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Ana Bernal-Triviño: “Me sigue doliendo cómo la figura de García Lorca sigue siendo molesta en esta sociedad”

Ana Bernal-Triviño presenta ‘Vuelve Federico’, la última parte de una trilogía en homenaje a Federico García Lorca.

La periodista Ana Bernal-Triviño. / Cedida

Laura Anido

Ana Bernal-Triviño, periodista y profesora, se sumerge de nuevo en la Huerta de San Vicente para poner el broche final a su trilogía en homenaje a Federico García Lorca y las protagonistas de sus obras. En Vuelve Federico el poeta tiene la oportunidad de reencontrarse con amigos, enemigos, amantes, familiares y los personajes de sus obras en un mágico viaje que mostrará la parte más personal de la vida de Lorca. Un libro que pone en el centro la importancia de la memoria histórica, para recordar las situaciones de odio del pasado y que nunca vuelvan a repetirse.

En este tercer libro profundizas en la vida de Lorca. ¿Qué queda por saber del autor? ¿Qué faceta encontrarán los lectores en 'Vuelve Federico'?

Una de las obsesiones que tenía con este último libro era que quería que se descubriera al Federico humano. Federico García Lorca, como marca, está siendo muy explotado y usado por partidos políticos sin haber hecho el ejercicio de memoria auténtico y de dignidad que necesita su figura. En el libro, quería rescatar y plasmar el Federico humano, hijo, hermano, compañero de trabajo y amigo de sus amigos, aparte del autor. Era el Federico persona el que, en su casa, comía, hablaba por teléfono, se ponía su batín y zapatillas y se encerraba en su habitación a fumar y escribir mientras encontraba esa inspiración para hacer sus obras.

Mostrar su lado más personal era uno de los objetivos básicos porque creo que lo que le pasa a Federico –que es una de las personas más representativas de la cantidad de fusilados y fusiladas que hubo durante la guerra civil– es esa falta de humanizarlo. Creo que no es lo suficientemente humanizado y creo que la única manera de empatizar con lo que esas personas tuvieron que padecer es a través de ese ejercicio.

¿El feminismo también seguirá presente como en los dos anteriores?

Sí, pero de una manera diferente. En el primer y el segundo libro eran las protagonistas de los libros de Federico García Lorca quienes iban a la Huerta de San Vicente en busca de su autor, en un símil a lo que hacía Pirandello en busca de su autor. Ellas iban allí para buscar a Federico y decirle: “Estamos molestas con el destino que nos diste en nuestra obra y sabemos que ahora las mujeres son libres, por lo que queremos saber si en cierta manera podemos dejar este pasado con el que nos creaste y poder avanzar nosotras también”.

En esos libros, ese era el terreno de la ficción, porque yo estaba utilizando como base los hechos. Federico había designado a esas mujeres protagonistas, pero yo podría cambiar su vida porque son personajes de ficción. Sin embargo, ahora, este último libro es un ejercicio pleno de memoria histórica, no solo de Federico, sino también feminista, porque muchas veces cuando hablamos de García Lorca nos acordamos de los grandes nombres que lo han acompañado como Buñuel o Dalí. No obstante, se habla muy poco de las mujeres que acompañaban a Federico, que fueron su fuente de inspiración y que trabajaron también con él.

Este tercer libro era la ocasión perfecta para recuperar muchos nombres olvidados o de los que se habla bastante menos: desde su prima Clotilde a la propia Emilia Llanos, María Teresa León, Maruja Mallo, Josefina de la Torre, Ana María Dalí o Agustina González. Esta última fue una mujer asesinada también por el franquismo, fusilada pocos días después de Federico, por lo que me interesaba mucho recrear una conversación de dos personas que han sido fusiladas y que conocían Granada desde pequeños, de cómo esta vida les había cambiado.

