Este artículo se publicó hace 16 años.
Un pequeño paso para un inodoro, un gran salto para la humanidad
La misión de fontanería espacial del ‘Discovery’ logró reparar el único baño permanente en órbita
“¿Alguien ha llamado a un fontanero?”. Con esta pregunta accedió a la Estación Espacial Internacional (EEI) el astronauta Mark Kelly, comandante del transbordador Discovery, que el lunes completó su viaje a la plataforma orbital. La misión del shuttle se diseñó para llevar a su destino la segunda entrega de una carga cuyo desarrollo ha costado 20 años y más de 1.000 millones de euros: el laboratorio japonés Kibo. Sin embargo, el debut estelar del sofisticado módulo nipón ha quedado eclipsado por otro paquete de apenas 15 kilos que viajó desde Rusia a EEUU en valija diplomática y se hizo hueco en la bodega de la nave a última hora: una bomba de repuesto para el inodoro de la EEI.
El único servicio permanente en la órbita terrestre, situado en el módulo ruso Zvezda, se averió hace dos semanas. El sistema encargado de los sólidos funcionaba sin tacha, pero al colector de líquidos le fallaba el flujo de succión que reemplaza a la gravedad. Cada tres usos, los tripulantes debían tirar de la cadena en “modo manual”, gastando preciosas reservas de agua. A los ocupantes de la EEI no les fue posible repararlo. Aunque contaban con el inodoro de la Soyuz –anclada a la EEI– y con el sistema rústico de la bolsa de plástico, urgía una solución.
Así, la STS-124 del Discovery se convirtió en una misión de fontanería espacial, robando todo el protagonismo al Kibo. El director de la carga útil del shuttle, Scott Higginbotham, no dudó a la hora de dejar en tierra algunas herramientas, una pieza de repuesto para el sistema de oxígeno y otra para la esterilización del aire. Cualquier cosa para hacer sitio a la bomba: “Claramente, un retrete funcional es una prioridad para nosotros”, declaró. Aunque el Discovery cuenta con baño propio, su llegada a la estación aumentaba la población de tres a diez personas, todos generando residuos a razón de más de un litro de líquido y casi medio kilo sólido al día. El director del programa, Kirk Shireman, explicó : “Es una pena tener que hablar de inodoros, pero así es la vida y ése es el futuro de la exploración espacial”.
Por fortuna, el cosmonauta Oleg Kononenko logró reemplazar la bomba y todo parece haber vuelto a la normalidad. Pero no es la primera avería del váter orbital en sus siete años de vida y, como destacan los responsables de la NASA, el asunto de la gestión de los residuos es plato de dudoso gusto, pero es vital. Tanto que se llegó a rumorear una posible evacuación de emergencia de la EEI si la reparación fracasaba.
Para evitar futuros aprietos, este año Rusia suministrará a la EEI un segundo retrete, dentro del plan que ampliará la tripulación de tres a seis personas. El precio del nuevo baño empequeñece cualquier reforma de vivienda terrestre (12 millones de euros). Claro que ningún baño en la Tierra hace lo que hará éste: potabilizar la orina, como ya hacía la MIR.
Además, instalaron un laboratorio
El Kibo (‘Esperanza’, en japonés), cuya segunda sección se ha instalado esta semana, establece un enclave permanente de la agencia espacial japonesa (JAXA) en la EEI.
Con 11 metros de largo, es el mayor de los módulos de la estación. Dispone de almacén, esclusa, brazo robótico y plataforma externa –que se instalará el próximo año– para telescopios y otros equipos.
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