Entrevista a Rozalén"Aún hay gente que llama a nuestros desaparecidos 'huesecitos que podrías tirarle a un perro'"
Diego Navarro
Madrid-Actualizado a
María de los Ángeles Rozalén (Albacete, 1986) ha iniciado recientemente su nueva andadura con la publicación del álbum El Árbol y El Bosque. El hecho de no dejar indiferente a quien la escucha, para bien o para mal, hace que Rozalén continúe su carrera musical incluyendo temas con una carga social significativa. Después de contar la historia de su familia en su anterior álbum, Cuando el Río Suena..., la artista manchega llega con un viaje de introspección y empatía que parte del amor propio, aunque dejando atrás el egoísmo. Rozalén es conocida por temas como La Puerta Violeta, en los que decide reflejar la realidad de una persona o un colectivo vulnerable. A lo largo de su carrera ha mostrado su compromiso social que, cuenta en esta entrevista, viene desde niña y va para largo.
¿Cómo está?
Ay, qué bien. Gracias por preguntarme, me dan ganas de llorar [risas]. Estoy bien, es un año difícil y últimamente se me ha juntado todo, pero estoy bien. Tengo muchos motivos para estar contenta, a veces la tristeza también es necesaria, pero estoy bien. Sería injusto que yo dijera otra cosa.
¿Por qué El Árbol y El Bosque? ¿Cómo nace?
El árbol es el individuo y el bosque es el colectivo. Empezó a nacer hace dos años, cuando escribí la primera canción y me daba cuenta por entonces de que el hilo conductor que estaba naciendo en las canciones era que yo me tenía frente al espejo más que nunca, que había mucha introspección.
Después de todo lo que pasó con el disco anterior, en el que hablaba de mi raíz, de mi casa, de mi familia, de mi historia, ahora me tocaba a mí. Entonces, hay como un subtítulo que dice "Que el bosque te permita ver los árboles". Es una idea que le robé a Luis Eduardo Aute, dándole la vuelta a la mítica frase porque creo que es importante centrarse en el individuo, no de manera egoísta, sino que todo parta desde el amor propio.
"No solo mata el que asesina, también arrebata la vida quien deja morir", dice en La Línea. ¿Cuál es el trasfondo de esta canción?
La línea es la frontera y aquí hablo, sobre todo, de las muertes en la frontera, de muchas realidades que yo he conocido en los últimos años de crisis migratorias, de campos de refugiados, de visitas a asociaciones y ONG que rescatan a personas en el Mediterráneo. Yo desde niña no entendía en qué momento alguien dibujó una línea en un mapa y dijo "de aquí para allá, tú vas a ser así, vas a valer más o menos. Y de aquí para acá será diferente".
Esa frase de la canción en concreto es la pasividad. ¡Y cuánta culpa tenemos de los problemas que ocurren! Porque sí, considero que ante las injusticias, si no hacemos nada por evitarlas y hacemos como si no existieran, estamos siendo partícipes de ellas.
Primero Las Hadas Existen, luego La Puerta Violeta y ahora Loba. ¿Qué le incita a reflejar esa necesidad de un movimiento feminista?
Yo entendía que cuando saliera esta canción, muchas mujeres se iban a sentir identificadas porque es un tema que he hecho al opresor. Cualquier persona a la que le corten las alas podría verse reflejada, pero yo escribo desde mi yo mujer y es una canción en la que comparo la historia de la loba hembra con la historia de la mujer. Odio que me digan "calladita estás más guapa", no lo soporto. Hay quienes preferirían verme en una realidad más cerca al Cuento de la Criada, así que hay que seguir hablando y levantándose cada vez que te dan un golpe.
Estudió Psicología e hizo un máster en Musicoterapia. ¿Su formación le ha permitido desarrollar una cierta empatía con la que poder tratar los temas sociales?
Claro, las grandes lecturas de cualquier estudio te hacen abrir la mente y ponerte en las de los demás, igual que viajar y conocer. La psicología, que es el estudio del comportamiento humano creo que me enseñó a ser más empática. Aunque también me viene de los valores que me ha inculcado mi familia desde pequeña: "Humildad siempre", "Torres más altas han caído", "Intenta ser feliz en la vida facilitando el camino a los demás". Es como que viene muy arraigado el observar lo que ocurre alrededor desde siempre, no solo la carrera, sino todo lo que me ha rodeado.
Por esa razón, lo de cantar para quien no puede oír...
Sí, mi intérprete de lengua de signos, Beatriz Romero, es parte esencial del espectáculo. Yo no me imagino el escenario, ni la vida ya, sin ella porque parece que fuimos hermanas en otra vida. Es una declaración de intenciones, no puedo tener un discurso y luego no llevar a cabo ciertas cosas. Tener a una intérprete pone a la gente a pensar; no solo es un servicio para las personas sordas, sino que los oyentes de repente dicen: "Claro, es que hay otras personas que tienen otra realidad diferente a la mía". Tengo que aprender yo lengua de signos porque es una lengua bellísima.
Ha hablado del VIH, de la violencia machista, de la precariedad de los artistas… Cuando se mira al espejo, ¿se reconoce como esa artista que quería ser, contando lo que cuenta?
Creo que estoy en el camino que yo quería. A veces dudo porque también al entrar en el sistema, ves que no eres del todo coherente. Mis artistas referentes son, sobre todo, cantautores y cantautoras, el rock, el rap, el punk; letras que son reivindicativas. A mí siempre me ha gustado una Violeta Parra, un Víctor Jara o una Chavela Vargas. Yo no me atrevo a decir que me parezca a ellos, pero sí que intento acercarme a mis referentes porque a mí me han marcado la vida.
