Este artículo se publicó hace 16 años.
Krakatoa: la bomba sigue creciendo
Hoy se cumplen 125 años de la explosión del mítico volcán indonesio que mató a 30.000 personas // El Krakatoa, que volvió a salir a la superficie en 1927, entró en erupción en noviembre pasado y ha
Hoy hace 125 años, Krakatoa voló por los aires. La erupción del volcán que ocupaba el centro de la isla indonesia hizo añicos dos tercios de su territorio. El tsunami provocado por la explosión y los cascotes lanzados al océano mató a más de 30.000 personas.
Lo que quedó del monstruo que provocó la tragedia permaneció sumergido junto a los restos de la isla durante varias décadas. Hasta 1927. Ese año, Anak Krakatoa (“el hijo de Krakatoa”, en indonesio) se asomó por primera vez a la superficie. Tras sumergirse y volver a emerger tres veces, en 1930 volvió para quedarse. Desde entonces no ha dejado de crecer, y hoy es ya un islote volcánico que se levanta más de 200 metros sobre el nivel del mar.
Surgido de la caldera submarina del desaparecido Krakatoa, la nueva isla se ha convertido en un lugar de gran interés para los naturalistas, que estudian el enclave para comprender cómo se adapta la vida a entornos insulares. Un buen número de turistas se acercan también a Anak Krakatoa para conocer el epicentro de uno de los mayores desastres naturales de la historia. Un turismo que implica riesgo. Por el momento, el hijo no ha mostrado la furia autodestructiva del padre, pero apunta maneras. En noviembre del año pasado volvió a entrar en erupción y desde entonces ha escupido lava en varias ocasiones.
“Lo que ocurrió en Krakatoa [en 1883] puede suceder en cualquier estratovolcán del cinturón de fuego del Pacífico, en el que se encuentra éste”, explica el vulcanólogo del CSIC Vicente Soler. “Cualquiera de ellos es candidato.”, añade “El cono, que esencialmente es el resto de la vieja caldera, se encuentra ahora en una de sus muchas etapas de crecimiento previas a un nuevo episodio destructivo. Tarde o temprano sucederá de nuevo”, advierte Richard Aurculus, geólogo de la Universidad Nacional Australiana en Camberra y buen conocedor del Krakatoa.
Es probable que, aunque volviese a producirse una explosión similar a la de hace 125 años, las consecuencias no fuesen tan devastadoras. “Las erupciones tienen síntomas premonitorios que ahora somos capaces de escuchar para tomar las medidas oportunas”, indica Soler.
Canarias, donde trabaja el investigador, es la región española donde, dada la abundancia de volcanes, esta capacidad de predicción es más necesaria. Allí se encuentra el Teide, un estratovolcán como el Krakatoa con una inquietante estadística. Estallo en 1704, 1789 y 1909, aproximadamente una vez cada 100 años. Si se hace caso a la pauta, el año que viene se cumpliría el plazo. No obstante, tranquiliza Soler, “la dispersión estadística es muy elevada porque el ciclo de información histórica que se tiene es muy corto”. “Además”, continúa, “medidas como la actividad microsísmica indican que no hay nada inminente en las Canarias”.
La información histórica de la que habla Soler es otro de los puntos que centra el interés de los investigadores que ahora se acercan a Krakatoa. Ken Wohletz, vulcanólogo del Laboratorio Nacional de Los Alamos (EEUU), quiere reabrir un polémico caso científico que afirmaba que el volcán indonesio había estallado aún con más fuerza en 535. Ese año, una descomunal erupción 20 veces mayor que la de 1883 habría provocado cambios en el clima que afectaron a todo el planeta. La distorsión climática habría reducido las cosechas, favoreciendo la propagación de enfermedades y provocando la caída de varias civilizaciones en Indonesia,
Suramérica y Persia. En Europa, a causa de las transformaciones producidas tras la explosión, el continente se habría precipitado en la edad oscura que marca el inicio de la Edad Media.
La hipótesis se sustenta en evidencias encontradas en los anillos de árboles en Europa, testigos de hielo en Groenlandia y depósitos de ceniza surgidos del estallido en los estrechos indonesios de la Sonda. No obstante, faltan datos que puedan determinar si el cataclismo sucedió en realidad.
La influencia de las grandes erupciones en el clima ya ha sido objeto de estudio. Se calcula que el estallido del Krakatoa provocó un descenso de las temperaturas globales de 1,2 grados, y otros volcanes también han sido capaces de cambiar el clima. Es el caso del peruano Huaynaputina. Su erupción en 1600, mayor que la del indonesio, hizo que el año siguiente fuese el más frío en seis siglos.
Hoy, turistas y lugareños se acercarán a la isla para celebrar el anual Festival de Krakatoa. El mito, igual que el propio volcán, sigue vivo.
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