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Actualizado:La idea de dar una segunda oportunidad a quien se equivocó y de la reinserción es muy loable, pero ¿cuánto cuesta? ¿Qué ha de hacer quien aspira a ella para ganársela? Caronte pone en esa tesitura a su protagonista, un exagente de la Policía Nacional que sale de prisión tras una condena que no le correspondía de ocho años con el título de abogado penalista bajo el brazo. En su nueva vida quiere limpiar su nombre, recuperar lo que perdió y ayudar a otros en su situación a no pasar por el calvario que él atravesó. Ha cambiado, pero no todos le creen y están dispuestos a darle la oportunidad de enmendar sus errores.
Creada por Verónica Fernández (Hache), el centro de atención de esta serie es Caronte, un hombre buscándose a sí mismo capaz de pasar de lo vulnerable a lo temperamental en cuestión de segundos. En solo dos episodios -los vistos antes del estreno de hoy- se puede apreciar el enorme trabajo que hay detrás de la creación de un personaje que está siempre en la cuerda floja emocional. Roberto Álamo hace malabares con su voz, su rostro y los movimientos de su cuerpo para trasladar en cada escena la complejidad de un hombre complicado que solo quiere reinsertarse.
El plan original para esta producción de Telecinco realizada en colaboración con Big Bang Media era el de estrenarla en abierto y que al día siguiente los capítulos estuviesen disponibles en Amazon. Sin embargo, anunciado el inicio del proyecto en el último trimestre de 2018, el tiempo ha ido pasando. Finalmente, y en virtud del acuerdo entre ambas empresas, Caronte, como ya ocurrió con El Pueblo, ha acabado aterrizando con sus 13 capítulos primero en la plataforma de streaming antes de hacerlo en la cadena.
Esta ficción se presenta en su arranque como un drama jurídico y policíaco sobre segundas oportunidades y la reinvención que se mueve con agilidad de un terreno al otro. El primer episodio se enmarca más dentro del primer género, el de los juzgados, los testigos, los ciudadanos convertidos en jurado… Con un guion bien planteado en el que se abordan temas como la oscura relación de los clubes de fútbol con sus hinchas más radicales, Álamo encuentra en un Miguel Bernardeau muy convincente como el acusado de asesinato una réplica interesante y jugosa a la hora de construir su personaje. Por el caso en sí, pero también por la conexión personal entre ambos.
Es ahí donde se muestra al nuevo Caronte, ese expresidiario y abogado que atiende a sus clientes en una cafetería y al que alguien de su pasado acude a buscar hasta el norte obligándole a volver a Madrid para enfrentarse a sus excompañeros, examigos, exmujer y casi exhijo. El regreso, como cabía esperar, no será fácil. Porque nadie, salvo quien le ha traído para que ayude a su propio hijo y lo defienda, apoya su reaparición. Esa que iba a ser para un solo proceso judicial y acaba alargándose pese a que su nueva vida y su nueva pareja (Marta Larralde) se han quedado a kilómetros de distancia esperando.
En el segundo capítulo la acción se centra más en la parte policial, aprovechando que esta vez se encarga del caso desde el principio y lleva a cabo una investigación más de agente que de letrado. Una manera inteligente de no limitarse al espacio cerrado de un juzgado o del drama familiar del protagonista. El hecho de que tanto las habilidades adquiridas como policía como el continuo ir y venir de compañeros de uniforme sean puestos al servicio de la trama hacen que la serie goce de escenas de acción que aligeran la carga puramente dramática y le dan un ritmo con subidas y bajadas que funciona.
Arropando a Álamo, protagonista omnipresente en esos dos primeros episodios, juega un papel importante el personaje de Miriam Giovanelli, una joven misteriosa que intenta captar su atención al principio hasta se quita la máscara proponiéndole una asociación laboral que les convierte en un dúo curioso. Belén López da vida a su exmujer y madre de su hijo, ambos las víctimas más notables del comportamiento pasado de Caronte. Porque si bien fue condenado por un delito que no cometió, antes de entrar en la cárcel no era ningún santo. Tuvo sus errores de bulto como agente, pero sobre todo metió la pata con su familia.
Frente a él, Carlos Hipólito como el enemigo al que desenmascarar, el jefe de la que fuera su comisaría antes de entregar la placa y el arma reglamentaria. Todo apunta a que estuvo tras su caída en desgracia y que tiene mucho que ocultar. Se ve venir desde su primer encuentro, en ese cara a cara entre ambos en la oficina, que lo suyo viene de lejos. La serie presenta un caso a resolver en cada episodio y uno central, el del propio Caronte, que recorre los 13 capítulos. El objetivo de quien presta su nombre al título: sacar a la luz qué ocurrió realmente hace ocho años y, mientras, ayudar a otros ante el juez.
Quiere lavar su imagen, pero también su conciencia. Siempre ha sido consciente de que hizo daño a mucha gente, pero hasta que no regresa rehabilitado a Madrid no ve todo el mal que causó. Él mismo lo dice de viva voz. De ahí, de todo ese pasado turbio y violento es de donde nacen los recelos de su entorno anterior a darle esa segunda oportunidad que pide a gritos porque, jura, ha cambiado. El problema, su problema, es que para que se produzca una reinserción no basta con arrepentirse y quererlo. Son muchos más factores y personas los que deciden además de quien lo intenta.
En la complejidad del personaje, en la actuación de Roberto Álamo y en el viaje del drama judicial al policial y al familiar es donde residen los valores principales de Caronte para sumergirse de lleno en su mundo de luces y sombras.
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