Si no pudiera escribir lo que escribe, ¿seguiría en la música?
Supongo que sí, porque también me emociono interpretando canciones que no son mías, pero soy más feliz cantando mensajes que ayuden a vivir. También disfruto con temas que simplemente sean alegres o que te lleven a la fiesta, pero estoy mejor así.
En alguna ocasión ha dicho que se siente antigua por lo que cuenta, ¿se ha quedado anticuada la canción protesta?
No, la verdad es que creo que está muy de moda. Venimos una generación de cantautores que sonamos en la radio, que estamos en festivales de muchos estilos musicales. Creo que la canción de autor está en otro punto ahora. Lo de antigua es porque veo que a mí me gustan cosas que parecen no gustarle a la gente joven. Soy muy de pueblo, de la gente mayor. Vengo del folclore, de tocar la bandurria. En ese sentido, soy antigua. Modernamente antigua, diría yo.
Todo acontecimiento genera conciencia, como puede ser el caso de Justo en su familia [asesinado en la Guerra Civil]. ¿Cómo le influye un hecho así a la hora de transmitir un mensaje?
Es que quienes tenemos una historia en casa relacionada con la memoria democrática la vivimos de otra manera, supongo. Yo he crecido escuchando a mi abuela frases de mucho dolor. Y, aún así, he tenido la suerte de encontrar la fosa común a través de la canción y comprobar qué es lo que ocurre, cuánto sana a alguien el hecho de encontrar a un desaparecido, y que mi abuela pudiera llevarle una flor a un chaval de 18 años del que no se sabe qué pasó.
A mí me parece que eso es lo justo y que encima se llamase así... es como si estuviera predestinado, como si un fantasma me hubiera hablado en la nuca. Estoy muy orgullosa de haber contado esa historia. Muy orgullosa.
¿Tenemos algo pendiente como sociedad al respecto?
¿Qué si tenemos pendiente…? Madre mía. Si es que aún hay gente que llama a nuestros desaparecidos "huesecitos que podrías tirarle a un perro". Con ello, creo que se nota la deshumanización que hay con una historia que nos duele y que por eso sigue estando tan dividido este país. Ni siquiera nos han contado la historia bien. Yo nunca llegué a esa lección en el colegio. Ojalá un historiador objetivo viniese a decir lo que en realidad hubo. Evidentemente hay que remover heridas para curarlas, si no, como digo en la canción: "Se pudre y enferma", que es lo que está pasando aquí.
¿Diría que falta empatía?
Falta empatía, falta humanidad, falta memoria.
Además, en noviembre publicó una imagen a favor del pueblo saharaui. ¿Qué responsabilidad tienen los personajes públicos con las cuestiones sociales, políticas e, incluso, históricas?
Es que al pueblo saharaui le debe tanto este país, que lo dejó abandonado… No entiendo por qué no se habla de esto. Hace algo más de un año estuve allí. Una familia de una conocida me acogió como poca gente me ha acogido en la vida. Iba de un hotel de cinco estrellas a un lugar sin agua, sin luz, a dormir bajo un hotel de millones de estrellas para poder conocer la historia de un pueblo, que es un pueblo hermano.
Los artistas tenemos la obligación de mojarnos ante lo que es injusto. Entiendo quien no lo hace, pero no lo comparto. Yo sé que mi camino tiene que ser ese porque si no, no dormiría tranquila. Para mí el éxito es eso, dormir tranquila.
¿Ha recibido odio por tratar ciertos temas, por ser una mujer que habla de lo que otros prefieren que calle?
Claro, recibes odio de la gente que no piensa como tú. Es curioso porque me ha pasado que hay personas que me dan las gracias por hablar de enfermedades que les ha tocado vivir, como el cáncer o el sida, agradecen el compromiso en ese momento. En cambio, cuando dices algo y no piensan como tú, no te quieren. Por eso, lo que más valoro es que recibo amor, no me quiero olvidar de eso, pero me encanta la gente que me dice: "No pienso como tú, pero me emocionas cuando cantas". En el mundo tenemos que convivir todos y ojalá fuéramos capaces de dialogar con amor.
La exposición al público, ¿le perjudica o le beneficia en mayor medida?
Mi abuela decía mucho que quien desea la fama, no desea la felicidad. Es el precio a pagar. La felicidad viene cuando tu mensaje llega porque tienes un arma poderosa, pero estar siempre en el ojo crítico, sentirte juzgada todo el rato, no genera felicidad. Aún así, compensa porque bendita exposición que me permite contar historias y que esas historias lleguen.
Primero cantaba en bares y ahora es capaz de llenar el WiZink Center, ¿cómo asimila algo así?
Nuestro proyecto ha ido en realidad muy a fuego lento. Es verdad que, con 34 años que tengo, haber llenado sitios con tantas miles de personas es muy bestia, pero el proceso natural ha sido lento. He estado muchos años cantando para dos, cinco, diez, veinte personas y estaba feliz. Todo ha sido a base de mucho trabajo y mucha constancia. Quien nos ha visto crecer sabe que no hay nada regalado.
¿En qué ha cambiado Rozalén desde la facultad hasta ahora?
Conforme una se hace mayor, te das cuenta de que el mundo no es un lugar justo. Pierdes inocencia y esperanza, pero creo que conservo mucho de lo que era en la universidad, incluso de cuando era niña. Hay cosas en las que creo que voy hacia atrás por la hipersensibilidad, por los límites emocionales que no sé ponerme. Tengo que aprender a quererme, voy trabajando muchas cosas, pero otras intuyo que va a ser imposible cambiar.
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