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Font debuta en la alta costura con negros absolutos y bordados de cristal

EFE

Negro 'absoluto', colores 'rabiosos', del verde al fucsia o el rojo, y por supuesto beige, marfil y blancos rotos, ofrecieron hoy un momento de puro placer en sutiles vestidos y conjuntos de volantes, lazos, bordados y transparencias, creados por Josep Font para su primer desfile de alta costura.

Ultrafemenino y levemente español en algunos modelos, su arte pudo disfrutarse como un viaje a su universo creativo más personal, en la última jornada de colecciones de alta costura para la primavera-verano 2008.

Muy aplaudidos, delicadamente bellos, presentados con atípica lentitud al son de boleros cantados en vivo, los modelos de Josep Font, largos o cortos, algunos con talle imperio, otros trapezoidales, transparente o tupidos por completo, habían sido construidos con tejidos suntuosos, con abundancia de seda y gasas.

Osados y a la vez elegantísimos bordados, también de pedrería, en amarillo limón o en rojo, multicolores o, simplemente, en negro azabache, ilustraron un saber hacer que raramente había presentado España en las pasarelas de París.

El negro, que el artista quiso "absoluto y místico", impregnó vestidos largos de talle alto y conjuntos de pantalón ancho y bolero o pantalón pitillo, con complejos entrecruzados de lazos en la espalda, el costado o la cintura.

Hubo negro también en detalles exquisitos, como el cuello o los bajos de una voluminosa falda, a menudo bordados sobre beige, pero también sobre verde vivo, combinado con tules transparentes, o en vestidos marfil con bordados de minivolantes plisados que habrían hecho las delicias de aquella bella duquesa de Alba que tanto amó Francisco de Goya.

Negros tostados y ocres, sobre base cruda, dieron el estampado de la colección en un bello vestido largo trapecio con cola.

Como sugería la ilustración del cartón de invitación, una joven de larga melena negra abrazada a un enorme lazo, la colección Font, "toda hecha en España", acogió las grandes "obsesiones" de su autor y muchas de las particularidades por las que se reconoce su estilo.

Hubo, pues, abundancia de lazos y colores, rosas, fucsias, rojo español y verdes; evocaciones musicales y circenses, y volúmenes considerables y variables según las prendas, a menudo portadas con medias opacas.

Sus colaboradores adelantaban una colección "como una especie de tratado en busca de la belleza", a través de los elementos que para Font la sugieren, y así fue.

La silueta longilínea, el juego de volúmenes, cortos o largos o cortos y largos a la vez, sus transparencias y bordados tomaron el lujo máximo sin la disciplinada moderación de la que hacía gala hasta ahora Josep Font en su ya lujoso pret-à-porter.

Aquí "son trajes mucho más elaborados" que exigen "mucha más dedicación", resaltó el modisto a EFE poco antes de su debut, "sin nervios" y ya "contento" con lo que había hecho.

"Ha sido un poco un laboratorio", de investigación, de pruebas, de bordados, "estoy hablando de horas y horas para cada traje", de mucho bordado, muy estudiado, "tejido y entretejido, dándole la vuelta a todo", añadió.

Tanto en Francia como en España, "toda la gente que le rodea" le había instado -hoy quedó demostrado que con mucha razón- a intentar la alta costura, el lujo total que hoy le convirtió en el sucesor de Paco Rabanne, el último modisto español de la alta costura, después de Cristóbal Balenciaga y Manuel Pertegaz.

La nueva gran figura española de la moda, ya conocida aquí por su pret-a-porter desde hace varias temporadas, cumplió hoy con algo más que un sueño, pues la alta costura, recordó, es también "una gran responsabilidad".

Para afrontar la inmensa presión que conlleva todo debut, Font dijo, precisamente, haberse apoyado en su experiencia del pret-a-porter.

"Todo es acostumbrarse", lo que ocurre ahora es que "estamos hablando de palabras mayores, no es más responsabilidad, pero hay muchas espectativas", recalcó.

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