Por Anne Harding
La posibilidad de que unapersona con demencia avanzada termine con una sonda dealimentación en la garganta dependería más de motivoseconómicos que de sus deseos, sugirió un estudio publicado enJAMA (Journal of the American Medical Association).
De hecho, el equipo de la doctora Joan M. Teno, de la BrownUniversity, en Providence, Rhode Island, halló que cientos depacientes que se negaron por escrito a usarla, la recibieronigual.
Dos revisiones de la literatura publicada revelaron queestas sondas no extienden la vida de las personas que no puedentragar y tienen demencia avanzada, ni les proporcionan otrosbeneficios evidentes.
En cambio, pueden causar daños porque muchos pacientes quesienten molestias por la sonda e intentan quitársela, sonatados o sedados.
El doctor Timothy Buchman, director del Centro de CuidadoIntensivo Emory, en Atlanta, agregó que los familiares de esospacientes suelen optar por el uso de la sonda de alimentacióncuando sus seres queridos ya no pueden alimentarse solos.
"Creo que los familiares dicen: 'sí, resuelve una necesidadbásica insatisfecha'", señaló.
Hasta un tercio de los pacientes con demencia en hogaresespecializados se alimentan por sonda, precisó el equipo. Endos tercios de esos casos, se colocó la sonda durante unahospitalización.
Para investigar qué factores influyen en la decisión deusar sondas alimentarias en pacientes con demencia avanzada, elequipo estudió las historias clínicas del período 2000-2007 decasi 2800 hospitales que habían hospitalizado por lo menos a 30pacientes de 66 años o más, que tenían demencia avanzada yvivían en hogares especializados.
El análisis incluyó información de Medicare para 163.000pacientes y casi 281.000 hospitalizaciones.
El 12 por ciento de los hospitales no colocó las sondas enningún paciente con demencia avanzada en los ocho años delestudio.
Pero en un cuarto de los hospitales, los pacientes tuvieronuna en 10 posibilidades de que se les colocara una sonda dealimentación. Los hospitales que más sondas colocaron, lohicieron en el 40 por ciento de las veces.
Las instituciones con fines de lucro, las más grandes oaquellas con el nivel más alto de cuidados intensivos fueronlas que más utilizaron las sondas en los últimos seis meses devida de los pacientes.
Cada vez hay más conciencia de que la demencia es unaenfermedad terminal que afecta al cuerpo y a la mente, dijoTeno a Reuters Health. Cuando un paciente demente empieza atener problemas para comer, es evidente que comenzó la etapafinal.
Para esos pacientes, agregó, la alimentación manual ycuidadosa es una alternativa más segura y cómoda, "pero esodemanda tiempo y esfuerzo del personal".
La tasa de uso de sondas alimentarias en el HospitalUniversitario Emory entre el 2006 y el 2007 fue de 24 cada 100personas, pero Buchman prefirió no hablar al respecto porquetrabaja allí recién desde julio del 2009.
Para Cindy Norris, que dirige la unidad de cuidadoscríticos del Centro Médico Regional y el Instituto del CorazónLakewood, en Ft. Pierce, Florida, es el deseo de los pacientesy de sus familiares lo que determina si se usará o no una sondaalimentaria.
Ese hospital posee una de las tasas más altas de lapráctica en pacientes con demencia avanzada (37,5 insercionespor cada 100 hospitalizaciones entre el 2006 y el 2007).
Cuando se ignoran los deseos de un paciente, agregó Norris,el personal del hospital habla con los familiares. "Si ellosprefieren que se haga todo lo posible para mantenerlo con vida(...), lo hacemos", dijo.
La nutrición, agregó, es clave para la curación y no sepuede generalizar una recomendación sobre si una persona condemencia avanzada debería o no usar una sonda alimentaria. Enrealidad, "depende de cada caso".
Aunque el estudio no investigó por qué los hospitalesoptaban por usar la sonda, Teno dijo que podría ser por loscostos.
FUENTE: Journal of the American Medical Associations, 10de febrero del 2010.
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