Este artículo se publicó hace 4 años.
Crisis MedioambientalEl Mar Menor, ante el riesgo de un nuevo brote (ambiental)
La laguna salada más grande de Europa, en Murcia, continúa en estado crítico y a la espera de soluciones reales que no llegan. Hay temor por que se repitan los episodios más dramáticos de su historia: la sopa verde de 2016 y la muerte de tres toneladas de peces en octubre. Es símbolo de unas administraciones que minusvaloran el medio ambiente, y preludio de lo que puede ocurrir en otros sistemas costeros del país por los excesos de un modelo económico insostenible.
Loreto Mármol
Madrid--Actualizado a
Hace 40 años la Administración murciana ya anunciaba actuaciones para compatibilizar los intereses contrapuestos entre los distintos sectores que confluyen en el entorno del Mar Menor: turismo, agricultura, ganadería, minería y pesca.
Ecologistas, científicos y plataformas ciudadanas hablaban de su deterioro, pero eran tachados de agoreros. Hace más de una década que la Universidad de Murcia vaticinaba que la mayor laguna salada de Europa podría convertirse en un "embalse vacío".
Es la crónica de una muerte tantas veces anunciada. El ecocidio de un ecosistema que sufre un daño más allá de su capacidad de regenerarse. De forma intencionada (la justicia dirá) e irreversible (se verá).
La recuperación, tantas veces proclamada por el Gobierno regional, sobre todo en época estival, con baños que recuerdan a los de Palomares, no ha llegado ni siquiera cuando la situación ambiental del planeta ha mejorado por la disminución de la actividad humana a causa de la pandemia. "Se da la paradoja de que el Mar Menor está igual o peor", explica Pedro García, de la Asociación de Naturalistas del Sureste.
Desde hace semanas un centenar de operarios se afana en retirar toneladas de algas putrefactas acumuladas en la orilla de esta albufera. Hay olor a podrido, lodos y espumas. El fango se extiende cada vez por más playas. En algunas zonas la gente disfruta de los primeros baños del verano en la orilla transparente. El problema está más adentro.
Impacto en la fauna
García, que ha realizado varias inmersiones en los últimos días, ha documentado lo que ha visto en un vídeo demoledor: aguas turbias con un tono verdoso, una gran concentración de macroalgas, fitoplancton y el fondo marino hecho arcilla. Un páramo casi sin signos de vida.
Pero el parámetro más preocupante es que "el nivel de oxígeno se ha reducido un 20%", lo que le lleva a creer que "estamos a las puertas de un nuevo episodio de anoxia", comenta García, que teme que se repita "la imagen más dramática de su historia", cuando en octubre el mar vomitó tres toneladas de peces, crustáceos y moluscos. Doradas, anguilas, lenguados, lubinas, mújoles, peces mula… y hasta los resistentes e invasores cangrejos azules boqueaban o estaban muertos por asfixia.
Crisis eutrófica
Las lluvias torrenciales asociadas a la DANA de septiembre arrastraron hacia la laguna una gran cantidad de agua dulce junto con un enorme volumen de nutrientes que se quedó en la superficie sin mezclarse con la masa de agua salada que, al ser más densa, permaneció en el fondo. "Se desencadenó un fenómeno documentado en muy pocos casos a nivel mundial, uno de ellos el Mar Negro", comenta Miguel Ángel Esteve, profesor de Ecología de la Universidad de Murcia, que insiste en que la verdadera causa es la crisis eutrófica que sufrió en 2016 y de la que sigue sin recuperarse.
Se refiere a otro capítulo dantesco: un estallido de algas por el incremento de sustancias nutritivas que enturbió el agua impidiendo que la luz llegara a las praderas del fondo marino y que la vegetación pudiera desarrollar la fotosíntesis. El resultado, según los científicos, fue la muerte del 85% de las especies, algunas protegidas.
Este colapso ecológico -conocido como sopa verde-, que hasta entonces permanecía oculto a las miradas en la profundidad de la albufera, llegó a verse incluso un año después desde la órbita espacial, a 540 kilómetros de altura. El entonces astronauta Pedro Duque, ahora ministro de Ciencia, publicó en su cuenta de Twitter una foto en la que se apreciaba su color verdoso en contraste con el tono azul del Mediterráneo y otra de 2014 aún en todo su esplendor.
"Cuando estás en la UCI, cualquier cambio y presión te afecta", prosigue Esteve, que añade contundente: "El Mar Menor, que era muy resiliente, ahora es enormemente vulnerable, de forma que los episodios de mortandad masiva se pueden repetir en cualquier momento".
En su opinión, "la actividad agraria sería responsable del 85% de la entrada total de nutrientes". Desde hace 40 años el trasvase Tajo-Segura ha ido transformando una agricultura de secano en otra de regadío intensivo en el Campo de Cartagena, la huerta de Europa. Igual que con las lechugas, los fertilizantes hacen que crezcan las algas en la albufera.
