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Hoy es el futuro

Hoy es el futuro María Blasco: "En España hubo unos recortes brutales en investigación, por lo que debemos recuperar lo perdido"

María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, investiga el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)
María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, investiga el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)

Bióloga molecular de formación, María Blasco (Alicante, 1965) es la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). La prestigiosa científica, centrada en el cáncer y el envejecimiento, trata ahora de atajar el coronavirus. Pese a que afirma que las medidas de prevención se han tomado demasiado tarde tanto en España como en otros países, destaca que la investigación sobre la covid-19 está siendo ejemplar.

"Hay trabajos internacionales conjuntos y se ha reaccionado inmediatamente, lo que indica la calidad y el talante cooperativo del mundo científico", subraya la bioquímica, quien demanda una mayor inversión para seguir progresando. "En España ha habido unos recortes brutales, por lo que debemos recuperar lo perdido", reclama María Blasco, quien toma el testigo de Enric González en la serie de entrevistas Hoy es el futuro.

Estados Unidos a la izquierda y China a la derecha, valga la paradoja. En medio, la vieja Europa. Y sobre todo el tablero, el coronavirus, que parece no entender de fronteras.

Hemos aprendido que las enfermedades infecciosas siguen pudiendo matar a muchísima gente. No es algo propio del pasado, porque en el siglo XX murieron millones de personas por esa causa. Sin ir más lejos, por el sida. Esto nos recuerda que son una amenaza y que debemos tenerlas muy presentes.

Dado que la covid-19 procede de animales salvajes —probablemente, el repositorio es el murciélago—, también pone de relevancia algo que ya sabíamos: la destrucción del medio ambiente y de las zonas donde viven estos animales salvajes —antes naturales y alejadas de los humanos, pero ahora con ganadería cerca— facilita que estos virus salten a las personas. Además, el consumo de animales salvajes, sobre todo en Asia, puede contribuir a ello.

Estaba predicho que podía volver a pasar y ha pasado... Por ello, la investigación es lo único que puede acabar con estas pandemias. Un ejemplo paradigmático es el sida, hoy una enfermedad controlable. En el caso de la covid-19, gracias a que se habían investigado virus muy parecidos como el SARS o el MERS, hemos tenido la posibilidad de actuar muy rápido.

¿Qué lecciones deberían aprender los dirigentes políticos?

La lección es clara: tiene que haber una mayor coordinación internacional y los países deberían reaccionar de una manera coordinada para evitar la diseminación del virus. Y, por supuesto, hay que tener un sistema sanitario público preparado. En España hemos visto que eso no era así, porque ha habido déficit de equipamientos de protección, etcétera.

¿A qué se ha debido?

A la falta de previsión, al no tener en mente que estas pandemias pueden ocurrir en cualquier momento, como ha sucedido en el pasado: el MERS, el SARS, el ébola, el sida y, cada año, la gripe. Los países tienen que estar preparados.

¿Lo achacaría a una precarización o empeoramiento de la sanidad pública?

Sin duda puede contribuir, pero sobre todo ha sido evidente que los países no estaban preparados para esta crisis, lo que sería conveniente.

Hablando de animales, que no de líderes políticos, hemos visto escenas curiosas protagonizadas por jabalíes, ciervos y zorros campando a sus anchas por las ciudades. Y, en otras latitudes, por osos y cóndores. La fauna salvaje vuelve a la que había sido su casa hasta el desahucio.

Y tan curiosas… Al disminuir de manera drástica la actividad y el movimiento de los humanos, que redujo los niveles de contaminación, ha revivido el entorno natural. De repente, las zonas urbanas se quedaron vacías y esos animales salvajes, que no los tenemos tan lejos, se animaron a aventurarse en las ciudades.

Volviendo a su labor como investigadora, ¿qué conclusión ha sacado?

