Este artículo se publicó hace 17 años.
"Si fuera latino estaría en la cárcel"
Sed de venganza e indignación entre la comunidad ecuatoriana por la libertad sin fianza del agresor del tren
Al salir del Instituto, dos Mossos me exigieron el DNI sólo por reírme al pasar cerca de ellos", cuenta Lenin Briones, un estudiante ecuatoriano de 16 años que vive en L´Hospitalet. También suele ocurrirle cuando camina por las calles de su barrio, Can Serra, especialmente si viste pantalones anchos y camisas grandes. "Lo peor es la humillación, porque es igual con o sin documento, siempre contra la pared o el suelo y luego el cacheo".
Lenin y muchos ecuatorianos de esta ciudad [el 35% de la población extranjera, 13.300 personas] tienen en común dos cosas. La primera es haber vivido una experiencia de acoso, según dicen, por parte de los cuerpos de seguridad. O al menos alguien de su entorno, como un padre o un hermano. La segunda es la percepción negativa de cómo se resolvió el caso de la menor ecuatoriana agredida el 7 de octubre, en un tren de Ferrocarriles de la Generalitat. El juez a cargo del proceso dejó en libertad a Sergi Xavier Martín con cargos, porque no consideró que los hechos eran tan graves como para encarcerlarlo. "Si el agresor hubiera sido un inmigrante, estaría preso desde el primer día", asegura Lenin.
El hecho es que ayer la Fiscalía presentó ayer el recurso contra la decisión del juez y pidió el encarcelam iento preventivo del agresor alegando que existe peligro de fuga y de que vuelva a agredir a la menor. Por otra parte el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya ha tramitado como una queja la protesta que presentó el consulador de Ecuador porque el primer juez que trató el caso , y que dejó en libertad a Sergi Xavier Martín Martínez se negó a recibir a las autoridades consulares.
Sed de venganza
"Es peor para él [el agresor] porque ahora hay muchos con ganas de venganza, pues las autoridades no actuaron con justicia", explica Marcelo Vera, propietario de un restaurante en la calle Les Amapoles, donde Ecuador se come en cada plato del menú desde hace cinco años. "Lo van a joder", afirma este inmigrante de 38 años, oriundo de la ciudad de San Vicente.
La sensación de injusticia y la certeza de que alguien, no se sabe quién, tomará represalias, está difundida como una verdad ciega y justificada. La semana pasada decenas de llamadas de ecuatorianos expresando su indignación primero, luego de rabia cuando se conoció la decisión del juez, se oyeron en la revista radial Actualidad Latina, de la estación Barcelona Latina, uno de los informativos referentes de la comunidad en el medio radiofónico. Cuatro de ellos denunciando ser víctimas de la discriminación.
"El testimonio más fuerte fue el de una mujer cuyo hijo era agredido en la escuela cuando tenía 14 años, lo que motivó su integración en una pandilla en búsqueda de protección", recuerda la mexicana Teresa Salas, directora del programa. "Lloraba para desahogarse, no le interesaba denunciar. Pero abriendo canales de expresión, la gente encuentra un espacio para denunciar este tipo de casos. Muchas veces no conocen los mecanismos o temen hacerlo debido a su situación administrativa".
Latin Kings
Un oyente con pretensiones de justiciero, de los que tanto se habla por estos días en L´Hospitalet, lanzó desafiante su promesa de venganza. Además aseguró ser representante de los Latin Kings. Pero tal afirmación fue desmontada porque el colectivo está representado legalmente, ya que en agosto del 2006 fue reconocido como una asociación cultural, que entre otras actividades, realizan competiciones deportivas, talleres formativos y en especial, producen música.
"También llamaron latinoamericanos de otros países, incluso ciudadanos catalanes que condenaban la agresión. Lo cierto es que la comunidad ecuatoriana participa poco en cuestiones políticas o formales, pero reaccionan cuando les tocan un aspecto de su vida cotidiana", puntualiza la periodista. Una estrategia para pasar desapercibidos, es la opinión de Alfredo Cedeño, de la Federación de Entidades Ecuatorianas de Catalunya (FEECAT). Para él "es claro que hay xenofobia, negarlo, es mentirnos. Este es el momento del análisis y las propuestas".
La violencia no es la única forma en que sienten el racismo. Anécdotas mínimas, que una tras otra, acumulan resentimiento social. Como llamar un taxi que nunca para, o el rechazo de un billete de 20 euros en el autobús, supuestamente por no tener cambio, mientras que para otras pasajeros sí lo hay. Según Vera, no denuncian porque nadie les cree. En cualquier situación, insiste, el extranjero lleva las de perder. "Llegan camiones y coches de los Mossos o Guardia Urbana, para calmar una simple discusión".
¿Adaptación o integración?
Los primeros que cruzaron el océano, diferencian entre "la adaptación que se da por inercia y necesidad, mientras que la integración no es tan fácil", dice José, propietario de una inmobiliaria en el sector de Can Vidalet, quien llegó hace nueve años. Reconoce que la falta de participación puede ser un detonante: "es malo que un grupo de inmigrantes como los ecuatorianos sean muy pasivos, porque ante este tipo de hechos son posibles las reacciones graves".
Entre la falta de participación, el miedo a denunciar, la desconfianza entre unos y otros, se valora el acercamiento generado al compartir la ciudad española con mayor densidad poblacional. "Nos subestiman, a pesar de que muchos en sus trabajos tienen a cargo personal español", anota Pablo Álvarez, también dedicado al negocio de la comida en Santa Eulalia. "Pero nos conocen más que antes. Más de uno quiere viajar a Ecuador, como el marido de mi tía. Y otro, también casado con un pariente, ya conoce mi país y quiere irse a vivir allá".
La respuesta podría estar entre los más jóvenes. Lenin juega fútbol los fines de semana en una liga con más de 30 equipos. En el suyo todos son ecuatorianos. Como ocurre con otros, integrados por bolivianos, peruanos, españoles... pocos son mixtos. No por racismo, aclara, sino por falta de integración. En cuanto a sus aspiraciones, parece que tanto encuentro con los uniformados ha evolucionado en un deseo que resulta inesperado, luego de haberlos relatado con fastidio. "Cuando termine el cole, me gustaría ser Mosso. Dicen que ganan un buen salario, pero también me gustaría probar la sensación de estar armado".
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