Este modelo, gran demandante de agua -toda es poca-, también la obtiene pinchando el acuífero cuaternario asociado a la mayor laguna litoral del Mediterráneo occidental a través de miles de pozos, muchos de ellos ilegales, al mismo tiempo que se instalan plantas desalobradoras, cuantificadas en un millar y casi todas ilegales, para eliminar las sales. Los descartes, también cargados de nitratos, terminan en la rambla del Albujón, su principal entrada de agua superficial.
Así describe el modo de obrar la denuncia de la Fiscalía de Medio Ambiente que activa el caso ‘Topillo’ en el que están encausados un centenar de empresas, agricultores y responsables públicos por ser conscientes de que la "desmesurada e incontrolada" actividad agrícola de la zona estaba provocando un deterioro del Mar Menor "difícilmente reversible".
Intereses económicos
Ramón Pagán, vecino de la zona, admite que "el trasvase trajo mucha riqueza", pero lamenta que "se haya mirado solo por un sector que busca la máxima productividad y rentabilidad sin importarle los problemas ambientales".
Las compañías de la agroindustria están fagocitando a los pequeños y medianos productores. "El 80% del campo se dedica a la agricultura intensiva, que dispone de grandes superficies uniendo fincas de particulares, que las alquilan a multinacionales. Ya no existe el agricultor tradicional", prosigue.
García remarca que "en el Campo de Cartagena hay muchas empresas y diversas formas de producir". A su juicio, el agronegocio hace un uso cada vez más controlado, pero aún muy masivo: "Continúa sin tomar medidas adecuadas para evitar vertidos contaminados".
Ramón Pagán (vecino): "El 80% del campo se dedica a la agricultura intensiva. Ya no existe el agricultor tradicional"
"Es una agricultura agresiva que usa muchos nitratos que acaban filtrándose al acuífero, declarado en riesgo químico por la Confederación Hidrográfica del Segura", añade Pagán. Se estima que ya acumula unas 300.000 toneladas.
El presidente de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, Manuel Martínez, rechaza las acusaciones y lamenta que se esté demonizando y criminalizando una actividad que da 40.000 empleos directos. En este sentido, afirma que se practica una agricultura de precisión, ya que dosifica la cantidad justa de agua y nutrientes.
"Necesitamos comer, pero también un modelo respetuoso que no pretenda explotar la tierra sacando cuatro o cinco cosechas al año como sea", continúa Pagán. García aclara que no pretenden que se retiren todos los cultivos. Sí aquellos que arrasan y se expanden sin control. Se calcula que hay más de 10.000 hectáreas de regadíos irregulares, lo que supone que un 20% del Campo de Cartagena ha crecido por encima de lo autorizado.
Se calcula que hay más de 10.000 hectáreas de regadíos irregulares en Campo de Cartagena
Un reciente informe del observatorio de la Fundación Nueva Cultura del Agua describe una ambición desmesurada que las autoridades han consentido: "En las últimas tres décadas ha fallado la Administración regional, competente en las políticas agrarias y ambientales, que se ha mostrado muy cercana a los intereses del sector agrario consintiendo la creación de nuevos perímetros de regadío ilegal".
"Esto es territorio comanche", resume Pagán, que coincide en que hay una enorme dependencia del sector empresarial, al que se le ha permitido todo, y señala hacia un lobby agroexportador. Se trata de aquellas organizaciones que "no están dispuestas a perder superficie ni volumen de negocio", indica García, que admite que "los más reacios son a la vez los más poderosos y cercanos al Ejecutivo, al que han presionado para que el decreto ley de Protección Integral del Mar Menor, que se está tramitando, rebaje la regulación existente en materia agraria".
Lucha por el mantenimiento del ecosistema
Pagán, que también forma parte de la plataforma ciudadana Pacto por el Mar Menor, que desde hace cinco años lucha por salvaguardar este ecosistema, califica de frustrante "esta lucha de lagartijas contra gigantes", aunque reconoce que cada vez será más difícil actuar al margen de la ley. "En octubre unas 55.000 personas pidieron soluciones en una manifestación histórica en este país por la defensa del medio natural", recuerda.
El Gobierno, según Esteve, ha emprendido una huida hacia adelante eludiendo cualquier responsabilidad y llevando a cabo, en lugar de medidas estructurales, "chapuzas encaminadas a buscar dónde colocar la porquería que ha estado soportando el Mar Menor, al que han usado de basurero".
Las organizaciones ecologistas piden crear un cinturón verde para proteger la laguna
Las organizaciones ecologistas proponen, además de reducir la superficie agrícola actual, renaturalizar al menos un 5% del regadío legal, reconstruyendo setos entre parcelas y creando manchas de vegetación en el conjunto de la cuenca.