Este tercer libro era la ocasión perfecta para recuperar muchos nombres olvidados como Emilia Llanos, Clotilde, María Teresa León, Maruja Mallo, Josefina de la Torre, Ana María Dalí o Agustina González

Es en ese momento en el que yo reflexiono sobre el feminismo, a través de la memoria histórica, con estas mujeres que fueron reales. No había que crear fantasía, porque lo que ellas denunciaban y cómo acabaron en muchos casos fusiladas o exiliadas, permite desarrollar su vida y sus sueños. Ellas me han ofrecido un abanico maravilloso en ese sentido para poder seguir demostrando cómo los derechos de las mujeres fueron pisoteados, lo que ha costado recuperarlos y lo que nos cuesta a día de hoy seguir manteniéndolos.

En los primeros libros es Lorca quien ayuda a los protagonistas femeninos. ¿Ahora se puede decir que se cambian los roles?

Exacto. Durante el primer y segundo libro, de forma constante, Federico ya habla con esas mujeres de que él quiere descansar en paz y que para eso tiene que despedirse de su familia y cerrar algunas cuentas pendientes que tiene con otras personas. En ese momento, lo que yo quiero es hacer un personaje de Lorca con el que la gente reflexione sobre la crueldad que vivieron muchas personas, que se fueron de esta vida sin juicio y sin poder despedirse de los suyos.

En este tercer libro, a Federico le atormenta no ver a su familia y es un alma inquieta que no puede descansar en paz. Ya en los primeros libros, de forma constante, le decía a Dolores y a Conjuradora que necesitaba ver a los suyos. Ellas se sienten en deuda por la gratitud de Federico en las dos primeras obras, él las ayudó a liberarse y a avanzar y ahora quieren hacerle un regalo: aprender a dejar ir.

Para ello le ofrecen al autor un viaje en el tiempo, a través de la magia, con el que Federico vuelva a enfrentarse a su vida, con lo bueno y con lo malo, porque se va a encontrar en las mismas situaciones que entonces y tendrá que decidir si las afronta sabiendo ya cuál es el final que le puede esperar o si quiere cambiar su vida. Con lo cual, si decide esa opción, era muy probable que no pudiera llegar a tiempo para ver a su familia.

Vemos a un Federico que va desafiando ese tiempo de nuevo, en el que al final se vuelve a meter en la boca del lobo en esa Granada que finalmente acaba con él. Son esas mujeres, protagonistas de sus obras, las que le quieren ayudar. Ellas le quieren hacer ese regalo para que descanse en paz, pero solo puede hacerse de esa manera, aunque sea un proceso doloroso. Revisar la historia lleva un proceso de dolor, de cometer errores y asumir cómo el resto de la sociedad, no solo no le comprendió, sino que generó un discurso de odio en torno a su pensamiento y a sus ideales de libertad.

La extrema derecha sigue presente, los problemas que planteó hace casi un siglo Lorca siguen siendo muy actuales.

Claro, lo que da un poco de escalofríos es cuando las mujeres reflexionan sobre situaciones que pueden parecernos del pasado y, sin embargo, ellas demostraban que estaba todo muy conectado con el presente. Las víctimas de violencia machista se encuentran ahora en la misma tesitura que los personajes que había creado Lorca hace muchísimos años atrás. Eso demostraba un poco que no hemos avanzado tanto, pero, en este caso, Federico, con toda la historia que él tiene, nos vuelve a demostrar, a través de los diferentes momentos que va viviendo a lo largo del libro, cómo pensamos que hemos evolucionado, pero queda mucho por hacer.

Es cierto que hemos avanzado, y tenemos leyes, pero sigue quedando una base de aquellas personas que ganaron la guerra, de ese sentimiento victorioso, esos nostálgicos, y sigue recobrando fuerza un espíritu de discurso de odio y un retroceso de derechos.

Las víctimas de violencia machista se encuentran ahora en la misma tesitura que los personajes que había creado Lorca hace años atrás

Federico, a lo largo de la obra, va desvelando poco a poco esas situaciones del pasado hasta desembocar en esa Granada oscura. Unas circunstancias del pasado que, lamentablemente, siguen estando muy presentes. Es algo que hemos podido ver estas últimas semanas y estos meses: imponer sus creencias y no aceptar al contrario.

