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Actualizado:Neil Gaiman disfruta de un talento especial para crear mundos fantásticos integrados y camuflados en el mundo real. Uno de los mejores ejemplos de ello y una de las mayores muestras de su capacidad narrativa es 'American Gods', novela publicada en 2001 y galardonada con prestigiosos premios del género como el Hugo y el Bram Stoker. Ahora, con un recorrido literario envidiable, otro maestro en esto de los mundos oníricos, Bryan Fuller, la ha convertido en ficción televisiva en colaboración con Michael Green. El resultado es una serie fascinante que podrá verse a partir de este lunes, 1 de mayo, en Amazon Prime Video.
Comparar dos narrativas como la literaria y la audiovisual no tiene sentido. Son dos medios diferentes, con sus propios lenguajes y herramientas. Lo más sensato, y lo aconsejable, es quedarse con que la novela de Neil Gaiman es sobresaliente y con que la serie de Bryan Fuller va camino de serlo. Así lo confirman The Bone Orchard y The Secret of Spoon, los dos primeros episodios dirigidos ambos por David Slade (Hannibal) y a los que Amazon ha dado acceso a la prensa antes de su estreno.
Quienes hayan leído la novela verán recreadas en la pantalla (en mayor o menor medida) las escenas que su imaginación creó en su mente. Aunque siempre habrá alguien descontento, eso seguro. Ocurre con todas las adaptaciones por muy buenas que estas sean. Quienes no hayan leído American Gods, la abordarán con la ventaja de ir descubriendo poco a poco el complejo entramado creado por Gaiman cargado de violencia, sexo y escenas realmente perturbadoras e inquietantes.
Protagonizada por Ricky Whittle (Los 100) en el papel de Shadow Moon, American Gods es un viaje por carreta al que su protagonista se ve abocado tras ver cómo sus planes de reinserción se van al traste. La idea de Sombra, así se llama el personaje en su versión en español, era olvidarse de los tres años que ha pasado en prisión recuperando el tiempo perdido con su preciosa esposa (Emily Browning) y trabajando para su amigo. No podrá ser. El alcaide le da la terrible noticia de que le adelantan su salida de prisión unos días para que pueda acudir al funeral de su mujer y su amigo.
Ahí es donde comienza el peregrinar de un Shadow Moon que se tropieza en un avión con el encantador y enigmático Señor Wednesday (Ian McShane). Este le contrata como guardaespaldas y chófer para que le acompañe en un viaje por todo Estados Unidos para visitar viejos colegas –a cada cual más extravagante– y reclutarles para una causa que se descubre cuál es en el segundo episodio.
A medida que avanza el viaje Shadow tiene que lidiar con todo lo extraño que sucede a su alrededor. Por un lado está el hecho de que no se fía de su nuevo jefe ni de sus propios sentidos, que le hacen hablar con una televisión o con su esposa muerta. Por otro, la violencia y la magia que rodea casi cada encuentro.
Eso es American Gods, un mundo subterráneo debajo del conocido (más o menos así lo describe el propio Shadow en el segundo episodio) en el que algo está apunto de suceder y él se encuentra en el centro de dos bandos que lo quieren a su lado. Un batalla entre dioses antiguos y nuevos que intenta entender.
Shadow está, al menos durante los dos primeros episodios y gran parte de la novela, en perpetuo estado de asombro. Como lo estará el espectador, que se encontrará con una serie que describe un mundo fascinante retratado con esa estética tan propia y cautivadora de la que Bryan Fuller hizo gala en las tres temporadas que duró en antena Hannibal. Habrá que confiar en que no se le vaya de las manos y se olvide de la narración como ocurrió en el final de la historia del doctor Lecter.
Los muchos mundos de ‘American Gods’
En American Gods tienen cabida mucho mundos. El de los viejos dioses que se alojan en moteles de carretera o viven en casas y pisos oscuros y algo cochambrosos. El de las nuevas deidades que viajan en limusina, se pixelan o se comunican a través de la televisión. Pero también el de la América más rural y profunda con sus carreteras secundarias. El del collage de mitologías y creencias que es el universo creado por Gaiman en su novela.
Y, por si esto fuera poco, lo onírico también entra en juego. Ese mundo de sueños, fantasías y alucinaciones al que Shadow es arrastrado en ocasiones. En todo eso hay mucho de la habilidad de Fuller mostrada ya en Hannibal para intentar captar la esencia de lo narrado por Gaiman. No es fácil. En ocasiones la palabra llega donde los efectos visuales no llegan. Aún así, el resultado en la serie es cautivador y evocador.
De todo este combo emerge una serie fascinante y tremendamente profunda en su significado que plantea cuestiones tan interesantes como el sentido de la divinidad, la caída de los dioses, la lealtad, el cambio de los tiempos, el relevo generacional y el egoísmos de unos dioses que usan la Tierra como campo de batalla en su lucha por el control de la humanidad.
Personajes hipnóticos e inquietantes salpican cada capítulo en uno y otro bando con el Señor Wednesday como conductor y Shadow como copiloto. McShane y Whittle dan la impresión de haber entendido a la perfección a sus personajes, aunque en ocasiones el primero de la sensación de comerse al segundo. Es parte del juego. Envolviéndolos a todos ellos, la música como un personaje más.
En American Gods la estética, la puesta en escena y los efectos visuales son imprescindibles para contar una historia tremendamente compleja a lo largo de una primera temporada de ocho episodios. Todos estos elementos cobran una importancia capital, más estando Fuller y Gaiman –quien ejerce de productor ejecutivo– de por medio, pero sin perder de vista lo que se quiere contar.
Eso no es otra cosa que una historia de personajes mitológicos o no, bien construidos desde su primera aparición –la entrada en escena de Gillian Anderson como Media es un buen ejemplo de ello– y con muchas capas que desenvolver. Gaiman no es un autor de historias sencillas. Le gustan los mundos ocultos y complejos pero sin perder de vista la realidad que nos rodea a todos.
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