Entrevista a Agus Morales"La respuesta de Europa a los refugiados de Ucrania es una lección para el futuro"
Emma Pons Valls
Barcelona-
El periodista y escritor Agus Morales publica su primera novela, 'Ya no somos amigos' (Temas de hoy). Inspirándose en las sensaciones que vivió en India y Pakistán cuando era corresponsal de la Agencia Efe, da el paso -"natural"- a la ficción con una historia coral sobre las relaciones entre cinco personajes de distintos rincones del mundo.
Agus Morales (El Prat de Llobregat, 1983) es periodista y escritor. Dirige la Revista 5W y es autor de dos libros de no ficción (como No somos refugiados), pero ahora se estrena con su primera novela, Ya no somos amigos (Temas de hoy). Llevaba años inmerso en este proyecto, desde que dejó de ser corresponsal de la Agencia Efe en India y Pakistán, y finalmente ha salido a la luz. Inspirado en las sensaciones que vivió allí, el libro trata sobre cinco personajes de distintos rincones del mundo y explora sus "coincidencias". Morales defiende que el periodismo también debería dedicarse a ello en lugar de promover "la atención excesiva en la diferencia", y sostiene que hay interés en el periodismo internacional porque "lo es todo": "Lo que ocurre en Wuhan nos afecta directamente".
En una terraza en el centro de Barcelona, explica su visión del periodismo, no tan alejado de la literatura en cuanto a "perdurable". "Escribir una novela no me ha supuesto un esfuerzo, al contrario, para mí escribir es natural, también ficción", afirma. Con el foco puesto ahora en Ucrania y "el éxodo histórico" de población, el periodista cree que la respuesta de la Unión Europea (UE) marcará un precedente, aunque es escéptico sobre que se repita: "No servirá para nada".
'Ya no somos amigos' es su primera novela. ¿El paso a la ficción ha sido natural?
"Todo lo que recibí aquellos años es lo que he derramado en la novela, que está llena de nostalgia"
No ha sido un paso para mí. Hay muchos fragmentos, y especialmente la concepción de la propia novela, que son anteriores a mis libros de no ficción. Siempre he querido escribir ficción, pero consideraba que no estaba suficientemente maduro para hacerlo. Ahora quizás tampoco... pero al final me he decidido. En mi caso es muy natural: yo estudié Periodismo y después hice un doctorado de Lengua y Literatura. A mí lo que me gusta es escribir. Cuando hago periodismo lo hago con todo el rigor, pero en la literatura también. No me ha supuesto un esfuerzo, al contrario, para mí escribir es natural, también ficción. Y espero hacerlo más. También otros géneros, como poesía, que también escribo. Una cosa es lo que publicas y otra lo que escribes.
Ha sido un proceso largo. ¿Por qué se ha decidido a publicarlo ahora?
La novela la empecé cuando volví de la corresponsalía de Efe en Pakistán, en 2012. Empecé con la historia de Omar, con el escenario de El Prat. Se fue desarrollando y de algún modo hice caso a estas voces polifónicas que tenía en mente, fruto también de la experiencia vital. Iban apareciendo más personajes y mi idea era hacerlos dialogar. Este proceso se alargó hasta que consideré que era momento de cerrar la novela. En medio escribí dos libros de no ficción. Hay cinco protagonistas y el equilibrio es difícil; esto me ha costado un tiempo.
El punto de encuentro es Delhi. ¿Qué influencia ha tenido su vida en la India?
Yo estaba allí de corresponsal para Efe, y esto [la novela] es la cara B. La cara A quizás es lo que publicaba, y eso es la otra. Siempre digo que la cara B, para mí, es la cara A; es lo que vives, lo que experimentas, lo que sientes... La novela es muy sensorial. Me hubiera costado expresar estas sensaciones si no hubiera estado ahí. No existe una correspondencia vital, a nivel biográfico, sino más bien este registro sensorial. Todo lo que recibí esos años es lo que he derramado en la novela, que está llena de nostalgia.
Uno de los protagonistas es de El Prat de Llobregat, como usted. Dice que no hay elementos biográficos, pero con este personaje, ¿quizás sí que hay algo de identificación?
