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La migraña no es un simple dolor de cabeza

El 70% de los pacientes se ven obligados a suspender toda actividad cuando sufren un ataque de migraña, que es la primera causa de discapacidad en las mujeres menores de 50 años.

Migraña
Una mujer sufriendo de migraña. Freepik.

Nada más abrir los ojos por la mañana, Ana nota las punzadas en la cabeza, como si tuviera un hierro candente en la mitad del cerebro. No puede soportar el sonido del despertador y, cuando su hija enciende la luz, le asalta la conocida sensación de nausea. "Por favor, habla bajito, que me duele la cabeza", le pide Ana. Se toma un analgésico antiinflamatorio y, sacando fuerzas, lleva a la niña al colegio, con nauseas por el camino, pálida y sudando del malestar.

Nada más llegar a casa va corriendo al baño con arcadas, aunque no tiene nada en el estómago. Sin ni siquiera desvestirse tiene que meterse en la cama otra vez, a oscuras, esperando dormirse o que le haga efecto el analgésico. Esa mañana no podría trabajar, ni esa tarde. Ni los dos días siguientes. Pero nada le preocupa más en ese momento que evadirse del dolor. Si está lo bastante tranquila, igual pasa antes y, esta vez, no tiene que ir a urgencias para que le pinchen un analgésico más fuerte.

El suyo no es un dolor de cabeza corriente. Hay más de 200 tipos de cefaleas distintas, pero Ana padece migraña, "un trastorno neurológico caracterizado por dolores de cabeza recurrentes, de intensidad moderada a severa, que suelen ser pulsátiles y, a menudo, van acompañados de otros síntomas, como náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz, al sonido y, en algunos casos, alteraciones visuales o aura –luces centelleantes o visión borrosa–", explica a Público el doctor José Cid, coordinador de la Unidad del Dolor del Complejo Hospitalario Universitario de Toledo.

Estigma de género

Ana está entre los 5 millones de personas –un 80% de ellas, mujeres– que sufren esta enfermedad en España, según la Sociedad Española de Neurología (SEN). Es, además, la primera causa de discapacidad en las mujeres menores de 50 años.

Las consecuencias para su vida son aplastantes. 7 de cada 10 pacientes tienen que parar su actividad diaria cuando sufren un ataque. De promedio, cada crisis dura 31 horas, aunque puede durar hasta tres días. Y 1.5 millones de los afectados sufren más de 15 días de migraña al mes.

En esos momentos, no solo no pueden ir a trabajar. El 42% confiesa que no ha podido atender a sus hijos como desearía. El 48% no ha asistido a reuniones importantes de trabajo y el 92% ha tenido que anular planes con amigos. Son los resultados un estudio publicado este mes por la Asociación Española de Migraña y Cefalea, que encuestó a 1.100 pacientes con una edad media de 49 años.

"La interacción entre sistemas hormonales y factores genéticos predisponentes hace que sea más común en las mujeres", tal y como apunta Cid, lo que le confiere, a pesar de lo discapacitante que es, un marcado estigma de género.

"Si la migraña nos diera a los hombres, estaría mucho más valorada. Sin embargo, todavía tiene una minusvaloración social", señala a Público el neurólogo Jesús Porta, presidente de la Sociedad Española de Neurología.

En los genes y en el entorno

¿Cuál es su origen? "Tiene un componente hereditario, aunque hay factores ambientales hacen que esos genes se expresen o no, como la menarquía, el embarazo, la depresión, el estrés, la toma de ciertos medicamentos, como anticonceptivos...", nos dice el doctor Porta.

"Aunque tiene una base neurológica clara, los episodios pueden agravarse por factores emocionales y psicológicos, como estrés en el trabajo o la vida personal, la ansiedad y la depresión, o la tensión muscular, sobre todo, en cuello y hombros", advierte Cid.

Otros posibles desencadentes son los cambios de temperatura, los cambios en los patrones de sueño –dormir poco o en exceso–, la menstruación, las luces fuertes o la alimentación –responsable esta última solo en el 20% de los casos, según apunta el doctor Porta–.

"Cuando tienes una crisis de migraña, necesitas un entorno oscuro, sin olores y sin ruidos, y esto es muy difícil de encontrar. Ni siquiera en Urgencias", observa este especialista.

Cerebro migrañoso

Una vez que ha dado la cara la migraña, es común que los ataques se repitan. "Decimos que es un cerebro migrañoso, que tiene más papeletas para tener más crisis, porque se vuelve más sensible a determinados estímulos", señala Porta.

En concreto, la clave está en "el tronco encefálico, que queda en estado de hiperexcitabilidad, lo que puede activar el nervio trigémino, responsable de la sensación en la cara y la cabeza. Este desencadena la liberación de neurotransmisores inflamatorios –como el Péptido Relacionado con el Gen de la Calcitonina o CGRP– que dilatan los vasos sanguíneos de las meninges –membranas que cubren el cerebro– y provocan inflamación", indica el doctor Cid.

Otro hallazgo reciente es, como nos cuenta este experto, "la relación de la migraña con un desequilibrio en ciertos neurotransmisores, en especial, la serotonina, que juega un papel crucial en la regulación del dolor y la vasoconstricción. Durante una crisis, sus niveles en el cerebro disminuyen".

Nuevos tratamientos

No es, por el momento, una enfermedad con cura. La buena noticia es que "en los últimos ocho años, se ha avanzado mucho en la comprensión de su fisiopatología. Esto ha permitido investigar y sacar tratamientos innovadores, como cuatro anticuerpos monoclonales que bloquean el CGRP y, con ello, reducen la inflamación en los vasos sanguíneos del cerebro. O los que bloquean el receptor 5HT1F de la serotonina", nos dice Porta.

Asimismo, pueden ser útiles ciertos enfoques no farmacológicos. Entre ellos, Cid destaca la terapia cognitivo conductual para manejar el estrés y la ansiedad, desencadenantes habituales de las crisis, así como técnicas de relajación con el mismo fin. También es importante mantener una rutina reglar de sueño y hacer ejercicio moderado, recalca.

Ana lo sabe e intenta seguir los consejos del doctor pero, aun así, cuando menos se lo espera, la migraña la deja tumbada. En palabras del doctor Cid, "el impacto sobre la vida diaria es considerable. Por tanto, en casos graves, puede ser apropiado otorgar el estatus de discapacidad, lo que permitiría a los afectados acceder a adaptaciones en su puesto de trabajo y beneficios sociales para mejorar su calidad de vida".

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