‘Topless’: la crónica de una rebelión que todavía continúa
El topless empezó en la década de los 60 gracias a la creación del ‘monokini’, y a pesar de que a día de hoy es de lo más común, varias famosas han expresado sus malas experiencias mostrando sus pechos en la playa o la piscina.
Helena Celma
Ir a la playa y encontrar a mujeres con el pecho descubierto no es ninguna novedad. Dejar de llevar la prenda superior del bikini ya ha dejado de ser un acto reivindicativo para ser algo simple y llanamente natural. Muchas chicas dejan de ponérselo para estar más cómodas, para no tener marcas en el tan deseado bronceado o, ¡porque les da la gana! El topless fue una moda, pero ya es una tendencia que ha llegado para quedarse.
No fue hasta 1964 que las mujeres se plantearon que no solo los hombres podían ir con el torso descubierto cuando estaban en la playa. La creación del ‘monokini’ por parte de un diseñador austríaco, Rudi Gernreich, puso en jaque a las convenciones sociales y dejó atrás el recato.
Esta prenda, que consistía en una especie de braga que llegaba hasta la parte inferior de los senos, llevaba una tira que pasaba por detrás del cuello para poder agarrarse bien, dejando así los pechos fuera.
Ésta prenda fue considerada como revolucionaria porque igualaba a los hombres y a mujeres. Si ellos se bañaban sin nada que les cubriera la parte superior, ¿por qué nos tocaba a nosotras taparnos? Los pectorales están en el mismo lugar y tienen sus pezones. Por lo tanto, reivindicar la igualdad mediante esta prenda fue un acto que ha llegado hasta nuestros días.
El topless, ¿una forma de exhibicionismo?
Sin embargo, el problema del topless es que es visto muchas veces desde el prisma del machismo. Varias famosas ya han alzado la voz quejándose de que habían tenido algún problema al quedarse sin la parte superior del bikini. La más reciente ha sido Natalia Lacunza, que dijo en Twitter que parecía que en Portugal nunca habían visto “unas tetas en la playa”.
Una de las más sonadas ha sido Rigoberta Bandini, que afirmó en una de sus Rigotalks, los espacios creados para charlar sobre temas diversos con otros artistas, que había puesto una reclamación en un hotel porque no le dejaron hacer topless en la piscina.
“Hago topless cuando me apetece. Me metí en la piscina y me vino un miembro de seguridad a decirme que tenía que salir de la piscina porque no se podía hacer. Me sentí muy ofendida, como una mierda”, explicaba la cantante, que acabó poniendo una reclamación al hotel “por la norma y las formas”.
Afortunadamente, las cosas han empezado a cambiar. Desde este pasado junio, el Govern de Catalunya intercedió a favor de esta práctica y envió una carta a todos los ayuntamientos catalanes para evitar que prohibieran esta práctica en las piscinas públicas, ya que se considera una “discriminación”.
“Son acciones que excluyen una parte de la población del acceso a determinados servicios y vulneran la libre elección de cada persona sobre su propio cuerpo”, decían las cartas. De esta forma, se quería dejar claro que las mujeres son libres de ir como quieran a la piscina y que no se tiene que tener “miedo a nuestras tetas”, como reza Ay mamá, la canción de Rigoberta Bandini.
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Hay que tener en cuenta que las piscinas municipales se rigen por la normativa de cada ayuntamiento, por lo que conviene revisar qué ayuntamientos permiten ir sin la parte superior del bikini. En cambio, el legal en cualquier playa, río o piscina natural de España.
Cada persona debe ser libre de hacer lo que le dé la gana con su cuerpo, y esta parcela de libertad debe ser cada vez menos cuestionada, o como mínimo, que pase del todo desapercibida. Si eso no sucede, los ‘mirones’ pueden encontrarse con personas como Nerea Pérez de las Heras, la periodista y humorista, que explicó en un episodio de Estirando el Chicle que tanto ella como sus amigas les tiraban piedras a aquellos que miraban más sus pechos que el agua.
Quizá el método es de todo menos apaciguador, pero tener que encontrarte con este tipo de neandertales debe ser bastante desagradable.
Una de las famosas que también ha tenido serios problemas con el topless ha sido la mismísima Kate Middleton, la duquesa de Cambridge. Hace una década le tomaron unas fotos mientras estaba unos días de vacaciones en la mansión de Provenza, en Francia. “Sus Altezas Reales están profundamente apenados de saber que una publicación francesa y un fotógrafo han invadido su privacidad de una manera grotesca y totalmente injustificable”, rezaba el comunicado.
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La cuestión es que siempre hay una mirada masculina que juzga a las mujeres que hacen topless, porque no deja de ser una forma de rebelión ante lo convencional. Las mujeres quieren ser libres y no necesitan que ninguna persona lo autorice y aún menos, que les increpe por ello o se ponga trabas a algo tan natural como la desnudez.