Este artículo se publicó hace 12 años.
La UE afronta la salvación del euro
Gran parte del futuro de la moneda única europea se decide a finales de esta semana en la cumbre de la UE que se celebrará en Bruselas
Cuando el pasado 1 de junio de Luis De Guindos, ministro español de Economía, declaró: "El futuro del euro se juega estas semanas en España e Italia", o cuando Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo diez días después que había que salvar a la moneda europea "en menos de tres meses", nadie en Europa pareció sorprenderse. Muy al contrario: los dirigentes europeos asumieron esas declaraciones un tanto apocalípticas con naturalidad.
De Guindos y Largarde describieron la realidad: el euro atraviesa una crisis existencial de proporciones históricas. Nadie lo duda ya. Sí se duda en cambio de su viabilidad. El proyecto más importante que han emprendido juntos los europeos a lo largo de su historia, el símbolo de la propia Unión Europea, se resquebraja.
Esta vez no son simples palabras huecas: Grecia está en bancarrota y abocada a la pobreza; Irlanda y Portugal han tenido que ser rescatadas e intervenidas; España, cuarta economía de la Eurozona, se ha visto obligada a pedir un rescate multimillonario de su banca mientras corre el riesgo de no poder pagar su deuda debido a los altos intereses que tiene que afrontar; Italia también sufre fuertes tensiones financieras que le dificultan financiarse con normalidad.
La fuerte crisis de deuda y la crisis bancaria española mantienen en vilo al mundo entero. El euro es una moneda acosada y endeble. Lleva así meses, pero ni la Comisión Europea, ni Alemania, ni Francia... nadie con peso en la UE ha sabido dar con la tecla. La austeridad a machamartillo impuesta por Alemania durante dos años, la parálisis de los gobernantes y la falta de acuerdo entre la canciller alemana Angela Merkel y sus socios europeos ha acelerado el proceso de descomposición.
Los plazos planteados por De Guindos y Lagarde pueden interpretarse como una llamada a la acción, a encontrar una salida común a la crisis. La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que se celebrará en Bruselas los días 28 y 29 marcará un punto de inflexión en esa salida.
La clave es según repiten todos, incluso Merkel, avanzar hacia una unión bancaria, fiscal y política. Falta gobernanza económica. En Bruselas los líderes de la UE intentarán encontrarla. La UE corrió mucho para poner en circulación el euro pero se olvidó de pergeñar una política financiera común que le fuera al paso. Ahora se trata de enmendar parte de los errores del pasado.
El euro es una moneda acosada y endeble. Lleva así meses, pero ni la Comisión Europea, ni Alemania, ni Francia... nadie con peso en la UE ha sabido dar con la tecla.
Una segunda receta que todos están dispuestos a probar es la del crecimiento. Tras dos años de austeridad que han yugulado el crecimiento en Europa hay que buscar fórmulas complementarias porque sin crecimiento no habrá reactivación económica.
En Bruselas la UE refrendará el acuerdo que alcanzaron el pasado viernes en Roma Merkel, Hollande, Monti y Rajoy. Los cuatro dirigentes acordaron destinar 130.000 millones de euros, el 1% del PIB europeo, a políticas de estímulo. No especificaron cómo se distribuirá ese dinero, ni tampoco de dónde va a salir. Aprobaron una tasa para las transacciones cuya recaudación se destinará a ese objetivo. Pero esa tasa no da para 130.000 millones
Otra decisión que puede ayudar a mejorar la salud del euro es la posibilidad, aún no cerrada según España, de que sean los bancos españoles los que reciban directamente el dinero rescate, sin que éste pase por el Estado. De esa manera se desvincularía el rescate bancario de la deuda pública española, un vínculo que Rajoy reconoció la semana pasada que era "dañino". Ante esa posibilidad Merkel se cierra en banda, por lo que parece difícil avanzar en esa dirección.
En la cumbre de Bruselas también se hablará de eurobonos y de la posibilidad de que el Banco Central Europeo (BCE) o los fondos de rescate europeos compren deuda pública de los países en peligro. Merkel -otra vez-se opone: sería Alemania la que tendría que poner la mayor parte del dinero, y la canciller se niega a asumir la deuda de otros si no puede controlarla.
Lo cierto es que Alemania está cada vez más sola. Su apuesta por la austeridad y el ajuste fiscal es irrenunciable. Incluso aunque dé su brazo a torcer, todo se haría bajo sus condiciones. Pocos entienden esta actitud, porque el fracaso del euro también dañaría a Alemania: un informe del Gobierno alemán revelado este pasado fin de semana por la revista Der Spiegel señalaba que ante una eventual ruptura de la Eurozona el (PIB) alemán caería casi un 10% en el primer año, el paro se elevaría hasta los cinco millones de personas y los precios se desplomarían cerca de un 1%.
Las cifras barajadas para España son aún más sombrías: el desempleo se dispararía hasta el 26,7 %, el PIB se hundiría un 11% y los precios repuntarían cerca de un 13 %.
"Comparado con ese escenario, cualquier rescate parece un mal menor", afirmaba a Der Spiegel un funcionario sin identificar del Ministerio de Finanzas alemán. Ahora sólo falta que lo que se dice bajo cuerda en Berlín se diga en voz alta en Bruselas.
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