Este artículo se publicó hace 12 años.
La Iglesia recurre a los diáconos para aliviar la falta de sacerdotes
La Iglesia católica afronta un serio problema de escasez de sacerdotes y vocaciones que deja a miles de pueblos sin párroco propio, una situación que algunas diócesis intentan paliar con la ayuda de diáconos, pese a la desconfianza o desconocimiento de muchos.
Los diáconos son hombres, casados o solteros, que se han ordenado en una ceremonia muy similar a la de ordenación de los sacerdotes, y que tienen autoridad para realizan muchas de las funciones de estos, salvo consagrar o absolver los pecados.
Así, un diácono puede bendecir, bautizar, casar, dar la comunión, llevar el viático a los moribundos, presidir la celebración de la palabra o los funerales y ceremonias de sepultura.
"En una situación de falta de vocaciones, los diáconos podrían servir un papel muy importante, pero no les dejan por desconocimiento o desconfianza", explica el sacerdote José María Estudillo, responsable durante 17 años de la Comisión Diocesana para el Diaconado Permanente de la Archidiócesis de Sevilla.
La figura del diácono estaba muy presente en los primeros siglos de la historia de la Iglesia, pero desapareció entorno al siglo VIII y no fue reinstaurado hasta el Concilio Vaticano II, en la década de 1960.
En España hay actualmente unos 400 diáconos, la mayoría casados y con hijos, que sirven en más de la mitad de las diócesis españolas a las órdenes del obispo.
Así, en Sevilla hay 53 diáconos permanentes ordenados, en Madrid, 23, y en Jerez de la Frontera 19; por contra, muchas son las diócesis en las que el obispo aún no se ha decidido a restaurar el diaconado, lamenta Estudillo.
Según datos oficiales de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en España hay actualmente 18.633 sacerdotes para atender a 22.686 parroquias, lo que deja al menos a 4.053 de ellas sin cura propio.
Pero la realidad es aún más grave, ya que estas estadísticas no distinguen entre los curas en activo y los de más de 70 años, y existen numerosas parroquias importantes en centro urbanos que cuentan con más de media docena de sacerdotes.
"Los diáconos podrían ser la solución y muchos obispos ya lo han comprendido", subraya Estudillo, quien apunta que los obispos de Lleida y Cantabria, entre otros, están promoviendo el diaconado, que en España aún es un fenómeno "muy nuevo" pero que en Italia o Estados Unidos está "muy extendido y no sorprende a nadie".
Y ese es precisamente el lamento de Estudillos, quien cree que si la figura del diácono no se ha extendido más es porque "muchos sacerdotes y obispos no lo ven", pese a que en circunstancias de falta de vocaciones pueden hacer un papel muy importante".
"En todos los gremios, cuando surgen figuras nuevas siempre hay quien desconfía y cree que perderá cuota de poder o protagonismo, pero no tiene por qué ser así", asegura.
De hecho, varios de los diáconos consultados por Efe lamentan la "desconfianza" de los sacerdotes, "que creen que les vamos a quitar el puesto", dice uno; "o nos ven como curas de segunda", apunta otro.
En España, la mayoría de los diáconos son hombres mayores de 50 años, que han vivido muy cerca de sus parroquias y que, tras la jubilación, han dado el paso y se han comprometido: profesores, abogados, comerciantes, agentes de seguros o periodistas, que han cursado al menos cuatro años de estudios específicos y se han ordenado diáconos.
Como Julián Manzano, un montador-soldador de la metalurgia que, cuando tuvo que abandonar su profesión por incapacidad, se lanzó a estudiar y con 52 años se ordenó diácono.
Tres años más tarde es responsable de siete parroquias de Lleida por encargo del obispo ya que, como subraya "no estamos a las órdenes de un cura, estamos al servicio del obispo".
En principio, los diáconos no cobran por su trabajo y lo compaginan con su profesión, salvo que el obispo les pida dedicación exclusiva y entonces cobran unos 400 o 500 euros al mes.
"Por eso suelen ser gente mayor, aunque las cosas están cambiando", asegura Francisco García Roca, profesor y psicólogo en el colegio San José de Cluny, y diácono de la parroquia de San Fulgencio en Madrid desde hace seis años.
Con 47 años, casado y con cuatro hijas, García Roca suele celebrar funerales y los entierros en la Sacramental de San Isidro, y "aunque al principio a los vecinos les sorprendía verme ahí en el altar con ropajes como de cura, en seguida se acostumbraron", relata.
"Nunca se me pasó por la cabeza ser sacerdote; siempre supe que quería casarme y una vez felizmente casado reconocí mi vocación de servicio y me hice diácono con la ayuda de mi mujer", explica García Roca, quien detalla que los diáconos solteros hacen promesa de celibato, no así los casados, que deben acreditar al menos cinco años de matrimonio estable y contar con el apoyo expreso de sus esposas.
Gerardo Dueñas, un ingeniero industrial de 37 años, casado y con 2 hijos, que es diácono en Madrid y sirve en la Parroquia de la Luz, también vivió la sorpresa de sus vecinos al verle en el altar, vestido "casi de cura" y leyendo el evangelio en misa.
Dueñas explica que la labor de los diáconos se centra en el "ministerio de la palabra", que incluye la dirección de catequesis y grupos de oración; la litúrgica, con la celebración de ceremonias como bautismos, boda o entierros, y la de caridad, lo que lleva a muchos diáconos a ser responsables de las Cáritas locales.
"Lo que no vamos a hacer nunca es sustituir a los sacerdotes, son órdenes distintas y además, somos poquísimos así que, a nivel pastoral no vamos a solucionar nada", dice señalando que, en Madrid hay más de 1.500 sacerdotes y sólo 23 diáconos.
"Y hay trabajo para todos", afirma. Cristina Lladó
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