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Comprometida, vital, militante y luchadora, Almudena Grandes era una mujer directa, divertida y socarrona, que decidió resucitar con su escritura y sus extraordinarias dotes de narradora la memoria de los que perdieron la guerra civil y defendió sus ideales en su literatura y en sus crónicas periodísticas.
Convencida de que la "batalla por la memoria" terminaría ganando en España, emprendió en 2010 un proyecto, su proyecto literario más querido: los Episodios de una guerra interminable, consistentes en seis grandes novelas contando lo cotidiano de esos perdedores de la guerra, de su lucha y su dura vida. Y a ellos dedicó más de diez años.
Historia y ficción para contar terribles episodios silenciados de la posguerra española y de sus protagonistas, gente cotidiana, pero también historias de héroes y villanos.
Eran seis esas novelas y publicó cinco, la última de ellas La madre de Frankestein, en febrero de 2020. Pero antes ya había hablado de esta parte de los españoles en otras de sus muchas novelas.
Era un proyecto que tenía pensado desde el principio y ya antes de publicar el primero tenía pensados los cinco siguientes y los títulos de todas las novelas que componían este proyecto. Y a Inés y la alegría, le siguieron Los pacientes del doctor García, Las tres bodas de Manolita y La madre de Frankestein.
"España tiene una relación indigna con su pasado", sostenía Grandes, y por eso intentó con su literatura dar voz a los que no la habían tenido durante los años de la dictadura.
Una de las autoras más queridas por el público, Grandes era una militante de izquierdas que no esquivaba nunca polémicas y en sus opiniones era crítica tanto con la derecha como con la izquierda que le había decepcionado.
También feminista militante, Almudena Grandes se dio a conocer con Las edades de Lulú, una novela con la que ganó el premio de La sonrisa Vertical y con la que inició el éxito que nunca ya le abandonó en la literatura, y por la que recibió numerosos premios.
Casada con el poeta Luis García Motero, actual director del Instituto Cervantes, su casa de Rota, en Cádiz, era lugar de reunión de amigos, escritores y artistas.
Sus amigos destacan de ella también su generosidad y humanidad, de la que hacia gala sobre todo con los jóvenes escritores, a los que enseñaba y de su función como miembro de numerosos jurados literarios de los que ha formado parte a lo largo de su carrera.
Y el Atleti era otra de sus pasiones, que no ocultaba tampoco y en la que militaba desde pequeña.
Seguía escribiendo cuando anunció, hace poco más de un mes, que padecía cáncer desde hace un año y lo hizo desde una columna del periódico para el que escribía, y donde el pasado lunes publicó también su última colaboración.
Con la muerte de Almudena Grandes, los libreros están de luto. Y citas como la Feria del Libro de Madrid. No estuvo en la última, según explicó, por las complicaciones que había tenido por el cáncer que padecía. Y prometió que se sentaría de nuevo en una caseta para firmar ejemplares y mirar a los ojos a sus lectores.
A partir de ahora, la Feria del Libro del Retiro no volverá a ser la misma sin la melena morena de Almudena.
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