Este artículo se publicó hace 6 años.
'Los amores cobardes', una pequeña historia entre los preseleccionados para los Goya
Esta película, que firma un equipo de veinteañeros, está rodada con una cámara de fotos y se financió gracias a una campaña de crowdfunding. Su directora, Carmen Blanco, traza un retrato generacional que ya ha sido galardonado con el premio a la mejor dirección y el de la crítica en el Festival de Alicante.
Madrid-
Ya estamos a un paso de conocer los nominados a los Premios Goya 2019. Rossy de Palma y Paco León despejarán la incógnita el próximo miércoles, a las 11.00 horas en la Academia. Entre tanto, Carmen Blanco (27 años) cruza los dedos.
Esta gaditana se estrena como directora con Los amores cobardes, un largometraje que ha sido preseleccionado en 19 categorías. "Lo vemos lejano", admite Blanco al referirse a la posibilidad de levantar la estatuilla. "La nuestra es una película pequeñita que se ha ido haciendo grande en festivales, pero da mucho vértigo competir con gente enorme, a la que hemos admirado siempre", cuenta con ilusión. Tiene motivos para mantener la esperanza. La cinta ya se vio respaldada en el Festival de cine de Alicante con el premio a la mejor dirección y el de la crítica.
El germen de esta película es Abismo Films, una productora casi familiar que crearon hace poco más de un año Carmen Blanco (directora y guionista), Jacobo
Herrero (director de fotografía), Marina Calle (directora de producción) y Javier
Gómez (editor) al terminar sus estudios de Comunicación Audiovisual en la de la Universidad de Málaga. Se marcharon a Madrid con los bolsillos vacíos y el
objetivo de hacer una película.
"Queríamos que fuese nuestra carta de presentación y me enfrasqué en este guión que comencé un verano. Tenía justo lo que necesitábamos: una historia sencilla, pocos personajes y pocos alardes técnicos", recuerda Blanco. Llamaron a muchas puertas, pero no consiguieron ayuda institucional y decidieron recurrir al
crowdfunding. "El objetivo inicial era recaudar 8.000 euros para cubrir los gastos técnicos, pero en una semana ya habíamos duplicado esa cantidad", indica Blanco. El presupuesto final alcanzó los 30.000 euros, con la colaboración
de algunas empresas. Con esa partida, lograron distribuir 14 copias por cines de todo el país y convertirse en la tercera película indie española más vista en su primer fin de semana de estreno.
Retrato de una generación desarraigada
Así nació la historia de Eva. "Blanca Parés interpreta a una joven fuerte e independiente que un día hizo las maletas en busca de una oportunidad laboral. Ahora regresa a su ciudad para pasar las vacaciones de verano y se encuentra con los asuntos que dejó pendientes", explica la directora. Ese sentimiento de desarraigo que impregna todo el metraje ha propiciado las comparaciones con Las distancias, de Elena Trapé. Ambas películas se estrenaron en septiembre y mantienen un tono intimista para trazar un retrato generacional. "Nuestra generación se ha visto obligada a priorizar el trabajo por encima de todo y, al final, te encuentras instalada en un sitio que no es el tuyo. Y cuando quieres volver a tu sitio, ya no es el que era", expone Blanco.
La protagonista se siente atrapada en ese 'lost in translation', que se complica aún más con un interrogante: ¿Qué pasaría si alguien desaparece de tu vida y después de mucho tiempo vuelve a aparecer?. Eva se ve obligada a despejar la incógnita y a tomar una decisión cuando Rubén entra en escena. "Ignacio Montes da vida a un personaje ambiguo, que conecta intensamente con Eva, pero nunca pone las cartas sobre la mesa", aclara la directora y guionista. Esa indeterminación funciona como un conductor de electricidad entre los dos. "El amor es para los valientes. Hay que apostar, atreverse a lidiar con nuestros conflictos internos y no todo el mundo es capaz de correr ese riesgo", considera Blanco.
Tardes de verano con inspiración pictórica
La pareja protagonista no es capaz de dar ese salto al vacío. "Se sienten como personajes amputados, que luchan por encontrar la manera de vencer las barreras que han levantado, sin conseguirlo", cuenta la artífice de esta historia que se inspira en la obra de Edward Hopper, Summer Evening. "Siempre me había interesado por la forma en que este pintor trabajaba la narrativa de la soledad y un día me topé con este cuadro que parecía contar la historia de mis protagonistas: un chico y una chica que trata de alargar ese último momento en el portal", relata.
Carmen Blanco trató de retratar sus propias tardes de verano con preciosismo.... y pocos recursos. "Buscábamos una ciudad que representase el origen al que, a veces, cuesta regresar y otras tantas separarse de él. Y, en nuestro caso, solo podía ser Málaga. Es el lugar que nos vio crecer como cineastas y donde nos habíamos dejado recuerdos en todas las esquinas", confiesa esta gaditana. "No escogimos localizaciones evidentes, porque el objetivo era que cualquiera pudiese transportarse a su historia. Todos tenemos rincones donde intercambiamos confidencias", añade.
La luz de la Costa del Sol ha marcado la fotografía de exteriores. "Suplimos la falta de recursos con creatividad y una cámara de fotos. Grabamos toda la película con una Sony A7S y objetivos de cine. Eso nos obligó a exprimir los atardeceres, cuando se crea una atmósfera más íntima, y confiar en las dotes de improvisación de los actores", señala. No es la primera vez que el cine independiente recurre a esta argucia. Sin ir más lejos, en 2011, Drake Doremus rodó Como locos con una Canon.
En busca de una mirada
Blanca Parés sostiene la película, plano a plano. "Cuando terminé el guión, tuve claro que necesitaba una actriz que comprendiese a fondo al personaje, porque es una historia que deja muchas cosas abiertas, muchos espacios vacíos que hay que rellenar", explica la directora. Después de una ardua búsqueda por la red, encontró una pequeña escena que reflejaba una discusión de pareja en el videobook de esta intérprete y no dudó. “Descubrí en ella la mirada que quería", recuerda con satisfacción. Un mes antes del rodaje, los actores comenzaron a trabajar la improvisación y gracias a eso surgió una complicidad entre los protagonistas que cimienta la credibilidad a sus personajes.
Con los pilares bien asentados, solo faltaba un elemento clave: la banda sonora. McEnroe firma El último unicornio, tema central de la banda sonora de la película. "Quería ver el sol asomar entre las ramas / Tumbarme en el mar y flotar como una barca / Que al imaginar tú me acompañaras / Y que en mi soledad tú siempre estabas", reza esta canción directa y sencilla que Ricardo Lezón, cantante y compositor de la banda, grabó en los estudios El Establo de Sevilla con Nacho García y David Cordero.
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