Este artículo se publicó hace 17 años.
La enseñanza de las buenas maneras con el móvil
Una ONG coreana lanza un programa en escuelas para frenar la dependencia del teléfono
Andrea Rodés
Escena típica en el interior de un vagón del metro de Seúl: una adolescente enseña a su madre cómo mirar la televisión por su móvil de última generación, un chico sentado a su lado viaja absorto en un videojuego de su teléfono, mientras su novia envía mensajes de texto con el suyo. Si hay algo que une a los surcoreanos, es su pasión por el teléfono móvil. Un hecho comprensible, teniendo en cuenta que Samsung y LG, dos de los mayores fabricantes del mundo, tienen su sede en este país. Pero el uso del móvil entre los más jóvenes parece haber llegado a una situación extrema.
Una ONG local, Beautiful Movement, acaba de lanzar un programa para prevenir la adicción al móvil y promover el uso responsable en las escuelas. "Los alumnos empiezan a traer el móvil a clase con ocho años", explica Park Jung-sim, voluntaria de Beautiful Movement. "Si el profesor les obliga a apagarlo o a guardarlo, los niños se ponen nerviosos", añade.
La ansiedad y los nervios cuando el usuario se queda sin teléfono son los primeros síntomas de la adicción. Bautizado Happy Mobile World, el proyecto piloto de esta ONG, en el que participan 13 escuelas, es ayudar a los estudiantes a superar esta dependencia. Desde el pasado octubre, los jóvenes pueden asistir a talleres especiales para comentar el uso que hacen del teléfono, contar las angustias que experimentan cuando no disponen de él y discutir cuál sería el consumo adecuado.
En las oficinas de la ONG, en el sótano de un moderno edificio de Seúl, se almacenan cientos de carteles con los 10 mandamientos de la buena conducta del móvil. Decorados con dibujos animados de colores vivos, estos pósters se repartirán durante los próximos meses por las escuelas.
La regla número uno reza: "El móvil debe estar apagado en lugares públicos, como colegios y teatros". Algo que pocos parecen respetar en las escuelas surcoreanas. Según la Agencia Coreana de Promoción Digital, KADO, el 43,7% de los adolescentes tiene conversaciones con sus amigos con mensajes de texto durante las horas de clase. "Los estudiantes están más pendientes del móvil que del profesor. Incluso se envían SMS para mandarse las respuestas durante los exámenes", denuncia Park. Según el KADO, el 90% de los jóvenes surcoreanos de entre 14 y 19 años tiene un teléfono móvil, y el 38% envía 1.000 mensajes de texto al mes, una media de 30 diarios. Pero el problema no recae sólo en los SMS.
La sofisticada tecnología digital permite ver la TV por el móvil, bajarse videojuegos o películas y hasta leer novelas. Es más, aprovechando la obsesión de los jóvenes surcoreanos por aprender inglés, varias compañías ofrecen subscripciones gratuitas a diccionarios y manuales, con programas que permiten grabar la voz y corregir la pronunciación.
Beautiful Movement también ha diseñado una especie de taquilla para móviles: un armario metálico con la puerta transparente, donde los alumnos deben depositar los teléfonos antes de entrar en clase y que el profesor cerrará con llave. Las taquillas han empezado a distribuirse por las bibliotecas de las escuelas. Todavía no es obligatorio utilizarlas, pero, según dice Jung Ho-Young, responsable del proyecto, "algunos estudiantes han empezado a depositar sus teléfonos voluntariamente".
La compañía SK Telecom, la operadora telefónica más importante de Corea del Sur, se ha comprometido a financiar el proyecto durante los próximos años. El objetivo de Happymobile world no es reducir la utilización del móvil, sino promover una cultura más cívica de uso entre los jóvenes, organizando clases y talleres para estudiantes y profesores.
Jung defiende que el teléfono sea un "mensajero de felicidad" para comunicarse con seres queridos, pero no para chatear en clase. A parte de los conflictos que se generan entre estudiantes y profesores por utilizar el móvil en clase, no hay informes que demuestren que la adición al teléfono repercuta en el rendimiento académico. "Se trata más bien de un problema social y económico", dice Park, haciendo referencia a las dificultades que sufren los jóvenes adictos para relacionarse y a las elevadas facturas que comporta su vicio.
En febrero de 2006, un joven surcoreano de 16 años se suicidó al recibir una factura de móvil de 3,7 millones de wons (2.700 euros). El caso forzó a las operadoras surcoreanas a revisar las condiciones de sus contratos y a establecer cuotas fijas mensuales para descargar datos -programas de Internet, videojuegos, películas- de manera ilimitada. Corea del Sur no sólo teme a la adicción al móvil. Según un estudio de la Universidad Hanyang de Seúl, el 30% de los habitantes menores de 18 años, 2,4 millones de personas, están en riesgo de convertirse en adictos a Internet. El Gobierno surcoreano acaba de inaugurar un centro de rehabilitación gratuito en las afueras de la capital, gestiona una red de 140 centros de ayuda al adicto a la Red y ofrece programas de tratamientos en 100 hospitales.
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