Este artículo se publicó hace 17 años.
Francia abre el museo de la Inmigración entre la discreción y la polémica
La Ciudad Nacional de la Inmigración, un museo que pretende exaltar la aportación de los inmigrantes a la construcción de Francia, abre hoy sus puertas en medio de la criticada ausencia de miembros del Gobierno, en plena polémica por la política migratoria de la derecha en el poder.
Ni ceremonia de inauguración, ni asistencia de ministros han acompañado el banderazo de salida de un nuevo museo que pretende difundir una idea de la inmigración que choca radicalmente con la que promueve el presidente, Nicolas Sarkozy, según aseguran la mayor parte de los consejeros científicos de la institución.
"Lo que nosotros pretendemos es mostrar que la inmigración ha sido una aportación decisiva a la formación de Francia tal y como la conocemos en la actualidad. Pero también mostrar que tradicionalmente la política le ha otorgado un papel negativo", dice el historiador Gérard Noiriel, uno de los impulsores del proyecto.
Como la mayoría de los historiadores que componían el patronato del museo, Noiriel dimitió del puesto en protesta por la creación de un Ministerio de Inmigración, Integración, Identidad Nacional y Codesarrollo, un departamento que "antepone dos conceptos que no tienen nada que ver (inmigración e identidad nacional), lo que da lugar a amalgamas peligrosas", según el profesor.
"Si el museo mostrara la vida de los inmigrantes que se han integrado en Francia y han triunfado, estoy seguro de que Sarkozy habría venido a inaugurarlo", indica el historiador.
Entre andamios y con olor a pintura fresca, sin que todo esté todavía en su sitio, la precipitada apertura del centro al público pretende que el proyecto no caiga en el olvido tras casi 20 años de gestación desigual marcada por constantes cambios políticos.
El centro está albergado en el Palacio de la Porte Dorée, construido con motivo de la Exposición Colonial en 1931 y reconvertido más tarde en museo de Artes Africanas y Oceánicas.
La ministra de Cultura, Christine Albanel, visitará el museo sin pompa ni boato, como lo hizo hace unos días el responsable de Inmigración, Brice Hortefeux.
"El discurso que defiende la Ciudad es mostrar los aportes de la inmigración, todo lo contrario de lo que hace Hortefeux, que apuesta por la sospecha generalizada del inmigrante con la instauración de los análisis de ADN", añadió Noriel, en referencia al proyecto de hacer test genéticos a los candidatos a la reagrupación familiar.
El ex presidente Jacques Chirac, que rescató la vieja idea del museo para su programa electoral de 2002 pasará mañana por el centro.
Objetos personales de inmigrantes, fotografías que narran el drama del viaje que emprenden africanos en busca del "eldorado" europeo, filmes que analizan los motivos de la inmigración y sus avatares conforman un repaso que pretende ser "didáctico y ameno" de este fenómeno social.
El museo se define como un "Ellis Island" francés, en referencia al centro de Nueva York que exalta la importancia de la inmigración en ese país.
"En Estados Unidos hay una sobrevaloración de la inmigración, la gente sigue definiéndose a partir de sus orígenes aunque estos se remonten a muchas generaciones anteriores. En Francia ocurre lo contrario: en el momento en que uno se naturaliza tiende a borrar de dónde vino", señala la historiadora Janine Ponty, otra consejera del museo descontenta con la política de inmigración del país.
La experta asegura, sin embargo, que el inmigrante no siempre trata de ocultar su pasado y analiza el caso de los republicanos españoles, que siempre mantuvieron la esperanza de volver a su país.
"La muerte de Franco tardó mucho en llegar y cuando se produjo ya era demasiado tarde para ellos. Sus hijos se habían casado en Francia", afirma.
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