Este artículo se publicó hace 15 años.
Lo que Darwin nunca dijo
En el bicentenario de su nacimiento, la vida y la obra del autor de El origen de las especies se han divulgado de manera tan irregular que algunas de las ideas más populares hoy son imprecisas o erróneas
A Charles Darwin, que hoy habría cumplido 200 años, se le ha acusado de inspirar la eugenesia y el genocidio nazi, y tanto el capitalismo como el marxismo lo han reivindicado para sí tirando de diferentes hilos, ya sea el de la competición por la supervivencia o el del materialismo ateo. Pocas figuras se han manipulado tanto como la de este científico, y pocas doctrinas se han deformado tanto por ignorancia o con la intención de servir a intereses ajenos a la ciencia. Lo que sigue es un repaso de algunos de los errores, falacias e imprecisiones más frecuentes sobre la vida y la obra del naturalista inglés que inauguró la biología evolutiva.
1. El hombre desciende del mono
Este mantra, repetido hasta la saciedad, no forma parte del darwinismo. En su obra de referencia, El origen de las especies, Darwin no abordó el linaje humano, pero "al día siguiente de publicarlo, la gente ya decía que el hombre viene del mono", afirma el codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga. Los detractores de Darwin lo ridiculizaron en caricaturas que mostraban al eminente científico convertido en un simio peludo. Posteriormente, en El origen del hombre, Darwin planteó la hipótesis de que humanos y simios descienden de progenitores comunes, no unos de otros. En realidad, la idea no era novedosa para la ciencia de mediados del XIX, sino que aparecía sugerida en trabajos de otros científicos, como Thomas Henry Huxley.
2. La evolución es una escalera que conduce al ser humano
El del hombre y el mono es un caso particular de un error más general, entender la evolución como una carrera de relevos en la que una especie cede el testigo a otra. A esta confusión contribuye un recurso gráfico mil veces utilizado: un simio caminando tras una fila de antropoides con rasgos cada vez más humanos hasta llegar al hombre. Pero ni el ser humano desciende del mono, ni ninguna especie viva se ha detenido a medio camino de la evolución para dar el relevo a otra. Suele equiparse lo más evolucionado a lo mejor, como en las generaciones sucesivas de teléfonos o de coches. Pero un chimpancé no es menos evolucionado que un humano. De hecho, genéticamente se podría considerar más evolucionado; un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Michigan (EEUU) y publicado en PNAS en 2007 descubría que el genoma del chimpancé acumula un 51% más de genes modificados por selección natural que el del Homo sapiens. Para el primatólogo Josep Call, la humana es solo "una especie más".
3. Los organismos evolucionan para adaptarse al medio
En la ciencia-ficción de serie B es un recurso habitual que monstruosos seres evolucionen para aumentar su poder mortífero frente a los sufridos protagonistas humanos. Esta acepción de evolución respeta el diccionario, pero no el concepto científico de evolución biológica: no evolucionan los organismos, sino las especies o los linajes. Esta idea entronca con otra noción errónea; ni el monstruo ni su linaje podía evolucionar con un fin concreto. Entre los protoevolucionistas anteriores a Darwin, el francés Jean Baptiste Lamarck propuso que los organismos se adaptaban al medio y legaban esas adaptaciones a su progenie; por ejemplo, la jirafa estiró el cuello para comer y produjo crías con cuellos más largos. El modelo de Darwin reveló que es el medio el que selecciona a los mejor adaptados a la supervivencia y reproducción. Sin embargo, hoy el lamarckismo sigue infiltrando cierta interpretación popular de la evolución.
4. El darwinismo es un dogma
Ni siquiera Darwin se liberó por completo del lamarckismo. Al desconocer la genética y los mecanismos de mutación y herencia, Darwin no sabía cómo se producen las variaciones sobre las que actúa la selección natural, lo que le hizo proponer un rocambolesco mecanismo de herencia para las modificaciones que el organismo adquiría a lo largo de su vida: si un individuo fortalecía un músculo, sus células liberaban unas gémulas que llevaban esta información al esperma o al óvulo para que la progenie naciese con el músculo más desarrollado. Cuando más tarde se divulgaron las leyes de la herencia formuladas en la misma época por el monje checo Gregor Mendel, muchos científicos las rechazaron por considerarlas contrarias al darwinismo: frente a la variación azarosa y continua de Darwin, Mendel planteaba una herencia matemáticamente predecible y estática. No fue hasta la década de 1930 que genética y evolución confluyeron en la llamada teoría sintética.
