Este artículo se publicó hace 12 años.
Y el Óscar es para... la nostalgia
Los Óscar han cerrado un círculo: empezaron premiando una película muda en 1929, "Wings", y hoy han vuelto a hacerlo con "The Artist" en una gala claramente retrospectiva, presentada por Billy Crystal y con premiados ya de leyenda como Meryl Streep y Christopher Plummer.
El mensaje era claro ya desde las nominaciones: si la moda vio hace tiempo que lo "vintage" podía ser lo más vanguardista, el cine ha tardado hasta esta edición de los Óscar para hacerlo oficial. Dos homenajes a los orígenes del cine se repartieron el pastel de Hollywood, pues en empate numérico con "The Artist", "La invención de Hugo", de Martin Scorsese se llevaba cinco premios técnicos.
Billy Crystal, el mejor presentador vivo de esta ceremonia, repetía por novena vez y no renunciaba a su lengua viperina -lanzando dardos incluso contra el discurso oficial de la Academia- pero a su vez presentaba vídeos sobre lo emocionante que es descubrir el cine. Y no de cualquier manera, en pantalla grande, que para eso son también los premios de la industria.
Meryl Streep, otro rostro inamovible de toda ceremonia de los Óscar que se precie, subía por fin después de treinta años otra vez a por un premio. "Puedo oír a medio Estados Unidos diciendo. 'Oh no, otra vez ella'", bromeaba la ganadora. Y pasaba rápidamente a lo sentimental para dedicar el premio a su marido.
Lo mismo hacía Christopher Plummer, que desbanca a Jessica Tandy como el actor de más edad jamás premiado -tiene 82- y quien, con esa elegancia que le hizo célebre como Capitán von Trapp de "Sonrisas y lágrimas", dedicaba su galardón a su esposa. "Merece el premio Nobel de la Paz por venir y rescatarme cada día".
Más miradas a lo clásico y familiar: Michel Hazanavicius, además de mandar a sus hijos a dormir si estaban viendo la televisión en París, donde eran las seis de la mañana, ha agradecido tres veces a Billy Wilder su influencia sobre él, al más puro estilo de Fernando Trueba, que no tuvo opción de subir al escenario por su "Chico & Rita".
"The Artist" había hecho algo completamente inédito, eso sí, al abrir la veda al cine no anglosajón, que nunca había ganado en los Óscar, aunque con el atenuante de que su película era la única de las nueve finalistas en estar íntegramente rodada en Los Ángeles.
Eso sí, Jean Dujardin se despachaba diciendo que si su personaje, Geroge Valentin, hablara diría.... gracias en francés.
Con el sincopado ritmo de la televisión, que después de eliminar años anteriores los Óscar honoríficos han arrasado ahora con los números musicales, el único espectáculo vistoso ha sido el del Circo del Sol con música de Danny Elfmann, pero no se pudo ver ni la samba de Carlinhos Brown y Sergio Mendes ni la canción ganadora, "Man or Muppet".
Y con las medidas de seguridad cada vez más reforzadas y con la emisión totalmente controlada, la cuota de la incorrección política guionizada se la llevaron las protagonistas de "La boda de mi mejor amiga", que se bebieron un chupito en pleno escenario, pero la gala no pudo evitar un tono rutinario.
Ni siquiera este año hubo un vestido especialmente destacable por ser provocador o de llamativo mal gusto. Entre las que mejores críticas recibieron por sus vestidos estuvieron Gwyneth Paltrow, de blanco de Tom Ford; Jessica Chastain, con brocados dorados de Alexander McQueen, y Emma Stone, de rojo por Giambattista Valli.
Y hablando de firmas, una de las bromas más repetidas por Billy Crystal fue hacia el Kodak Theatre, que este año fue un auditorio de "marca blanca" debido a la quiebra de la compañía -y allí no hubo nostalgia por lo analógico que valiera- y al que se referían como auditorio Hollywood y Highland.
Mateo Sancho Cardiel
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