'La isla de las tentaciones': la viralización de un reality que distorsiona la visión del amor
El 'fenómeno Montoya' ha llegado hasta Estados Unidos, abriendo preguntas sobre el impacto del programa de Telecinco en los jóvenes y su relevancia cultural. ¿Es esta la 'marca España' que queremos mostrar al mundo?

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Otro año más, La isla de las tentaciones está dando mucho que hablar. La octava temporada del programa dirigido por Sandra Barneda está pulverizando todos los récords de audiencia. Hace unos días, el reality consiguió un 21,4% de cuota y 1.641.000 espectadores en su tramo horario principal, unos datos que no alcanzaba desde el final de la tercera edición en 2021. El éxito de esta entrega no puede entenderse sin el fenómeno Montoya, que ha convertido el formato de Telecinco en uno de los grandes temas de conversación del momento.
El grito viral que protagonizó Christofer Guzmán (“¡Estefaníaaaa!”) en la primera edición del programa ha quedado en nada si se compara con la carrera de José Carlos Montoya (31 años, Sevilla) y el grito desesperado de la presentadora para que el concursante entrara en razón: “Montoya, por favor”.
De España, al mundo
La secuencia, que acumula millones de reproducciones en redes sociales, ha llegado lejos. Marcas y organizaciones como Playstation, Disney+, los Grand Slam de tenis de Roland Garros y US Open, el Mundial de Fútbol de la FIFA, KFC, la cadena Gol Play y hasta Eurovisión (por nombrar solo unos pocos de los que se han hecho eco) han usado el meme de Montoya para promocionarse.
El programa de Telecinco está generando tanta conversación que Netflix ha anunciado que pondrá en marcha su propia Temptation Island. El mecanismo será el mismo: parejas que pondrán a prueba su relación al convivir con un grupo de solteros que intentarán hacerlos caer en la tentación.
Usuarios franceses, italianos y estadounidenses también han comentado la jugada del concursante sevillano en sus perfiles. Hasta The View, el programa de Estados Unidos presentado por la actriz Whoopi Goldberg, ha analizado el clip de Montoya y bromeado sobre lo ocurrido.
En apenas unos episodios, Montoya ha pasado a formar parte de la "marca España audiovisual" que consigue salir de nuestras fronteras y llegar a personas de todo el mundo. Pero detrás del meme, hay un programa que basa su éxito en la promoción de la toxicidad entre parejas, la exaltación de los celos y la infidelidad, y el desgaste emocional de sus concursantes.
Relaciones tóxicas y una visión distorsionada del amor
La isla de las tentaciones lo tiene todo para explicar cómo no debe ser una relación amorosa. El programa perpetúa de forma directa la idea idealizada del amor romántico, en el que las parejas tienen que enfrentar pruebas constantes de fidelidad para demostrar su amor. A un lado se deja la complejidad real de las relaciones afectivas y sentimentales, a un lado queda el respeto y la comunicación, para apostarlo todo a la pasión y la tentación.
Los celos son otra de las constantes en el reality, donde estos aparecen como la señal clave y verdadera del amor. El “tú eres mío y no deberías estar haciendo eso” se convierte en la máxima de muchos concursantes, que acaban demostrando en pantalla sus conductas posesivas y controladoras (las cuales poco tienen que ver con los pilares de una relación sana).
En este sentido, los participantes contribuyen a difundir esta visión distorsionada de lo que es el amor a través de su forma de actuar y expresarse ante la cámara, pero también se convierten en víctimas del propio formato. El programa saca rédito directo de las emociones de los concursantes, poniéndolos en una situación extrema que poco tiene que ver con la vida real. La emoción exagerada y fenómenos como el de Montoya son priorizados por encima del bienestar emocional de las parejas. Las secuelas psicológicas de las personas que se atreven a participar en el programa seguro darían para hacer un análisis exhaustivo.
Nuestro “guilty pleasure” más personal
Teniendo todo esto en cuenta, ¿cómo es posible que el programa siga triunfando? ¿Por qué la audiencia disfruta viendo la toxicidad y la desgracia ajena en pantalla? Seguro que las palabras que la actriz Anna Castillo compartió en 2022 en La Script resuenan con más de uno: “Recuerdo hacer Girasoles silvestres, que estaba todo el día llorando y todo el día con el dolor en el cuerpo, llegar a mi casa, poner La Isla, pedirme una pizza y sentirme feliz de poder ver algo que no tiene nada que ver conmigo, que me resulta lejano y que me hace salir de mí”.
En este sentido, La isla de las tentaciones es el ejemplo perfecto de “guilty pleasure” (o placer culpable): un espectáculo lleno de drama y desgracia que, aunque no comulguemos con las ideas que divulga, somos capaces de disfrutar. Es la oportunidad de evadirnos de nuestra realidad, tal como señala Castillo. Además, el formato permite, precisamente, abrir este espacio de debate sobre el amor, la fidelidad y el compromiso.
¿Y qué pasa con los jóvenes?
El reality de Telecinco triunfa principalmente entre los jóvenes. Hace unos días, consiguió un 52% de audiencia en la franja de edad de entre 13 y 24 años. En este sentido, merece la pena cuestionarse qué tipo de impacto están teniendo formatos como este en la forma en que la generación zeta entiende las relaciones de pareja.
Un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos intenta calmar esta preocupación. Los jóvenes participantes en la investigación muestran un alejamiento con respectos a los modelos de pareja que se presentan en el reality. “La confianza, el respeto, la comunicación, la sinceridad, la empatía, entre otros, son elementos que aparecen reiteradamente en su discurso sobre las relaciones amorosas en la vida real, frente a los celos, la infidelidad o los comportamientos tóxicos que se identifican en el programa”, señala el texto. Y añade: “La valoración que hacen de los modelos de pareja romántica que se presentan en el programa es generalmente desfavorable y señalan una preocupación por la identificación de esas actitudes (que identifican como tóxicas) en su entorno más próximo”.
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