Salvador Peiró es doctor en Medicina especializado en Salud Pública y trabaja en el Centro Superior de Investigación en Salud Pública de la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valencia. Su experiencia como médico y su conocimiento de la Adminsitración le hacen afirmar que el Gobierno no está 'meditando bien' las reformas sanitarias que está emprendiendo. Desde el copago hasta la privatización de hospitales. Investigador asociado del Centre de Recerca en Economia i Salut de la Universitat Pompeu Fabra y presidente de la Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud, alerta de los peligros de las concesiones y de la falta de transparencia tanto en el sector público como en el privado.
¿Qué consecuencias tiene la privatización de la sanidad, que se ensayó en el País Valencià y que ahora aplica la Comunidad de Madrid?
En Valencia, no ha habido consecuencias desde el punto de vista asistencial. Los hospitales con modelo de concesión no son ni los mejores ni los peores de la comunidad, pero no ha habido un gran drama desde el punto de vista de los pacientes. En Madrid, la situación se está deteriorando mucho y la manera en que se está desarrollando todo genera un clima que no es bueno para nadie. El Gobierno no lo está haciendo bien, negocia mal, dialoga mal y las protestas se encallan. La atención sanitaria no se puede gestionar sin la colaboración y la cooperación de los profesionales sanitarios. Hacer saltar esto por los aires es disparatado. Sea cual sea la manera en que se solvente el problema, les costará reconducir la situación a un escenario normal sin que haya víctimas, heridos, bajas.
¿Qué opina del Plan de Medidas de Garantía de la Sostenibilidad del Sistema Sanitario de la Comunidad de Madrid?
Es difícil opinar sobre un plan del que se conoce poco. Se sabe el objetivo final que quiere lograr el Gobierno, pero se sabe poco de los procesos, los cómos, los porqués. Por ejemplo, no hay ningún argumento que justifique la privatización de hospitales. Y resulta extraño el caso de las cooperativas de atención primaria. Si quieres que los médicos se asocien para montar una empresa o una cooperativa para gestionar un centro, no puedes obligarles. No puedes hacer que, por decreto, los médicos dejen de ser funcionarios para convertirse en empresarios. Es un plan que yo no llamaría plan. Es más bien un listado de objetivos, pero no hay un plan con pasos y presupuestos. La incertidumbre que genera esta inconcreción es lo que provoca las protestas.
Lo que sí sabe es que el Gobierno de González quiere ahorrar 533 millones de euros privatizando seis hospitales y 27 centros de salud. ¿Son las únicas soluciones?
El sistema sanitario tiene grandes posibilidades de ahorro. Externalizar es una opción posible si se hace bien, pero se debe meditar y hacer despacio, centro por centro, viendo cómo funciona. En función de cómo se lleve a cabo puede generar ahorros o más gastos. El gasto hospitalario por habitante no es muy diferente en las áreas de salud gestionadas por concesiones que por el sector público. El gasto hospitalario por habitante en España puede ir desde 1.300 a 300 euros por año. Y dentro de este abanico, la concesión suele estar por el medio, con hospitales públicos por arriba y por debajo.
Luego hay mecanismos que son delicados. Las concesiones se financian pagando una prima por cada paciente que tiene en su territorio. Si alguien de otra área va a ese hospital, paga por el coste de atención que ha recibido. El problema de esto es que, por ejemplo, si una mujer que vive en Alcorcón se va a parir a Torrejón, el coste del parto -unos 2.000 euros- los recibe Torrejón pero no se los quita a Alcorcón porque Alcorcón sigue pagando la plantilla de ginecólogos, el edificio, etc. Lo único que ha dejado de gastar Alcorcón es la anestesia y la comida. El resultado es que, por este mecanismo, el modelo de concesión puede acabar incrementando el gasto. Al pagador único, a la comunidad autónoma, le puede salir la torta por un pan según cómo funcionen los flujos de pacientes entre territorios. Son modelos para meditar más, para pensar más. Por ejemplo, funcionan bien en Suecia, donde un 90% de los hospitales se gestionan bajo sistemas de este tipo. Es una posibilidad pero requiere que los contratos se hagan bien y que las cosas se mediten y se piensen.
