Este artículo se publicó hace 17 años.
Putin, abogado de Irán
Moscú ha conseguido que los países costeros del Mar Caspio, que se han reunido en una Cumbre en Teherán, den su apoyo implícito al programa nuclear iraní, siempre que sus fines sean civiles.
Rusia ha dado un paso adelante en su estrategia de blanquear la imagen de Irán, un país clave para sus intereses intereses económicos y geoestratégicos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, viajó a Teherán para asistir a la cumbre de países costeros del Mar Caspio, donde intentó recabar apoyos regionales para el régimen de los ayatolás.
Su esfuerzo no fue baldío. Putin logró que el documento final de la cumbre incluye una declaración implícita de apoyo al programa nuclear iraní, siempre que sea para uso exclusivamente civil.
No fue el único logro tras el que se vio la mano de Rusia. Los cinco Estados participantes - Rusia, Irán, Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán- se comprometieron a no permitir que un país tercero utilice su territorio para atacar a uno de ellos.
Esta promesa da un respiro al régimen iraní, que hasta ahora temía que Estados Unidos utilizara el territorio de Azerbaiyán -uno de sus aliados en la región- para lanzar un ataque contra Irán.
Valedor de Irán
En los últimas meses, Rusia se ha convertido en el principal valedor de las tesis iraníes de que su programa de desarrollo nuclear no tiene objetivos militares.
Este apoyo no es ajeno a los pingües beneficios que Rusia espera obtener si el régimen iraní lleva a cabo su plan de construir veinte centrales nucleares en los próximos quince o veinte años.
Los rusos están bien situados en la carrera por los contratos y los suministros para este proyecto.
Rusia está construyendo ya para Irán el reactor nuclear de la central de Busher. Además, a finales de febrero de 2005, los dos países firmaron un acuerdo por el que Rusia provee a esta central de combustible.
Si esta colaboración se multiplicara por veinte, los beneficios serían astronómicos.
Los rusos tampoco son indiferentes a las enormes reservas de petróleo y gas de Irán, ni al jugoso negocio que representan las ventas de armas a este país, que desde hace años es un buen cliente de la industria armamentística rusa.
Según el diario ruso Kommersant, durante su visita de ayer a Teherán, Putin -que se reunió con el presidente Mahmud Ahmadineyad y con el líder supremo, Ali Jamenei- tenía previsto firmar la venta de cincuenta motores de caza Mig-29 por valor de 150 millones de dólares.
Servirán para modernizar los cazas Azarakhsh, una versión de los F-5 norteamericanos de los años 70. Frente a un posible ataque de Estados Unidos, Teherán moderniza su armamento en provecho de Rusia.
Si el atractivo económico de Irán no es baladí, tampoco lo es el aspecto geoestratégico. Deseosa de recuperar su influencia de hace años en Oriente Próximo, Rusia no obvia que Irán es el principal aliado de Siria y que financia al grupo libanés Hizbolá. Tampoco es nimia su influencia en Irak y Afganistán a través de su contacto con las comunidades chiíes.
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