Desde el punto de vista de la investigación, me ha fascinado la reacción de los científicos de todo el mundo. Es alucinante que cada día haya decenas de trabajos sobre la covid-19 y el SARS-CoV-2, el virus causante de la enfermedad. Investigadores que trabajamos en otros campos nos hemos dedicado a pensar y puesto nuestro conocimiento al servicio de este nuevo reto. Chapó por todos esos profesionales que han actuado tan rápido. Sigo la literatura científica y el saber que se está generando es maravilloso, lo que favorece que aprendamos a pasos agigantados.

Desde una perspectiva internacional, ¿está siendo correcta la gestión de la emergencia sanitaria en España?

No voy a entrar en ello, pero está claro que el virus ha entrado en España por varios sitios, no sólo por Madrid. Gracias a la secuenciación del genoma de este virus, conocemos los eventos fundadores. Sabemos, por ejemplo, que ya a mediados de febrero estaba circulando por nuestro país.

Esta es otra lección que debemos aprender: estos virus llegan de una manera muy rápida. China no está tan alejada de España ni de Europa. Pensemos en los aviones: es suficiente que llegue un paciente infectado para que contagie a muchos otros. Una sola persona con Covid-19 puede llegar a infectar a tres. Es un virus muy peligroso, porque además muchas personas son asintomáticas.

En todo caso, las medidas de prevención se han tomado demasiado tarde. No sólo en España, sino también en otros países europeos. Ahora bien, esto no tiene que ver con la orientación política de los países, sino con las decisiones políticas. Curiosamente, Estados más pequeños —como Portugal, Dinamarca, Islandia, Finlandia o Noruega— han sido capaces de controlar mejor la pandemia.

María Blasco y su equipo investigan el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)
María Blasco y su equipo investigan el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)

¿Lo atribuye a su menor tamaño y población?

No sé si influye el tamaño del país o sus mandatarios. Curiosamente, muchos de los dirigentes de países que han reaccionado bien a la crisis han sido mujeres.

¿Ha destapado la actual pandemia las carencias en la investigación que usted ya había denunciado previamente?

Ha habido carencias en la investigación y en España unos recortes brutales durante los últimos años, de los que todavía no nos hemos recuperado. Ahora bien, esta pandemia es mundial. Insisto en que la investigación está siendo ejemplar. Hay trabajos internacionales conjuntos y se ha reaccionado inmediatamente, lo que indica la calidad y el talante cooperativo del mundo científico.

Lo que claramente ha fallado son las carencias en políticas de prevención y de respuesta a las pandemias a nivel mundial. No se trata de fijarnos en uno concreto, porque en ninguno había suficientes mascarillas, etcétera.

​A pesar de ello, me quedo con la magnífica labor de los científicos, quienes han reorientado con celeridad sus líneas de investigación hacia este nuevo reto. Lo que no quita que debamos recuperar lo perdido durante los recortes y alcanzar por fin la media europea en el porcentaje del PIB que se dedica a la investigación.

Ante la gravedad de la covid-19, se están acelerando los plazos para descubrir una vacuna. ¿Esas prisas ponen de manifiesto que, si hubiese intención, también podría avanzarse en la investigación y en la cura de otras enfermedades?

Tenemos que entender que la enfermedad covid-19, aunque tardaremos un tiempo en controlarla, estará relativamente bajo control en un año y medio o dos años. Pronto llegarán las vacunas, como hoy hay tratamientos efectivos contra el sida. Las enfermedades infecciosas son sencillas desde el punto de vista científico. Son un problema fácil de resolver y sabemos lo que hay que hacer, pero se tarda tiempo y puede pillarnos desprevenidos, como ha ocurrido en esta ocasión.

Sin embargo, es infinitamente más complicado acabar con otras enfermedades que son las primeras causas de muerte en los países desarrollados, como las asociadas al envejecimiento [el cáncer, el alzhéimer y las degenerativas], que con un virus.

Si llevamos esa complejidad desde el punto de vista genético a su terreno, topamos con el cáncer...

Claro. El cáncer todavía es más complicado que las enfermedades del envejecimiento, que se producen por una acumulación de daños conforme vamos viviendo y por una falta de capacidad de regeneración de los tejidos. En cambio, el cáncer es una enfermedad complejísima, pues se trata de células supervivientes, hasta el punto de que hay tumores con más de mil mutaciones o alteraciones. Por mucha potencia investigadora que hubiera, es normal que se tarde tanto tiempo en controlar todos los tipos de cáncer.

