Hasta el Mundial de Italia 90, Brasil, que hoy disputa ante Suráfrica la segunda semifinal de la Copa Confederaciones, siempre fue la lírica. Sus centrales eran los peores jugadores del equipo. Pero en aquel campeonato se originó el principio del cambio. Lazaroni jugó con tres centrales. Incapaz de admitir la ofensa, el país le tiró piedras de rabia y desde entonces Brasil nunca ha vuelto a tener el encanto que tuvo. Ha ganado hasta un Mundial en los penaltis (EEUU 94) y la torcida ha aprendido a admirar a sus centrales.
Desde Italia 90, ha pasado una legión (Galvao, Rocha, Aldair, Junior Baiano, Marcio Santos...), pero nadie tuvo la aceptación popular de Lucio, quizá el menos brasileño de todos. No es de color. Su físico parece una muralla, de pata larga y mirada enérgica. Se ha acostumbrado en Alemania a los inviernos bajo cero y rara vez se excede con la pelota. Pero, eso sí, corre mucho. En torno a él se edifica desde el inicio del actual milenio la defensa brasileña. Ha cumplido 31 años, 'pero hay Lucio para rato', se ha escrito en O Globo antes de la Copa Confederaciones, la cuarta seguida del capitán.
Cuando Lucio llegó, ser defensa era una profesión de alto riesgo en la canari-nha. La crítica era tan susceptible que hacía parecer peores a los jugadores. Pero ahora ya no. Una parte del periodismo brasileño responsabiliza a Lucio de ese cambio de ideología. Existe un arsenal de datos que bendicen a este futbolista, que tiene el récord de minutos seguidos sin hacer falta en un Mundial: 383 en Alemania 2006. 'Jugar limpio es el primer mandamiento en el marcaje', justifica.
Lucio es el único futbolista que queda de los campeones de 2002. Y no sólo por edad. Tiene los años de Ronaldo (31) y tres más que Ronaldinho. Pero Lucio es otra cosa. El deseo dura hasta que la motivación se agota. El resto es una cuestión de personalidad, el orden que esconde detrás del silencio. Su vida es casi un misterio para la opinión pública. No hay tentaciones duras. Ni viaja sin permiso ni se excede en la dieta: controla el mismo peso de hace siete años. Los futbolistas también se explican a partir de esos datos.
Juan, con el que forma zaga, habla de su efecto celestial. 'Verle en el vestuario es creer'. Quizá por eso Lucio sea uno de los blancos más valorados de la historia del fútbol brasileño y hay quien lo coloca en el nivel de Riveli-nho, Branco o Jorginho.
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