afirmar que no le importaba el cambio climático, porque era un problema para sus bisnietos. Aunque si lo dice su primo... [risas].
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