Hemos avanzado muchísimo desde que en los años setenta empezamos a investigar en biología molecular del cáncer. Aquel fue un momento decisivo para curar algunos, pero hoy todavía carecemos de herramientas para desarrollar tratamientos contra otros. Ahora bien, la covid-19 es infinitamente menos compleja que un cáncer o un alzhéimer. Y la prueba de ello es que veremos mucho antes controlado el coronavirus que curadas las anteriores enfermedades.

María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, investiga el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)
María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. / AMPARO GARRIDO (CNIO)

¿Algún día el cáncer será un recuerdo infausto o sus pinzas nos atraparán de por vida?

El cáncer es una enfermedad inherente a la vida. Nuestras células envejecen y acumulan daños. Cada día tenemos más medicamentos —y más sofisticados— para bloquear las alteraciones del cáncer y para controlar muchos tipos de tumores, por lo que lo terminaremos controlando bastante. Sin embargo, no hay que olvidar que mientras envejezcamos habrá cáncer. El secreto está en detectarlo a tiempo —cuando los tumores son pequeños y el problema es fácil de eliminar—, así como en disponer de más fármacos. Es un camino largo y todavía debemos descubrir nuevos medicamentos, pero la potencia de la investigación está siendo determinante para lograr estos avances.

El ser humano cada día es más peterpanesco. Hace un siglo, morirse a los cuarenta o cincuenta años era habitual. Hoy en día, una persona de esa edad puede sentirse joven. ¿Seguirán envejeciendo nuestras células, aunque la mente se mantenga lozana? ¿O seremos también eternamente jóvenes mental y físicamente? En definitiva, ¿el cuerpo acompañará al cerebro?

La esperanza de vida al nacimiento es mayor, porque a principios del siglo era muy corta, de unos treinta y pico años. Sobre todo, porque había una altísima mortalidad infantil y muchos fallecimientos por infecciones. Cuando llegaron los antibióticos, el riesgo de muerte se ha ido retrasando hasta unas edades avanzadas. No obstante, envejecemos igual que en Egipto durante la época de los faraones, porque nuestra biología es la misma.

La única manera de vivir más tiempo y en buenas condiciones de salud realmente es entender por qué envejecemos y ser capaces de modular proceso de envejecimiento. Este va a ser uno de los campos calientes de la investigación en el futuro, donde la clave residirá en encontrar tratamientos efectivos contra las enfermedades del envejecimiento. De su conocimiento saldrán los fármacos para frenar un alzhéimer o una fibrosis, al tiempo que nos permitirá seguir cumpliendo años. Porque ahora vivimos más, pero envejecemos igual que antes, por lo que sufrimos todas estas enfermedades asociadas a la edad.

Antes existían, si bien no llegaban a padecerlas porque, como usted señalaba, muchas personas fallecían al nacer, por una infección o en una guerra.

Claro. Ahora la incidencia y la proyección de estas enfermedades está aumentando porque proporcionalmente cada vez hay más gente mayor. Fíjate en escritores famosos como Lord Byron, quien murió a los treinta y seis años aquejado de una fiebre, o en Emily Brontë, víctima de una tuberculosis a los treinta.

Y la sífilis guio a Baudelaire hacia la oscuridad a los cuarenta y pico, mientras que Rimbaud falleció a los treinta y siete de un cáncer de huesos. Aunque hay muertes muy prematuras, como la de John Keats, quien nos dejó a los veintiséis a causa de una tuberculosis, la misma enfermedad que se llevó a Manuel Antonio a los veintinueve. Y pensar que Rimbaud dejó escrita toda su obra poética a los veinte...

Bueno, ahora tenemos más tiempo...

