Este artículo se publicó hace 14 años.
La resiliencia de Zapatero
Los que anticipan su final olvidan que conjuga flexibilidad con resistencia
Gonzalo López Alba
La resiliencia es un concepto de la Física que el psiquiatra Luis Rojas Marcos ha aplicado al estudio de la capacidad exclusiva de los seres humanos para recuperarse de situaciones adversas y traumáticas (Superar la Adversidad, Espasa). Se refiere a la capacidad de un material para encajar un golpe, recuperarse y luego volver a su estado original. Una combinación de resistencia y flexibilidad.
Ambas cualidades son señas de identidad de la personalidad política de José Luis Rodríguez Zapatero, según acredita su trayectoria. La de la flexibilidad ha sido ampliamente glosada con el propósito no oculto de desacreditarle. Con este fin poco o nada disimulado, se utiliza el término como sinónimo de veleta, aunque también cabría sostener que el presidente del Gobierno no hace otra cosa que aplicar el sistema que estableció Roosevelt durante la Gran Depresión: "Es de sentido común tomar un método y probarlo. Si falla, admitirlo claramente e intentarlo con otro. Pero, sobre todo, hay que intentar algo".
El Gobierno trabaja con datos que apuntan a que la crisis ha tocado fondo y ya no le puede ir peor
Los adversarios y detractores del presidente, que se han apresurado a entonar el gorigori por el fin de la era Zapatero, olvidan que a la flexibilidad acompaña la resistencia en quienes tienen el don de la resiliencia. Cierto es que ningún político, ni en España ni fuera, ha logrado burlar la secuencia que establece que tras el domingo de ramos llega el viernes de pasión, y que por esas hojas del calendario anda ahora el presidente del Gobierno, pero más de uno al que se ha enterrado prematuramente ha tenido su domingo de resurrección. Que se lo pregunten, por ejemplo, a Ruiz-Gallardón.
El fajadorQuienes le han acompañado desde el comienzo de la aventura de Nueva Vía, que le condujo al liderazgo del PSOE, y todavía continúan en su entorno más próximo, no ocultan un asombro admirativo ante su capacidad de encaje. Zapatero es en política lo que en boxeo se cataloga como un fajador, modelo cuyo arquetipo fue Jake LaMotta, campeón mundial de peso medio, cuya vida llevó al cine Martin Scorcese en The Raging Bull. No sería la primera vez que Zapatero se levanta de la lona cuando la cuenta se acercaba al inapelable diez.
El pacto de Estado tampoco interesa a Rajoy porque fía su éxito al fracaso de Zapatero
Un fajador "ni se amilana con los golpes, ni cabecea para evitarlos, su objetivo único es avanzar, aunque por su tozudez le aplasten la nariz y las orejas se conviertan en el raro vegetal que es la coliflor", según explica Franco Kid Becerra.
Resistir ha sido una constante del modus operandi de Zapatero desde que, siendo aún casi un adolescente, se convirtió en un profesional de la política. Y, con media legislatura por delante, los datos que maneja el Gobierno le hacen creer a riesgo de que los economistas sigan equivocándose que la recesión en España ya ha tocado fondo, que la situación ya no puede ir a peor, aunque pueda haber algún repunte puntual.
Esta es una de las razones por las que el presidente descarta un pacto de Estado global con el PP. No le interesa porque sus opciones de revalidar la mayoría en 2012 pasan por aparecer como el dirigente que sacó a España de la crisis, situando al PP en el negativo de la foto. Tampoco le interesa a Mariano Rajoy, que fía las posibilidades de su éxito electoral a que la crisis deje a Zapatero hecho unos zorros y le convierta a él en el mal menor. Y, aunque pretenda encarnar el papel de mediador altruista, la iniciativa de CiU de promover el entendimiento entre los dos grandes partidos no responde si no a su interés en recuperar la marca de partido de Gobierno ante las próximas elecciones en Catalunya.
Más allá de los intereses electorales, la crisis tiene un importante componente ideológico y, por ende, también existen diferentes fórmulas ideológicas para salir de ella, aunque haya asuntos que trascienden esa línea divisoria, en los que el consenso no sólo es posible, sino casi imprescindible, como en el impulso a la I+D+i o la estabilización del modelo educativo.
El ágora de la televisiónA la postre, lo que determina el liderazgo, como dijo Zapatero durante su excursión a Washington, "es la confianza de los ciudadanos". Tras la semana de pasión del Gobierno, el presidente y su vicepresidenta económica se lanzaron a un road show por los circuitos financieros y socialistas para recuperar la credibilidad perdida y atajar el desasosiego creado por ellos mismos al dispararse en los pies moviéndose al ritmo de Ricky Martín (un pasito para adelante, un pasito para atrás). Pero, si se tiene en cuenta que el ágora moderna es la televisión, resulta un tanto sorprendente que el presidente no haya llevado la gira explicativa al circuito que permite llegar a un mayor número de ciudadanos y de la forma más directa.
Esta actitud puede interpretarse como una prueba de pulcritud democrática en el uso de los medios públicos, pero Barack Obama, que todavía conserva la frescura del recién llegado al poder, ha convocado a congresistas demócratas y republicanos a una discusión con la televisión en directo para confrontar argumentos sobre la crucial reforma sanitaria en EEUU.
Sus propios correligionarios reclaman a Zapatero que explique más y mejor algunas cosas. Por ejemplo, que si la recuperación en España está siendo más lenta que en otros países es porque la caída fue más brusca y porque, proporcionalmente, se han destinado más recursos públicos a garantizar las prestaciones sociales para los parados, de modo que la curva de salida ha de ser necesariamente más abierta y suave.
Aunque de nada servirá nada de todo esto, ni de lo anterior, si Zapatero sigue interpretando la yenka (izquierda, derecha, adelante, detrás).
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