"Cuando decimos 'un pueblo entero es así' estamos anulando la individualidad"
Sí, porque es vecino mío. Pero no tiene nada que ver conmigo. Él va al Baldiri [Guilera], que es el instituto de El Prat al que yo fui también, pero en aquella clase él lanzaba la pizarra por la ventana y yo estaba atento al examen. Es muy diferente a mí, pero sí, está el escenario, que es El Prat y es casi un personaje más. Hay recuerdos, también nostalgia...
¿Tiene en mente más novelas?
Tengo dos o tres proyectos, pero veremos. Tengo más ideas, también en la no ficción. En algún momento me gustaría publicar poesía, pero no tengo prisa. Me da respeto.
Cambiando de registro, acaban de presentar el nuevo número de 'Revista 5W'. Se centra en la guerra y, sobre todo, la paz, pero no hay nada de Ucrania porque ya la habían enviado a imprenta cuando empezó la invasión. ¿Por qué decidieron centrarla en este tema antes de que empezara a ocupar espacio en todos los medios?
Constatamos que éste es un mundo donde no son sólo las guerras las que lo definen, con tantas personas desplazadas y refugiadas en todo el mundo, sino sobre todo el fracaso de la paz. El hecho de que haya países en los que no hay guerra pero tampoco paz determina que haya gente que no puede volver a su casa, la sensación de inseguridad constante... si unes los últimos conflictos, como Ucrania, Siria o Etiopía, a otros que durante décadas han estado congelados, como República Democrática del Congo o Afganistán, esto configura esta situación actual en la que estamos en récord de personas desplazadas por la violencia. La revista profundiza en los procesos de paz, por qué fracasan: por la falta de voluntad política, por el cinismo.
Ha escrito mucho sobre refugiados. En 2017 publicó el libro 'No somos refugiados'. ¿Cómo valora que ahora por primera vez, con los refugiados ucranianos, sí se hayan puesto los mecanismos por acoger?
"La resaca del 'Welcome refugees' ha sido el auge de los partidos de extrema derecha"
Lo ocurrido demuestra que con voluntad política y popular se puede acoger a millones de personas. Estamos hablando de más de cuatro millones de personas que han salido de Ucrania, en mes y medio. Si lo comparas con Afganistán, Siria, Venezuela... quizás el año en que más personas salieron de estos países, ya son menos que las que han salido de momento de Ucrania. Esto demuestra que se puede hacer, y hago una lectura optimista de ello: no sé si ha pasado el tiempo de la empatía, o de intentar desde el periodismo apelar a las emociones, pero yo cada vez creo más en la racionalidad. La próxima vez debemos decir que existe este ejemplo. La respuesta de Europa a los refugiados de Ucrania es una lección para el futuro.
¿Cree que establecerá un precedente, cambiará algo en lo que respecta a la acogida en un futuro?
Sí, el problema es que después no va a servir para nada. Pero al menos está ahí. Ya no puedes decir que no puede hacerse.
¿Le ha sorprendido?
Ya me lo esperaba un poco. Sin embargo, impacta. Si comparas con el 2015, cuando un millón de personas llegó a Europa y se generó alarma social, es triste. O los afganos que están todavía en Lesbos, sine die.
Haciendo un símil, también al principio se dijo que la pandemia cambiaría cosas de la sociedad. Estuvo también en primera línea cubriéndolo. ¿Cree que ha desaparecido esa solidaridad de los primeros meses?
La paradoja de la pandemia es que debería ser un tema en el que muchos estados estuvieran de acuerdo y fueran en la misma dirección. En Ucrania existen intereses opuestos, pero la pandemia no es una guerra, como se dijo. Esto apunta a que tendría que haber más oportunidades para el diálogo, pero nos hemos encontrado lo contrario. Yo sí esperaba que hubiera más oportunidades para repensar cómo hacer las cosas. Una demostración de que esto no fue así fue un año más tarde la distribución de las vacunas a nivel global. Si dejas continentes enteros sin vacunación, no sólo demuestras que el sistema sigue igual sino que no es racional. No es la forma de acabar con la pandemia. Además de inhumano y racista, es irracional. Yo creo que la pandemia nos ha separado más, a nivel de tejido social y de estados, con el cierre de fronteras, por ejemplo.
