Este artículo se publicó hace 15 años.
Garabatos infantiles que alimentan al artista
El libro Los dibujos de los niños revela la frescura anhelada por la pintura adulta
Antonio Machón ha repartido su vida entre obras de arte adultas y dibujos de niños. Cuenta que en su estudio tiene dos mesas, la dedicada a los artistas y la dedicada a las creaciones infantiles, y que cuando se enfada con unos se pasa a la mesa de los otros. Así 35 años. Hoy es uno de los galeristas de arte contemporáneo con más solera de este país, y probablemente el mayor coleccionista de dibujos de niños, con 35.000 originales firmados por sus autores y la edad a la que los hicieron.
Esa catalogación le ha valido el libro de su vida, como él mismo dice, porque en Los dibujos de los niños (Cátedra) reúne la investigación que ha trazado sobre la evolución del dibujo entre los niños de 1 a 7 años de edad. Y tratándose de Machón es inevitable ver la relación entre la espontaneidad del niño y la búsqueda de la verdad de pintores como Antonio Saura, de quien Machón recuerda que alababa esos dibujos por su "envidiable frescura". "Si se parecen unos y otros" señala Machón "es que tanto niños como artistas son investigadores contumaces".
El dibujo de un niño apasiona por la riqueza expresiva de su formulación gráfica. Por ello escribía en 1960 Joan Miró que "al final de mi vida, habré reencontrado todos los valores de la infancia". El pintor Luis Gordillo habla de que esa espontaneidad "te hace descender a partes básicas de la conciencia". Y Machón lo resume así: "Los niños hacen de manera intuitiva y franca lo que los artistas no pueden desarrollar sin un amplio seguimiento intelectual".
"A la luz del automatismo y la espontaneidad, en la búsqueda del paraíso perdido, algunos artistas, entre los cuales me encuentro, permanecen fascinados frente al universo de hermosos latigazos plásticos que surge de las manos infantiles []. No cabe duda de que muchos pintores desearíamos conservar esta frescura primigenia hasta el final de nuestras vidas", escribía Antonio Saura en 1996.
En el lugar de la verdadEl descubrimiento del arte infantil fue para muchos pintores de principios del siglo XX la necesidad de verdad primigenia que buscaban cuando el discurso pictórico estaba agotado. "Me gustaría estudiar los dibujos infantiles. No hay duda alguna de que ahí está la verdad", escribía Derain a su amigo Vlaminck, en 1902. Un siglo más tarde los estudios sobre por qué dibujan los niños esos motivos a esas edades se han extendido, y este libro recoge algunos de los más significativos.
"Por primera vez se sistematiza un estudio de dibujos y se establecen etapas de creación", dice Miguel Fernández Cid, escritor y crítico de arte, del trabajo de Machón. En el libro muestra su fascinación por la actitud del niño ante la hoja en blanco, al considerar que ver cómo dibuja supone asistir "a su pensamiento en acción". Para el autor la evolución personal transcurre por cuatro etapas: la del garabateo primero, el orden gráfico y especial posterior y el inicio de la simbolización gráfica. En su opinión, pocas actividades evolutivas pueden mostrar mejor la naturaleza humana.
Machón aclara con vehemencia que el niño investiga, pero no desarrolla una actividad estética, su proceso gráfico está en relación con los sentimientos. Y en ese proceso hay una forma esencial: "El círculo es la representación del yo y la forma esencial del niño. Cuando este descubre el círculo queda fascinado".
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