Federico fue una persona muy criticada en Granada, pero porque sus obras de retrataban a la sociedad de la época. Y cuando tocan los privilegios de la gente, al final la gente se revela porque resultas una persona molesta. Por eso remueve mucho ver, según quién, un determinado uso de Federico como una marca, cuando saben perfectamente que los ideales de una de esas personas que reclaman a Federico, si hubieran formado parte de aquella época en la que vivió, pues seguramente se hubieran puesto en su contra.

La estatua de Lorca ha sido vandalizada en varias ocasiones, algo que también está en el libro.

Sí, el libro está entre el pasado y el presente. Me interesa mucho que seamos capaces de bucear en esa memoria para poder explicar lo que ocurre hoy en día. Las cosas que estamos viendo no suceden de forma fortuita, sino porque tienen unas raíces muy profundas.

Y sí, precisamente una de las cosas que a mí me sigue doliendo es cómo la figura de García Lorca sigue siendo molesta en esta sociedad. ¿Por qué esa vandalización constante a esa escultura en la plaza de Santa Ana frente al Teatro Español? Sobre todo lo último que ocurrió, incluyendo un insulto en las nalgas de la escultura, es seguir dañando su memoria.

Me sigue doliendo cómo la figura de García Lorca sigue siendo molesta en esta sociedad

Es como si piensas, si os encontrarais ahora mismo con Federico García Lorca frente a frente, ¿seríais capaces de seguir haciéndolo? Si en aquel pasado encontrasteis motivos para considerarle una persona tan peligrosa por sus ideas hasta el punto de llegar a fusilarlo. Y que tanto tiempo ese odio siga manteniéndose y transmitiéndose de generación en generación hasta que tengas que llegar aquí a vandalizar una escultura que está en su memoria, explica mucho sobre la sociedad en la que nos encontramos y cómo ese discurso de odio, al final, si no se corta y no se condena de forma tajante, tiene alas y sigue creciendo, sigue reproduciéndose y sigue perviviendo.

En la obra aparece Dalí, íntimo de Lorca, pero también con un pasado de simpatía con el franquismo.

Claro, una de las cosas del libro es que, mientras que en los otros libros pude recurrir a la ficción en muchas ocasiones, en este yo estaba muy limitada por los hechos que sucedieron. En el caso de Federico y Dalí, siempre iba a haber una unión a pesar de las diferencias políticas que pudieron llegar a mantener. Fueron dos chavales que se conocieron muy jóvenes en la residencia de estudiantes, tuvieron una complicidad única, hicieron esa comunión casi de hermanos entre ellos con esa adoración absoluta que había del uno por el otro. Y entonces, claro, por muchas diferencias que hubiera entre ellos, yo sí considero que siempre permaneció esa amistad. De hecho, incluso cuando Dalí se distanció de Federico, años después ellos se vuelven a encontrar y Lorca explica que se reencontraron como si no hubiera pasado nada, porque tenían muchos recuerdos bonitos. En los últimos encuentros que tuvieron antes de que Federico fuese fusilado no hubo ningún tipo de disputa entre ellos.

Sin embargo, nosotros sí sabemos lo que Dalí dijo después y sabemos que el pintor no fue para nada una persona represaliada por la dictadura, sino que fue una persona considerada durante esa dictadura. Entonces, claro, ¿cómo enfrentaba esa conversación, que era de las más emblemáticas del libro, entre Dalí y García Lorca? Pues simplemente recuperé lo que eran esos mimbres del inicio de lo que podía unir a los dos más que separarlos y, en cierta manera, sí que hay un reconocimiento implícito que hago en el que Federico le echa un poco en cara lo que Dalí hizo años después de que le fusilaran, incluso las palabras que dijo sobre él.

Ahí se refleja el momento en el que te encuentras con una persona tiempo después, alguien que significó mucho para ti, pero de cierta manera la reconoces y en otra parte sigue siendo como una desconocida. Y por eso, en esa conversación de los dos, sí que fui muy cautelosa y me basé en eso, en encontrar los puntos en común de aquellos dos jóvenes, más que todo aquello que les distanció.