En ese momento se pensaba que traería cambios buenos para la sociedad, pero dos años después hemos constatado que no ha sido así. ¿Puede ocurrir lo mismo con Ucrania?
No me gusta hacer predicciones. Pero los precedentes nos dicen que en 2015, con la ola de solidaridad del Welcome refugees, después se volvió en contra y desembocó en xenofobia y el auge de muchos partidos de extrema derecha; fue la resaca del Welcome refugees. Los precedentes no son positivos. Creo que necesitamos más conciencia colectiva de las coincidencias que tenemos, en todo el mundo. Existe una atención excesiva en la diferencia. De hecho, la novela va de eso. Cuando yo escribo sobre el chico de El Prat me inspiro en un escritor hindi. Y no es un juego, es algo natural. Cuando decimos 'un pueblo entero es así' estamos anulando la individualidad. Y no hacemos más que quemar estos puentes; desde la caída del muro de Berlín no hemos parado de construir muros.
¿Qué rol cree que tiene el periodismo en ello?
Uno esencial. Hacer periodismo es comparar. Y vemos que muchas veces [el periodismo] se aísla en burbujas, de política, nacionales, de deportes... Y esto no es natural porque no es cómo concebimos la vida. En el día a día no la concebimos tan cerrada. Yo entiendo el periodismo como aquél que lo relaciona todo. A mí, el periodismo que me gusta es el que hace estas relaciones, es el más natural. Ilumina la conexión que ya está ahí: la muestra, la enseña.
Esto choca con el periodismo que se hace actualmente.
"Una buena historia en Sudán del Sur es universal"
El problema es cuando estamos aislados en nosotros mismos en esa burbuja, que es un obstáculo. Un medio que no mire el mundo para mí no tiene ningún sentido, y eso no significa tener corresponsales, sólo. Una revista de poesía, por ejemplo, no tiene, pero no se está mirando el ombligo, y lo relaciona todo.
¿Esta visión se entiende, tiene un público?
Cuando tocas un tema universal, esto interpela. Es la historia del periodismo y de la literatura. Otra cosa es que una determinada forma de realizar periodismo no excite los clics. Lo que estamos viendo es que no sólo existe esa burbuja autorreferencial, sino que pone trampas. Cuando tratas un tema universal puedes llegar a mucha gente. Pero sí hay medios que su público es una inmensa minoría, como diría Juan Ramón Jiménez. Pero no puedes pensar en esto, sino en qué tiene sentido. No hay que ser elitista, que es otro riesgo. Hay que estar abierto a todo. Una buena historia en Sudán del Sur es universal. El periodismo es el mismo en todas partes: para mí era lo mismo ir a cubrir un pleno municipal de El Prat que cubrir la muerte de Bin Laden en Pakistán. El trabajo es el mismo.
El periodismo que hacía como corresponsal de Efe es muy distinto al que hace ahora.
Casi opuesto. Las agencias son fundamentales. A veces pensamos que lo más importante es la crónica del diario, pero la agencia es la fuente fundamental de la información que todo el mundo copia y absorbe. Es una tarea esencial. En estos dos extremos se encuentra el valor: las fuentes más inmediatas, directas, el tiempo corto; y después el tiempo largo, que es lo que hacemos en la revista normalmente. Incluso dentro del sector, estamos dejando menospreciar el trabajo de las agencias, cuando es fundamental. A mí me sirvió como receta de humildad: no firmas, no se te reconoce. Es una gran escuela de periodismo. Pero llegó un momento en el que quería dedicarme a otra cosa. Cuando creamos la revista, lo hicimos con una voluntad de permanencia que tiene la literatura también. Una crónica de 2016 sobre Siria todavía puede leerse hoy.
Ha ido a Ucrania. ¿Qué se encontró?