En Europa, el modelo privado en la gestión hospitalaria también funciona porque hay transparencia y rendición de cuentas.
Eso es clave para todo. Pero el sector público de gestión directa en España no es más transparente que el sector de concesión. Sabemos poco de todos. Sin transparencia, sin decir cómo vas a hacer las cosas, sin planes de futuro, esto no tiene arreglo. Hace falta un poco de cabeza. No estamos ante un problema de cómo se podrían hacer las cosas en un mundo ideal, sino ante un problema de desconfianza enorme al ver cómo se hacen las cosas en el mundo real. Y las soluciones que se proponen no son a los problemas a largo plazo de los pacientes, sino soluciones para escapar de algo que nos da miedo. Parece que importa más dejar bien claro quién manda que prestar la atención que toca.
Es la falta de transparencia lo que activa las puertas giratorias?
La puerta giratoria es un concepto que nace en Estados Unidos y allí no está mal visto, siempre que se haga con total transparencia. Las entradas y salidas en un entorno transparente y con las debidas restricciones pueden ser hasta positivas socialmente hablando. El problema no es tanto la falta de regulación para que una persona que viene del mundo empresarial entre en la Administración pública o al revés como una regulación que deje claro quién es este señor, de dónde sale, quién le paga, cómo le paga y qué relaciones puede tener.
¿Qué opina del copago sanitario?
El problema no es tanto lo que se hace sino cómo se hace. Cómo se ha hecho nos puede costar mucho dinero. Establecer un copago en antibióticos o fármacos para dormir, de los que se hace un consumo abusivo a veces, es una cosa; pero establecer copago a medicamentos para gente que ha tenido un infarto nos cuesta reinfartos y más hospitalizaciones. Simplemente necesitamos un sistema inteligente que establezca copagos moderados en las cosas en las que tiene sentido ponerlos. En este momento, las personas en activo pueden tener mucha menos renta que los pensionistas. Con el copago, a un paciente complicado podemos arruinarle. Lo que reduce la utilización es el primer céntimo, eso sí hace que la gente deje de comprar aquello que es innecesario. En cambio, hacer pagar luego más dinero incrementa las dificultades y la recaudación, pero no reduce la utilización.
El modelo de copago que ha aplicado el ministerio es muy difícil y muy caro de poner en marcha. Tiene muchísimos problemas, obliga a cruzar montones de datos y además no se están efectuando bien las devoluciones mensuales cada trimestre. Al cabo de unos meses, podemos estar debiendo a la gente 100 euros, y para algunas personas es un tercio de su sueldo. Es un modelo muy complejo. En países normales, el tope de copago se establece en función de las rentas, no del número de recetas, eso no tiene ninguna lógica. Además hay muchas incidencias. Un caso curioso es la gente que rescata los planes de pensiones. Como tienen rentas altas acumuladas de toda su vida, este año tienen que pagar unos disparates de copago. Además, como la renta lleva un año y pico de retraso, estamos poniendo copagos hoy sobre la renta que tuvimos hace dos años y la situación de la gente puede haber variado mucho en este tiempo.
¿Cómo ve el futuro de la Sanidad en España?
La Sanidad es el servicio que la sociedad más aprecia y el que cree que mejor justifica sus impuestos. Anque es un gran elefante porque emplea a 500.000 personas (casi 200.000 son profesionales sanitarios), funciona tan bien como en cualquier otro país de nuestro entorno, estamos en el promedio de los 10 o 12 mejores países del mundo. Pese a la burbuja sanitaria, que hay comérsela un poco, el sistema aguantará. Si somos inteligentes manejando estos tiempos y dejamos de hacer tonterías, incluso podremos salir mejor de lo que estábamos. Pero también es cierto que si no lo hacemos bien, saldremos peor. De momento, da miedo, pero en principio, mientras la gente tenga la percepción de que el sistema da un servicio importante, aguantará bastante bien dentro de lo que cabe. Es más difícil recortar en enfermos oncológicos que en otras cosas y los médicos siempre tendemos a poner muertos encima de la mesa y eso a los políticos les sienta muy mal.
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