¿Cómo te imaginarías a Lorca en la sociedad actual?

Me imagino un Lorca que no se callaría, porque si en aquel momento no se calló, hoy no lo haría tampoco. El Federico más hogareño me lo imagino muy parecido a Máximo Huerta –esto ya se lo he dicho a él– y estaría escribiendo siempre en defensa de los más vulnerables. Sería un Federico que está en su pueblo, cuidando de su madre, y que habría montado una librería –como el propio Máximo, que la tiene ahora– o una biblioteca. Algo con lo que él sintiera que puede seguir dando alas a la cultura de otra manera que traspasara más allá de sus propios libros. Igual que creó La Barraca, sé que hubiera continuado vinculado, tomando también como referencia aquella locución al pueblo de Fuente Vaqueros donde hacía una defensa absoluta de los libros y la cultura.

¿En qué momento surge la idea de realizar esta trilogía?

La trilogía fue una iniciativa mía personal, porque siempre me rondó por la cabeza el qué dirían a día de hoy las mujeres de Federico García Lorca. Yo leo y releo muchísimo su obra, y siempre que he terminado Bernarda Alba o Doña Rosita la soltera he pensado qué dirían estas mujeres a día de hoy con lo que hemos podido llegar a conseguir, pero también cómo podríamos seguir encontrando a nosotras mismas en las voces de muchas de ellas. Y esa fue la excusa del primer libro, el de Las mujeres de Federico. Sin embargo, por el éxito que tuvo el primer libro, me pidió la editorial seguir y ahí fue cuando yo planteé que, frente al primer libro, que era un libro de descubrimiento, de liberación, yo quería seguir reflexionando sobre las violencias que había sufrido Federico y las protagonistas en sus obras.

Este último, Vuelve Federico, es el cierre definitivo, por lo que tenía que ir en torno a que a Federico se le diera un final más digno. Yo no puedo cambiar el final de lo que ocurrió con García Lorca, pero sí me gustaría que ese final hubiera sido con un Federico que hubiera podido defenderse, dejar las cosas claras y que no hubiese sufrido tanto, ni él ni su familia. Sus familiares sufrieron tanto dolor que tuvieron que exiliarse, y su padre nunca regresó.

Me molesta mucho que a día de hoy se siga diciendo que Lorca fue asesinado por envidias o disputas entre familias, cuando lo que hay es que rescatar la memoria de lo que decía su propia familia. Su padre y su hermano lo decían de manera muy clara: fue un crimen político. Solamente contextualizándolo de esa manera, con la memoria, podremos evitar que situaciones del pasado vuelvan a repetirse.

Qué importante es la memoria histórica.

Sin memoria no somos nada. Sin compartir lo que hemos padecido, lo que hemos sufrido, a pesar de que sea una herida, tampoco somos nada. Tenemos que seguir aprendiendo del pasado para explicar el presente, pero para no volver a repetir los errores. Da una sensación de inquietud y de mucha incertidumbre cuando lees la historia de Federico y ves que ese pozo de lenguaje de violencia, de hipérbole, este apocalipsis que se vivió en aquella época, lo estamos viviendo a día de hoy.

Esa manera de tensar la cuerda trae malos recuerdos para lo que es este país, y me parece muy irresponsable que se esté volviendo a ese tipo de discursos, a esa nostalgia de los vencedores, para impedir el avance de los derechos de una sociedad y para callar lo que una sociedad puede expresar a través de unas urnas y a través de su voto. Estamos en una época muy delicada en la que un movimiento de ultraderecha que parecía silenciado se encuentra cada vez más legitimado y con más poder para decir cualquier burrada. Creo que en eso Federico nos coloca un espejo como sociedad. Por ello, esta trilogía me gustaría que fuera así también, un espejo de la sociedad de aprendizaje.

Está volviendo esa nostalgia de los vencedores de la guerra para impedir los avances y callar lo que una sociedad expresa en las urnas

¿Cómo ha sido el trabajo de documentación para construir esos relatos con cada uno de los personajes con los que se va encontrando el autor?