Me centré en el éxodo, en los movimientos de población. Llegué el día después de la invasión, a Polonia, y después entré en el país. Desde el principio veía que sería un éxodo histórico. Con las fronteras abiertas, la solidaridad que hubo en países que eran antiinmigración... Es un momento de la historia en el que ves que cambia el mundo. Las historias eran muy parecidas a las que sentías de sirios y afganos en 2015. Un tema distinto era el tren como gran símbolo de la fuga. Y esta población no vuelve de un día para otro a casa, ni siquiera si se acabara la guerra. Es un proceso muy complejo. Queda mucho por hacer desde el periodismo para explicar qué es lo que va a pasar en los próximos años, con el rol esencial de Europa.
La proximidad ha hecho que muchos periodistas y fotoperiodistas, la mayoría freelance y algunos sin experiencia, fueran a Ucraina. ¿Qué opina?
Siempre hay una primera cobertura: yo tuve una también. Pero es verdad que había mucha prensa, mucha gente acude sin tener una protección y una garantía de que podrá publicar su trabajo. Pienso mucho que los freelances cada vez más deberían trabajar de forma más horizontal, temática. Muchos ya lo hacen. Por ejemplo, tratar los movimientos de población en distintas partes del mundo. O el corresponsal freelance que está afincado en un país y tiene uno o dos clientes fijos. Es complejo porque en la industria no hay dinero y hay muchas personas dispuestas, en este caso, a ir a Ucrania a publicar su trabajo. Y muchos medios son muy irresponsables y les interesa el tema al principio, pero después ya no. Cuando tenemos más cosas que contar porque llevamos más tiempo ahí, ya no interesa. La precarización de la profesión es algo evidente. Varias generaciones ya hemos intentado ser una especie de empresarios de nosotros mismos, hacer planes para buscar la manera de explicar lo que crees que vale la pena y al mismo tiempo contar con los recursos necesarios para ello.
Ha habido también mucha exposición de los propios periodistas en las redes sociales. ¿Cree que esto también está fomentado por la precarización?
"El periodista no es la historia; si no, te has equivocado de profesión"
Lamentablemente creo que el ego en el periodismo nos trasciende, es histórico. El ego en el periodismo ha sido siempre una constante. Ahora hay otras formas de expresión, que hacen que quizás este ego pueda ser más público. También que sea más fragmentado y diverso, que ya está bien. Pero no creo que sea distinto. También ahora la gente está más atenta a las redes y quizá ve cosas que antes no veía. Pero es un problema. El periodista no es la historia; si no, te has equivocado de profesión. Lo bonito del periodismo es que no hablas de ti, hablas de la gente y puedes olvidarte de ti durante un rato. Puedes salir de ti mismo. Supongo que por eso hice periodismo, porque puedo hacer esta excursión, meterme en la vida de los demás. Es cierto, y un buen ejemplo es Ucrania, que tú eres un actor de lo que está pasando. No puedes escribir de forma neutra como si no existieras. Yo he escrito en primera persona muchas veces. Pero no para decir cosas que no le importan a nadie sino para contar una realidad y no ser tan falso como para decir que no estoy. Si decides hacerlo de forma más subjetiva es porque quieres contar una verdad, no porque quieras mirarte el espejo. Es un punto de vista, una mirada.
Hace unos meses el foco estaba en Afganistán, después de años de conflicto, pero ahora vuelve a no estar ahí. ¿El periodismo internacional interesa?
La gente no lo sabe pero sí le interesa el periodismo internacional. Periodismo internacional no es la bolsa de Bombay o la última declaración de Biden. Periodismo internacional es todo: lo que ocurre en Wuhan nos afecta directamente. Y al revés, cosas que nos suceden aquí también. No puede ser de otra forma. Otra cosa es cómo articulamos la información y cómo la gente la consume. En el momento en el que llegas es cuando hay más demanda informativa, y a medida que pasan los días y aprendes más, tienes menos espacio [en los medios]. Esto tiene que ver con dinámicas naturales, pero también con cómo está construido el sistema mediático. Estamos en una especie de ‘turborealidad’. Tampoco podemos exigirle a la gente que esté atenta a todo, pero hay un punto medio.
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