Este artículo se publicó hace 15 años.
Burka: derecha e izquierda
NAZANIN AMIRIAN
¿Hay mujer más oprimida que una portadora del burka en Europa? Además de ser discriminada por su religión y por los hombres que la rodean, diferentes sectores de la derecha y de la izquierda compiten por consolidar las rejas de su prisión, hundiéndola aún más en su particular celda de aislamiento.
La derecha que propone prohibir el burka, por "seguridad", desvía la atención de los graves problemas que azotan a la sociedad, como la crisis económica y la corrupción; fabrica una cohesión nacional artificial frente a los "invasores de otra religión" y, de paso, recorta las libertades bajo el pretexto del "propio bien de los ciudadanos".
Desde la izquierda, una defensa de la multiculturalidad y la libertad religiosa mal entendidas justifica lo retrógrado, el oscurantismo de unas tradiciones que someten a la mujer al dominio del hombre. Deja de ser progresista pues no les afecta a ellos negando el apoyo a las mujeres musulmanas en la lucha por su liberación, que pasa necesariamente por igualdad en derechos, una intervención educativa en ambos sexos y su independencia económica.
Las políticas coercitivas, además de estériles, son la expresión del fracaso de otros mecanismos. Ilegalizar esta "prisión móvil" que convierte a la mujer en un bulto sin identidad, sería eliminar sólo una de las manifestaciones más aberrantes del complejo y terco sistema patriarcal que, de paso, la privará aún más del contacto con el mundo de fuera.
La libertad religiosa es un derecho, no lo es la pretensión de las instituciones religiosas de convertirse en actores políticos, atentando contra uno de los pilares de la sociedad democrática que considera la fe un asunto privado.
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