En mi caso, tenía una parte del trabajo hecha porque llevo leyendo y releyendo a Federico toda mi vida. He reflexionado muchísimo sobre sus personajes y las tramas entre ellas. Lo complicado para mí fue ir hilando un relato a través de las experiencias comunes y ver cómo podían empatizar unos personajes con los otros y que fuese todo un relato común. Las historias que estaban divididas y que parecía que no tenían conexión, al final, en la construcción literaria que hace Lorca, hay algo que termina conectando todas esas voces.

Por otro lado, en este tercer libro hay un proceso mayor de documentación. Además, yo, con mi síndrome de la impostora, me puse a releer todo lo que ya me había releído para asegurarme muchísimo más. En esta última parte recurro a la ficción, pero una ficción mucho más realista. Los personajes ya me marcaban unos mimbres de los que tenía que partir y una realidad de la que no me quería salir.

Aparte, en el caso de muchos de ellos, parece que te están contando una historia de ficción. No puede ser que Margarita Xirgú acabase como acabó, ni Agustina González o Maruja Mallo. Al final, muchas veces la realidad supera esa ficción, y son historias potentísimas que creo que tenemos que volver a visibilizar.

Es una obra ilustrada. ¿Qué importancia han tenido las ilustraciones con el relato?

En las ilustraciones, tenía claro que buscaba que se pudiese captar de forma muy visual la evolución de los tres libros y que no fuera solo por sus elementos simbólicos, sino también en los colores. Por eso, el primer libro es blanco porque representa la llegada al descubrimiento, la liberación, Andalucía, con esa portada blanca y verde. Mientras que el segundo libro habla de la violencia, porque yo quería que hicieran un ejercicio profundo de reflexión de la violencia machista y de la violencia también sobre Federico. Ese libro llega a enlazarse con Bodas de sangre, de ahí esa portada burdeos de fuego, que recuerda a El amor brujo.

Y este libro sabía que tenía que ser con la portada negra, porque es un libro de duelo. Un libro de saber despedirse, de afrontar los finales y de aceptarlos. Un libro con el que hacer memoria a raíz de un asesinato.

Es un libro con el que hacer memoria a raíz de un asesinato

De la misma manera, cada libro muestra diferentes Federicos. El primero representa uno muy joven, de 17 o 20 años, y este último ya es adulto, de una imagen que hay de él meses antes de ser fusilado, y que, además, aparece en esta portada mucho más blanco de piel, en una sensación fantasmagórica de su espíritu que vuelve a la vida. Además, cuenta con todos esos elementos simbólicos, como el tren que le conecta a Madrid con Granada, el olivo que ve antes de ser fusilado o esa Barraca como símbolo de libertad. Me importaba que las portadas y esos símbolos hablasen por sí solos y reflejasen el sentido de la historia.

¿Cuáles son tus próximos proyectos?

En mi mente tengo muchos proyectos literarios, lo que pasa es que ahora sí que necesito una pausa por salud. He escrito un libro por año. Quienes se dedican a la literatura muchas veces dejan incluso su trabajo para dedicarse a escribir, yo no. He tenido que escribir en centenares de huecos, muchas veces desconcentrada. He tenido que hacer estos tres libros en una situación muy difícil e incluso con dos operaciones que he tenido entre medias, también en un clima muy complicado.

Sé que no quiero volver a hacer un libro ilustrado, eso lo tengo muy claro. No sé si volver al ensayo o seguir con la ficción, pero sí que quiero seguir trabajando en esta línea. Ahora mismo, por salud, necesito un año de pausa porque yo he seguido escribiendo todo el libro sin dejar mi trabajo en la universidad, sin dejar de escribir en medios como Público, y para mí ha sido un desgaste de salud tremendo.

Sí es cierto que la editorial está pensando en lanzar la trilogía sin ilustraciones, porque hay gente que no se acerca a la literatura ilustrada, lo que es muy comprensible. Entonces, si les proporcionamos la trilogía sin las ilustraciones, podrían acercarse a esta historia de Federico.

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