5. Darwin explicó el origen de la vida
Ni Darwin ni la moderna biología han logrado aún explicar cómo surgió la vida a partir de las moléculas biológicas primitivas. Darwin tampoco pretendió revelar el origen de la vida, sino solo su evolución una vez que existieron los primeros seres. En su autobiografía escribió que en la época de El origen de las especies aún era teísta, creyente en un dios como primer motor que había intervenido para prender esta primera chispa de vida y desencadenar un mecanismo evolutivo autoalimentado mediante leyes naturales.
6. Darwin inventó los conceptos de evolución y de supervivencia del más apto
Las ideas de antepasados comunes y de transmutación de unas especies en otras aparecen ya en los escritos de Anaximandro, filósofo griego del siglo VI a.C., así como de otros pensadores en Occidente y Oriente. Algunos de estos autores se basaban en la observación de los fósiles. Incluso una noción primitiva de selección natural aparece ya en la Grecia clásica. Pero la expresión "supervivencia del más apto" no fue acuñada por Darwin, sino que la adoptó en ediciones posteriores de El origen tras haberla leído en los Principios de Biología del filósofo victoriano Herbert Spencer, quien a su vez había inventado el eslogan al incorporar a su obra las ideas publicadas por Darwin. Ni siquiera el término evolución aparece una sola vez en El origen; este vocablo se popularizó más tarde y también Spencer fue uno de los primeros en emplearlo.
7. Los pinzones de las Galápagos inspiraron el eureka
Rara vez la ciencia avanza por eurekas; lo habitual, también en el caso de Darwin, es un progreso continuo y laborioso que bebe de múltiples fuentes. En cuanto a los pinzones, que con sus picos adaptados a diferentes alimentos han pasado a la historia como las musas de Darwin, no aparecen siquiera mencionados en El origen. En esta obra, Darwin se limitó a exponer la comparación entre las aves en general de este archipiélago y de otros lugares. En obras posteriores, Darwin sí recurriría a la comparación de especies, pero su interés no se centró en los pinzones, sino en los sinsontes.
8. Darwin refutó la creación bíblica
La fijación de los fundamentalismos religiosos por Darwin como enemigo supremo induciría a pensar que fue el británico quien destronó a la Biblia como pauta para explicar la historia natural. No fue así. En el Reino Unido, la sociedad victoriana sufría ya antes de Darwin una crisis de fe de etiología compleja, donde la razón se imponía a la revelación. A ello contribuyeron los descubrimientos en geología, que restaban crédito a la creación narrada en el Génesis en favor de una Tierra formada lentamente a lo largo de millones de años y por los mismos fenómenos que actúan hoy, no por grandes catástrofes repentinas como el diluvio universal. Esta teoría fue formulada por el geólogo y cristiano devoto Charles Lyell, y ejerció una fuerte influencia en el pensamiento de Darwin. La evolución tal como la formuló su autor no refutaba una posible creación divina, e incluso el propio científico creyó en ella durante años.
9. Darwin perdió la fe por su ciencia y fue enemigo de la religión
Ni Darwin fue un ateo militante, ni se convirtió al cristianismo en su lecho de muerte. Ambas visiones corresponden a manipulaciones de su figura, que se ha tomado como enemigo o modelo desde trincheras opuestas. Darwin explicó en su autobiografía las razones que le llevaron a abandonar la fe, y fueron argumentos sencillos que cualquier persona sin conocimientos científicos podría utilizar: las contradicciones entre distintas religiones reveladas, la negación de un Dios cruel y castigador o el rechazo a una supuesta condenación eterna para los paganos. Y su última conversión antes de morir es otro mito sin pruebas. Pero Darwin no eligió su papel como blanco del fundamentalismo religioso. Respetó las creencias de otros, como su propia esposa, y se unió al agnosticismo científico adoptado por figuras como su amigo y colega Thomas Henry Huxley. Para el agnosticismo de Huxley y Darwin, es tan imposible demostrar la existencia de Dios como lo contrario, y el ateísmo es también un acto de fe.
