Este artículo se publicó hace 14 años.
"Seré feliz cuando ellos también vuelvan a casa"
Las primeras palabras de Alicia Gámez fueron para sus compañeros Albert Vilalta y Roque Pascual
Tres meses, nueve días y mucha angustia. Ese es el tiempo que Alicia Gámez ha tardado en ser liberada por la organización terrorista Al Qaeda en el Magreb Islámico. Pero los finales casi nunca son perfectos y ayer no fue una excepción. Alicia, con la mirada algo perdida y los gestos confundidos, bajó sola del avión: sin sus compañeros Albert Vilalta y Roque Pascual. Sus primeras palabras fueron para ellos: "Mi felicidad será completa cuando Albert y Roque vuelvan casa".
"Estoy segura de que respetaréis la tranquilidad que ahora necesito"
La historia de Alicia es parecida a la de muchos miembros de la junta de Barcelona Acció Solidària (BAS): combinar el trabajo en su caso en la administración de Justicia con las reuniones en la sede de la entidad, las llamadas telefónicas y la preparación del viaje. El objetivo más importante del año siempre era el mismo: cruzar con la Caravana Solidària media África para llevar enseres a entidades locales. "Ya cae la noche y una vez más vamos a campar en medio de la nada", escribió en 2008 en el blog de la ONG, "y todos nos vamos a dormir con un mismo pensamiento: Ya estamos más cerca de casa". Puede que durante las noches en el desierto, durante el secuestro, Alicia se preguntara cuándo podría tener ese pensamiento. Otra vez. Y sentirse "más" cerca de casa.
El 29 de diciembre, un mes después del rapto, Josep Carbonell, presidente de BAS, recibió una llamada. Era un número "raro" pero lo cogió. Al otro lado del aparato estaba Alicia: "Carbu, no sé dónde estamos pero estamos bien". Carbonell era consciente de que los secuestradores controlaban lo que Alicia decía, hacía o insinuaba pero no su tono de voz. Y su tono era sereno y tranquilo. "Bajo esa apariencia frágil, Alicia es fuerte", explicó ayer Carbonell, visiblemente contento y acalorado, con las mejillas rosadas.
También ayer, Alicia mostró esa entereza. Con ropas prestadas y el pelo enmarañado, se plantó ante la prensa y dijo unas palabras: "Nos han tratado bien y con respeto".
Las familias prefieren permanecer enun segundo plano
Blindados por el silencioPero a la cooperante no sólo la esperaban los periodistas. Varias autoridades la aguardaban a pie de pista: el president Montilla, el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu; la alcaldesa de LHospitalet, Nuria Marín; la presidenta del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, de donde es funcionaria Alicia, Maria Eugènia Alegret, y miembros de BAS. Todos a punto para darle la bienvenida y un abrazo.
Tras algún minuto de espera, el propio president subió a la aeronave y, poco después, apareció Alicia, seguida de su hermano Germán, que había viajado a Burkina Faso la tarde del martes.
La sonrisa emocionada de Alicia no escondía el cansancio que acumulaba. Y después de los abrazos de rigor, leyó su comunicado: "La solidaridad al Gobierno, a sus amistades y a la sociedad catalana y española".
Y tras Alicia, los políticos. Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación Internacional, que también viajó desde Burkina Faso, reconoció que "el Gobierno está satisfecho", pero sigue trabajando para la liberación de los otros dos cooperantes. Y luego, Montilla. Escueto, sólo algunas palabras.
En poco más de un cuarto de hora, se acabó el recibimiento. "Los familiares están blindados a la prensa", comentó un miembro de la ONG. Ninguna sorpresa. Esta ha sido la tónica durante los tres meses que ha durado el secuestro de Alicia y nada invita a pensar que las cosas cambiarán a partir de hora. "Estoy segura que respetaréis la tranquilidad que ahora necesito para recuperarme", espetó la cooperante con voz suave pero firme a los medios de comunicación. Oído.
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