Este artículo se publicó hace 15 años.
Un día en Neverland
Fans españoles de Jacko recuerdan su visita a la propiedad privada del artista
En Neverland no había taquillas pero nadie entraba sin firmar un contrato. Jackson no quería que nadie se enriqueciera a costa del País de Nunca Jamás. No estaba permitido grabar imágenes ni acceder al recinto con cámaras fotográficas. Lo que sí conservan sus visitantes es la fotografía firmada por Jacko que se entregaba al final de la jornada.
El productor Gabriel Oré asegura que fue un día "increíble. Incluso la gente de seguridad era amigable. Todos te hacían sentir como en casa y nos decían que éramos su familia española". Acceder al rancho de Jacko estaba al alcance de muy pocos.
Amigos del cantante Gregory Peck, Elisabeth Taylor y Macaulay Culkin estuvieron allí y fundaciones de niños enfermos o no adaptados socialmente. Oré fue invitado a Neverland por un actor muy cercano al cantante. "Era un Disneyland sólo para ti", recuerda. Carruseles, una noria, animales "Todo lo que querías lo tenías". Un efecto magnificado por las bandas sonoras de Disney que salían de unos altavoces escondidos por todo el parque.
Raúl Díaz viajó a Neverland cuando tenía 20 años. "No suelo recordarlo porque a Michael lo tengo muy ligado a mi adolescencia y ahora estoy en otra onda. Lo cual no quiere decir que no sienta cariño por él y que su muerte no haya sido triste", reconoce. En 1998, Díez viajó a EEUU pero no imaginaba ni remotamente que conocería la propiedad de Michael. "La idea era visitar Las Vegas. Lo de Neverland fue un regalo de la familia que me hospedó", avanza.
De su paso por el rancho, Díaz se queda con pequeños detalles que delataban los afectos de Jacko. Por ejemplo, había una estación de tren bautizada como su madre, Katherine (beneficiaria del testamento que firmó en 2002). "Había juguetes y alguna cuna; lo cual me hizo reflexionar sobre lo que se decía de su miedo a que le transmitieran alguna enfermedad. Esos objetos los podía tocar cualquiera, así que no creo que tuviera pánico al contacto con la gente", sostiene.
Michael Jackson no quería que nadie se enriqueciera a costa del País de Nunca JamásNeverland albergaba objetos que la estrella había ido acumulando, ya fueran regalos o adquisiciones propias. "Había muchas estatuas de bronce que representaban a niños y a ancianos. Se notaba que era una casa que se usaba", valora.
Por su parte, Oré recuerda con especial cariño sus conversaciones con el staff. Una curiosidad: casi todos eran latinos. "Hablamos español y me contaron que Michael adoraba a la gente latina". Su grupo cogió un tren a vapor que los llevó a una tienda de golosinas: "Nubes, chocolatinas, caramelos Yo andaba cortado pero la frase que me decían mis amigos era: ¡Estás en Neverland. Aquí puedes hacer lo que quieras!". Había de todo; desde palomitas a granizados que se servía uno mismo. "De puro ansioso me hice uno con demasiados sabores que no sabía a nada y el amigo que me llevó me decía con toda naturalidad: ¡Pero tíralo y hazte otro!".
Películas a la cartaPara comer había un servicio de cocineros: ¿Pollo o hamburguesa? "Lo hacían en grandes barbacoas y te daban tanto ketchup como quisieras", recuerda Oré. Uno de los momentos más ilusionantes del día fue cuando entraron en el cine del rancho, durante la proyección de Capitán Eo (cortometraje de Francis Ford Coppola protagonizado por Jackson).
"Tenían las últimas novedades y nos preguntaron que qué queríamos ver. Al saber que tenían esa peli se desató la histeria", recuerda. "Todo el rato estaba saliendo y entrando gente, y cada vez que eso sucedía yo me volvía porque esperaba que entrase Michael". Algo que no sucedió porque, según supo después, se había ausentado de Neverland para estar al lado de un niño muy enfermo.
La sala de cine disponía también de una zona acristalada equipada médicamente para que los niños más delicados de salud no tuvieran que renunciar a la proyección. "Su bondad, su generosidad... ¡Lo de este hombre era increíble!".
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