10. Es solo una teoría
Recientemente, un semanario católico publicaba un artículo en el que, sin negar la doctrina evolucionista, se afirmaba que "las teorías de Darwin siguen siendo una hipótesis. Falta constatación empírica". En tales afirmaciones subyace el error de equiparar la teoría a la pura especulación. Para el método científico, ninguna hipótesis se puede demostrar como cierta, sino solo como falsa. Se asume su validez cuando las pruebas merecen la aprobación de la comunidad científica. En 150 años se han aportado miles de indicios que impulsan la teoría evolutiva en el sentido que lleva desde entonces, y ni uno solo en el sentido contrario. Como señala el genetista Antonio Barbadilla, "nadie duda de otras teorías científicas que no afectan a las creencias, y pocas están tan contrastadas como la evolución".
La evolución de la teoría: una disciplina sobre hombros de gigante
Lamarck y los guisantes de Mendel
Ni Darwin, ni el codescubridor de la evolución Alfred Russell Wallace, ni sus predecesores, conocían el trabajo que un solitario monje checo llevaba a cabo cruzando variedades de guisante. Gregor Mendel definió las leyes que explican cómo se heredan los caracteres de padres a hijos. En un principio la herencia mendeliana fue interpretada como un obstáculo a la teoría evolutiva, porque Darwin incorporaba la herencia lamarckista de caracteres adquiridos que debían diluirse en la progenie, mientras que Mendel planteaba una herencia persistente y predecible. Fue el alemán August Weismann quien estableció la barrera entre las células germinales, destinadas a la procreación, y las somáticas, lo que desterró el lamarckismo para fundar el neodarwinismo. En la década de 1930, genética y evolución se fundieron en la teoría sintética.
Especies que avanzan a saltos
Una crítica recurrente esgrimida por el creacionismo ha sido la presunta ausencia de formas de transición en el registro fósil. Aunque estas formas existen –como ejemplo, el pasado año se publicaba el hallazgo de una especie intermedia entre los peces con ojos a ambos lados de la cabeza y los peces planos–, el gradualismo continuo propugnado por Darwin ha sido cuestionado también desde el campo estrictamente científico. En 1972, Niles Eldredge y Stephen Jay Gould enunciaron la teoría del equilibrio puntuado. Según esta propuesta, las especies permanecen evolutivamente estáticas durante la mayor parte de su existencia, y solo cambian en rápidos y drásticos eventos de especiación. Esta ‘evolución a saltos’ cambiaría el árbol irregular de la historia de las especies por otro con ramas más rectas, verticales y horizontales.
Una red de contrabando de genes
Entre las modificaciones a la teoría evolutiva original se puede mencionar también la deriva genética, que resta importancia a la selección natural al proponer que muchas variaciones de los genes son neutrales y se conservan por azar. Pero quizá ningún descubrimiento ha sido tan revolucionario como el de la transferencia horizontal de genes entre especies, algo ya conocido en bacterias pero cuyo peso en la doctrina evolutiva ha aumentado en los últimos años. A esto se unen los crecientes indicios de que la hibridación entre especies y la transferencia de genes mediante virus son mecanismos evolutivos importantes, por lo que algunos expertos sugieren desterrar la representación clásica del árbol de la vida en favor de un esquema en forma de red.
¿Inventor de la silla con ruedas?
Español, nivel alto
Charles Darwin llegó a expresarse de manera adecuada en castellano a lo largo de su periplo a bordo del barco ‘HMS Beagle’, según los expertos en su obra.
Defensor de los negros
La fuerza que le empujó a apoyar la teoría de la evolución, según la cual todos los seres vivos descienden de un ancestro común, pudo ser su rechazo a la esclavitud. Como narran Adrian Desmond y James Moore en su libro ‘La causa sagrada de Darwin’, el naturalista inglés consideraba iguales a las personas de todas las razas, tras su amistad adolecente con un esclavo de Guyana.
¿Qué comía darwin?
El bicentenario del nacimiento del naturalista inglés ha servido para conocer los detalles más insospechados sobre su figura. El libro de recetas de su mujer, Emma, desvela que Darwin comía platos típicos de la época victoriana, como el pastel de ternera y el chocolate irlandés horneado durante horas. El manuscrito, disponible en la web ‘darwin-online.org.uk’, incluye una receta escrita por el propio Darwin: arroz hervido.
Idolatría
En una curiosa confluencia entre ciencia y religión, el Museo de Historia Natural de Londres expone una caja llena de recuerdos de la hija de Darwin, incluido un sobre con pelos de la barba del ‘padre’ de la selección natural. Como el Palacio Topkapi de Estambul, que expone un supuesto mechón de Mahoma.
Inventor
Según algunos estudiosos, Darwin colocó ruedas a su silla habitual para moverse por su despacho. El naturalista fue, por tanto, el inventor de la silla de oficina.
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