Este artículo se publicó hace 15 años.
Partegàs recrea la agresividad del consumo
La artista vuelve a Barcelona a pocos días de exponer en el MoMA
Los títulos de sus exposiciones no dejan lugar a dudas: Colapso cotidiano, Barbarie y Shopping heads no se refieren a la vida en Marte, sino a la sociedad de consumo de la era pos-industrial. Con una trayectoria que incluye exposiciones en el Reina Sofía, el Whitney Museum de Nueva York, el Irish Museum of Modern Art y en el MoMA a partir del 27 de abril Ester Partegàs (La Garriga, 1972) vuelve a su tierra para exponer nuevas piezas en Revaba, hasta el 16 de mayo en la galería Nogueras Blanchard de Barcelona.
Una muestra en la que Partegàs se sirve de la videoinstalación, la escultura y la pintura para materializar las tensiones que genera la sociedad de consumo. "Tengo la sensación de retratar algo violento. Nuestra cultura está obsesionada con especializar y fragmentar. La violencia se halla en creer que nada tiene que ver con uno mismo, en pensar que estás escindido y que observas desde fuera un mundo que no te afecta. De ahí nace el miedo y sobre todo un profundo sentido de insuficiencia y desarraigo", explica.
Que nadie se llame a engaño: Partegàs no forma parte de la cruzada contra el consumo "No pretendo señalarlo como el gran mal actual", sino que lo considera una vía de investigación para conocer mejor al ser humano. Y tampoco demoniza todo el sistema que sustenta a la compraventa. De hecho le reconoce méritos a la publicidad. "La frustración me interesa por cuanto tiene que ver con un proceso íntimo que no viene tanto producido por la publicidad; si bien la publicidad es capaz de rescatarlo porque ya estaba ahí".
Pop reciclado
El lenguaje de Partegàs se nutre de la herencia gráfica y cromática del pop art y de un juego de escalas que le sirve para poner de manifiesto "la letra pequeña, a veces más sustanciosa que la grande". Pero su obra interpela al espectador de un modo crudo, sin espacio para el confort.
En contenido, su trabajo se relaciona con el de otros artistas de su misma generación, como las últimas pinturas de Norbert Bisky (Leipzig, 1970) con presencia en la última Arco o la serie Quédate día feliz, de Paloma Pájaro (Madrid, 1977).
Una hornada de artistas que ha crecido con la caída del Muro de Berlín y ha asistido a la implantación de un capitalismo cada vez menos controlado por las democracias. "Lo que sigue sorprendiendo de todos estos cambios políticos es la capacidad del ser humano por infligir dolor. Los intereses privados son en última instancia productores de crueldad, de manera parecida a como lo eran las dictaduras y regímenes políticos", reflexiona.
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