También ven necesario crear un cinturón verde alrededor de la laguna de al menos dos kilómetros, sustituyendo las superficies de regadío en esa franja por la recuperación de los humedales naturales, algo más ambicioso que los 1.500 metros que aconseja el Ministerio para la Transición Ecológica y los 500 metros libres de fertilizantes y abonos que establece el decreto ley que se votará a finales de julio (las empresas agrícolas proponen en sus enmiendas eliminarla). "Es ridículo; de salir adelante la norma, como mucho, afectaría a las macetas de los geranios de la zona urbana", dice con ironía Pagán. De las 60.000 hectáreas de campo solo 127 entrarían en este perímetro.
Se trata, explica Esteve, de regenerar una malla vegetal. Estas soluciones, fáciles de implementar y de bajo coste, no solo absorben los nutrientes de la contaminación agraria, sino que reducen las escorrentías, disminuyendo los daños por inundaciones.
Las plantaciones, que antes estaban distribuidas en terrazas para retener el agua, ahora se labran a favor de la pendiente. Eso, junto con las urbanizaciones y el sellado del terreno, con cauces y ramblas encementados y canalizados, hace que las lluvias torrenciales, cada vez más frecuentes y virulentas, tomen el camino de en medio.
Cuenta Pagán que los vecinos de las poblaciones ribereñas están desesperados y angustiados: "Los Alcázares parece una ciudad maldita que vive un diluvio tras otro". Al drama ambiental se suma el socioeconómico. La crisis está socavando sectores clave como el turístico, que supone casi un 20% del PIB de la región. "Con un año difícil por el coronavirus y con playas en algunos casos impracticables, esta zona se puede quedar sin el aporte económico del verano", manifiesta Pagán.
Entre los años 60 y 70, el paisaje de dunas cambió por una hilera de edificios para albergar al turismo de masas
El historial de agresiones que han ido enfermando este lugar idílico viene de lejos. También las aguas residuales procedentes de los desmanes inmobiliarios que alcanzaron su máxima expresión cuando se terminó por urbanizar hasta el último metro cuadrado de La Manga, la estrecha lengua de arena de 21 kilómetros de largo que separa el Mar Menor del Mediterráneo. Entre los años 60 y 70, el paisaje de dunas cambió por una hilera de edificios para albergar al turismo de masas. Transición Ecológica, que el jueves presentó un plan de protección, no descarta demoler 330 construcciones que estarían ocupando terreno público. Tampoco descontaminará la albufera a menos que cesen los vertidos.
Las últimas riadas han desbordado una red de alcantarillado ineficiente y han sobrecargado el acuífero. Ángel Pérez Ruzafa, del Comité de Asesoramiento Científico del Mar Menor, comenta que está entrando a la albufera el doble de agua que en 2016 y que se ha detectado fósforo de origen urbano. Teme que se puedan producir varias crisis distróficas al año con más mortandad de peces y que la situación se vuelva incontrolable.
Cree que "hacer compatibles los usos en la cuenca con la integridad ecológica del Mar Menor pasa por tener una capacidad de gestión del agua que permita controlar el nivel freático, tratarla, conducirla y reutilizarla, evitando que llegue a la laguna".
Esteve, en cambio, advierte de la paradoja de extraer agua del acuífero para terminar dándosela de nuevo al regadío. A su juicio, "una actuación de final de tubería" no elimina el problema de raíz: "A estas alturas, con todo el agua del Mar Menor contaminada y tanta materia en descomposición, parar los vertidos ayuda, pero no soluciona nada; corremos el riesgo de que se convierta en una laguna estancada".
Hace más de 40 años que Pagán dio sus primeros pasos en estas orillas. Antes paraíso de biodiversidad, dice que "el Mar Menor se nos muere; está agonizando", víctima de la codicia, la negligencia y la desidia. "Lo hemos erosionado para soportar la actividad económica. Hemos matado la gallina de los huevos de oro. Hemos muerto de avaricia. Hemos roto el saco", concluye Esteve.
Estiman que oxigenar la laguna de nuevo podría llevar unos diez años
Será imposible oxigenarlo si no hay un cambio de rumbo hacia una economía sostenible. Su recuperación será compleja y larga. Estiman que no menos de diez años.
Es el pago de una factura de excesos. El paradigma de un modelo depredador que antepone los beneficios de unos pocos al interés común, y es la anticipación de lo que puede ocurrir en otros puntos del país. El Ministerio para la Transición Ecológica estima que un 46% de las aguas subterráneas en España están contaminadas por nitratos.
—¿Qué buscan? —pregunté a un empresario que estaba trasladando sus plantaciones de Cartagena a otros lugares.
—Tierras vírgenes —respondió con un apetito voraz y un gesto entre socarrón y lascivo.
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