Este artículo se publicó hace 13 años.
Bani Walid sufre por el asedio y los rebeldes están listos para atacar
Aislados del mundo exterior, sin electricidad, agua y gas, los habitantes de Bani Walid sufren una situación dramática desde que hace más de una semana las tropas rebeldes se apostaran a las puertas de la ciudad y exigieran a los leales gadafistas que entregasen las armas.
No es posible acercarse hasta este terroso oasis situado 150 kilómetros al sureste de Trípoli. Los rebeldes detienen a todo vehículo que se acerca a la altura de la aldea de Wishtata, a unos 40 kilómetros del centro de Bani Walid.
Pero tanto el relato de los pocos que consiguen escapar de las fuerzas gadafistas como el de aquellos que han contactado de alguna forma con familiares en el interior de la ciudad denota que la situación es muy difícil.
"La ciudad está desierta. No hay personas en las calles y todas las tiendas están cerradas. Solo los soldados fieles a (el ex hombre fuerte de Libia, coronel Muamar) Gadafi patrullan las calles con sus armas", explica un hombre de 42 años que se identifica solo como Alí.
"No hay electricidad, ni gas y apenas quedan alimentos o agua. Muchos quieren que entremos y les liberemos, pero también temen ser tiroteados por los gadafistas", explica a Efe, por su parte, un rebelde que dice haber hablado con su familia.
Según este soldado, los leales al dictador retienen y atemorizan a la población y les aseguran que más allá de sus casas no hay más que "bandidos y ratas" que pronto serán derrotados.
El asedio a Bani Walid, y el que se ha tendido también sobre Sebha y Sirte, las otras dos grandes localidades donde todavía ondea la bandera verde del antiguo régimen, se ha convertido en el nudo gordiano de la insurrección en Libia.
Situada en pleno desierto, y algo más de 50.000 habitantes, carece de interés estratégico o económico.
Sin embargo, las autoridades rebeldes creen que en ella ha estado oculto el propio Gadafi y que el centenar de hombres armados que aún resisten en realidad han protegido su huida y ahora defienden a su hijo más belicoso, Saif al Islam, aunque no existen garantías de que este último todavía se encuentre en la ciudad.
Además, suponen que varios otros ex altos cargos del desposeído régimen se atrincheran en sus barrios junto a varios centenares de hombres fuertemente armados, que se defienden con fusiles de asalto, metralletas antiaéreas y lanzacohetes.
"No lo sabemos muy bien, pero creemos que hay entre 200 o 300 gadafistas con armas. Nos preocupa sobre todo la población (civil), pero estamos convencidos de que todo se solucionará antes del sábado", explicó a Efe Mohamad Hasan, oficial de las fuerzas rebeldes en Wishtata.
La nueva autoridad libia insiste desde hace días en que su principal ambición es culminar de forma pacífica el cerco y convertir la entrada triunfal en Bani Walid en un ejemplo para el resto de las ciudades que aún resisten.
Consideran que si la rendición se consigue sin disparar un solo tiro causará un efecto dominó sobre Sebha o Sirte, localidad a la que también han dado de plazo hasta el sábado para que capitule.
Por ello, decidió el pasado domingo extender el ultimátum dado a la población y emprender una serie de negociaciones con los líderes de la ciudad que de momento no han fructificado.
Los notables exigieron el miércoles plenas garantías de que no se tomarán represalias, el restablecimiento inmediato de los servicios esenciales y una entrada tranquila en las calles, sin disparos al aire y escenas de euforia.
Sin embargo, al parecer los negociadores fueron repelidos a tiros por los gadafistas a su regreso.
"Estamos decididos a conceder amnistías. No hay problema por nuestra parte, pero allí hay personas que no están dispuestas a ceder", subrayó Hasan.
En el fondo del conflicto subyace también la particular estructura social de Libia, un país en el que coexisten numerosas tribus y decenas de clanes unidos por vínculos de sangre, pero también por intereses económicos.
En Bani Walid, Sirte y Sabha domina la tribu de los Warfalla, la más grande y populosa del país.
Aunque no existen estadísticas precisas, se cree que cerca de una sexta parte de los habitantes de Libia pertenecen a esta gran tribu, que se divide en medio centenar de clanes.
Algunos de éstos, junto a otros de las tribus Gadafa y Maqarha, han copado en los últimos años el grueso de la seguridad y la administración del régimen de Gadafi.
Otros, en particular los clanes de Bengazi, se han opuesto tradicionalmente al dictador y fueron de los primeros en sumarse al alzamiento.
Analistas apuntan a que una entrada a sangre y fuego en Bani Walid podría indignar a los Warfalla de Sirte o Sebha y enconar los ánimos de la resistencia.
Javier Martín
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