María Blasco y su equipo investigan el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)
María Blasco y su equipo investigan el coronavirus. / AMPARO GARRIDO (CNIO)

Para no deprimirnos ni sentirnos frustrados, volvamos a la esperanza de vida del ser humano… Al margen de la genética, todo depende del entorno: ¿podríamos hablar de un darwinismo económico-social?

La esperanza de vida al nacimiento —que en nuestro país se sitúa hoy en ochenta años— en algunos Estados africanos es similar a la de España a principios del siglo XX: cuarenta años. Ojo, porque eso también sucede en países muy civilizados, como el Reino Unido o EEUU, dependiendo de la ciudad o el barrio donde hayas nacido. Por ejemplo, en Washington la esperanza de vida al nacimiento puede ser muy diferente en función de la zona en la que se crían debido a factores socioeconómicos, culturales, etcétera.

Es inevitable, sin embargo, que algún día la muerte llame a nuestra puerta. Usted considera que será normal superar los cien años, ¿pero hasta cuándo se seguirán soplando las velas? Hablamos de una existencia longeva con calidad de vida, ¿no?

Claro. El salto importante se producirá cuando no solo vivamos más años, sino también envejezcamos más lentamente. Imagínate a una persona de ochenta años con el aspecto y la salud de una de cuarenta. Eso lo hemos hecho con ratones, gusanos y moscas, aunque no con humanos, porque no es la prioridad. Ahora se trata de encontrar tratamientos efectivos contra las enfermedades del envejecimiento, mas no dudo de que algún día esto ocurrirá y seremos capaces de vivir más años en buenas condiciones de salud.

Sin embargo, una vez más entraría en juego el dinero. Quien no tenga posibles...

Es una pregunta eterna y válida. Cuando hay un avance científico, no llega por igual a todo el mundo, como sucedió con el sida. Mientras que en los países desarrollados los afectados se salvaban, en África la gente se seguía muriendo porque no tenía recursos para comprar los medicamentos, hasta que posteriormente se abarataron.

En todo caso, son cuestiones diferentes y una cosa no quita la otra. La investigación tiene que avanzar para evitar el sufrimiento humano y las enfermedades. Esa es nuestra responsabilidad, mientras que la de los políticos y mandatarios mundiales es que los avances lleguen a todo el mundo de una manera factible y rápida. Es la tarea de otros, no de los investigadores.

Si mañana hubiese una cura para todos los cánceres, ¿qué le gustaría hacer?

Continuaría investigando. Lo que me interesa es aprender cómo funcionan los mecanismos de la vida y el mundo natural, así como seguir avanzando en el conocimiento. Si mañana se curaran todos los cánceres, yo investigaría sobre otras enfermedades sin resolver. Ahora mi grupo no solo investiga el cáncer, sino también la covid-19 y el envejecimiento. Ante todo, soy una bióloga molecular, por lo que nunca abandonaré la investigación. Ojalá que el cáncer dejase de ser un problema y pasase al olvido, pero en ese fantástico supuesto seguiría avanzando en el conocimiento, que es lo mío.

¿Vislumbra otras nuevas enfermedades en el horizonte?

Estamos viendo muy claramente cuáles son y nos están pillando por sorpresa. En el futuro seguramente serán enfermedades infecciosas originadas por virus o bacterias desconocidos, que están viviendo en sus huéspedes naturales en sitios recónditos del mundo.

Por el problema de la erosión del medio ambiente y de que cada vez hay más personas y ganado cerca de esas zonas, podrán saltar a humanos. Pensemos en las zonas del mundo que se están deforestando, como Asia o la Amazonia. Vamos a seguir viendo pandemias como la del covid-19 o el sida, porque al destrozar la naturaleza estamos facilitando que los agentes infecciosos se transmitan a las personas.

¿Con qué avance científico se queda? De la rueda a…

La rueda de todas las ruedas es el descubrimiento de la estructura del ADN, que lo ha revolucionado todo y ha contribuido a curar enfermedades. Un avance que nos ha permitido entender cómo funciona la vida y que favorecerá el descubrimiento de nuevos tratamientos. El futuro va a ser fascinante, porque ahora conocemos solo la punta del iceberg.

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