Este artículo se publicó hace 4 años.
CatalunyaVuelta de tuerca de la solidaridad ante la covid
Entidades como la Creu Roja, Càritas Diocesana o Metges Sense Fronteres reconvierten sus proyectos para llegar a un público que nunca antes había llamado a sus puertas
Joana Costa
Barcelona-
"Desde que ha empezado la emergencia sanitaria hemos tenido que hacer un cambio importante", asegura el coordinador de Creu Roja Catalunya, Enric Morist, que detalla que en su entidad están acostumbrados a las emergencias, "siempre ha sido así", pero remarca que esta "es muy diferente, porque es sostenida en el tiempo, con seis meses ya", y se registra, además, en todo el territorio y en todos los sectores. Morist subraya que esta pandemia ha venido a sumarse a la pobreza estructural a la que ya asistía la entidad, unas 100.000 personas en Catalunya, y que ahora se han cuadriplicado, de forma que se está atendiendo ya a unas 400.000 personas –unas 120.000 familias–. "Es un esfuerzo económico y de recursos humanos y de logística que nos ha cambiado la vida y el modo de actuar de manera muy importante", reconoce Morist.
Apoyo y sensibilización
Así, además de desplegar 13 albergues en Catalunya para alojar a quienes deben someterse a cuarentena y no tienen donde hacerlo, la entidad ha reforzado el acompañamiento a 130.000 personas que viven solas, y ha llevado a cabo una labor de sensibilización juvenil que ha llegado a unas 70.000 personas y ha distribuido 60.000 mascarillas: "Son jóvenes que informan a jóvenes". Asimismo, trabajan en un programa con la Generalitat para adelantarse al empeoramiento de la pandemia en lugares donde crecen los casos. "Intentamos llegar a colectivos que no siguen los medios de comunicación y que son vulnerables", narra el coordinador de la entidad.
En este escenario, la pobreza estructural ha dejado de ser el común denominador de las 400.000 personas atendidas. Ahora hay tres grandes grupos. El primero, las 100.000 personas que "ya estaban", muy vulnerables y que proceden de las dos anteriores crisis. A esas se añaden ahora dos colectivos nuevos, "que suman más del 50% del total", remarca Morist. Por un lado, personas que trabajaban en la economía sumergida, mujeres que se dedicaban a los cuidados y a la limpieza sin contrato estable, "que sobre todo en el confinamiento no tenían ni ingresos ni prestaciones y de las que dependen muchas personas". Y el tercer grupo son personas en ERTE que no han cobrado y que trabajaban en el sector de los servicios, "con ingresos importantes", pero que ni en el confinamiento ni en verano han podido trabajar. "El incremento de usuarios nuevos que no habían venido nunca a los servicios sociales se aproxima al 50%", insiste. Este incremento de ayudas ha obligado a abandonar otros programas, como los dedicados al éxito escolar.
Con estas cifras nada esperanzadoras, Morist prevé "meses muy complicados" hasta diciembre, aunque señala que, si el Ingreso Mínimo Vital funciona, "puede aligerar un poco la presión". También podría influir la evolución de los ERE y los ERTE: "Tendrá mucho que ver con que la gente acuda a pedir ayuda". No obstante, Morist no osa vaticinar nada: "Tenemos mucha incertidumbre". Frente a ello, su capacidad de intervención "no es infinita" y, de hecho, están "muy apretados".
Desde el otro lado, el de los 229.0000 socios que sustentan la entidad, el coordinador celebra la "respuesta muy importante" recibida. "Casi 6.000 personas, mayoritariamente jóvenes, han solicitado ser voluntarios en los últimos meses. Ha sido impresionante. No lo habíamos visto nunca". En el terreno de las donaciones, celebra haber superado los siete millones de euros destinados a la pandemia gracias a las ayudas de socios, empresas e instituciones: "En un año normal no tenemos este volumen, ni el 10% de esto", asegura.
Servicios reforzados
En el caso de Càritas Diocesana, su responsable de análisis social e incidencia, Miriam Feu, explica que han tenido que adaptarse a la nueva situación con el refuerzo de los servicios de atención básica, como garantizar la alimentación y evitar desahucios por impagos de alquiler. En concreto, en estos meses han reforzado 87 puntos de distribución de alimentos y se han abierto algunos por el "aumento exponencial" de la demanda. La entidad también ha reforzado siete comedores sociales. Entre abril y agosto, los servicios de primera respuesta de Càritas Diocesana de Barcelona atendieron a 15.500 personas, "el triple que en el mismo periodo del año anterior", y se han multiplicado por tres las ayudas económicas para alimentos, destinando a ello más de 850.000 euros, y por dos las destinadas a garantizar la vivienda.
Sin derecho a prestaciones
Estos incrementos también tienen nuevos públicos: "Hemos detectado que más del 50% de las familias que se acercan por primera vez a Càritas son nuevas o vuelven después de no necesitar el acompañamiento de la entidad desde hace años", apunta Feu. En general, asegura, son familias que nunca antes les habían pedido ayuda y llegan después de agotar los ahorros y recurrir a familiares. "La covid-19 ha destruido sus trabajos, relacionados con la limpieza a domicilio, el cuidado de ancianos o tareas en el sector turístico o el de la restauración", trabajos en condiciones precarias que ahora no les permiten solicitar ninguna prestación, detalla.
Según ha precisado, en 2020 destinaban una media de 225.000 euros mensuales a ayudas económicas directas para cubrir las necesidades básicas, que se convirtieron en 500.000 solo para alimentos o gastos de vivienda en mayo y junio, y en 600.000 en julio: "Estamos desbordados". También en Càritas esperan que el IMV y la Renta Garantizada Ciudadana obren milagros y acaben implicando una cobertura más amplia hacia colectivos que en la actualidad no tienen acceso a ella. "Si no hay una respuesta rápida y decidida por parte de las Administraciones, es posible que una buena parte de este millón de personas que se encontraban en situación de precariedad acaben cayendo en la exclusión social", avisa Feu.
Ayuda internacional... y local
Otras entidades, que a priori prestan un tipo de ayuda más internacional, han visto también removidos sus cimientos. Es el caso de Open Arms, que en los peores momentos de la pandemia ayudó en la desinfección de residencias, y que este verano ha organizado proyectos para asistir a temporeros. Igualmente, Metges Sense Fronteres (MSF) ha tenido que modular sus operaciones. Según explica su delegada en Catalunya, Mila Font, el impacto que ha tenido en Europa y, en particular, en España –que durante meses ha sido uno de los países con mayor número de muertos y contagiados–, les llevó a tomar la determinación de poner a disposición de la sociedad española su experiencia en la gestión de epidemias. "La opción de no hacer nada no era una opción posible", recuerda Font. No obstante, esta decisión les obligó a reorganizar equipos de trabajo y crear uno específico para el seguimiento de la covid-19 en España, con una intervención que se prolongó hasta finales de mayo, y que generó también una ampliación de los colectivos vulnerables a los que normalmente se dirigen, de manera que centraron su trabajo en los mayores en residencias.
Font asegura que su presencia operacional en España, por primera vez en muchos años, les ha acercado a la sociedad y les ha permitido devolver parte del apoyo que han recibido todo este tiempo. Durante la emergencia, la respuesta de la sociedad española ha sido muy positiva: "A pesar de la enorme incertidumbre económica y laboral de la situación sin precedentes que vivimos, nuestros socios han mantenido la colaboración e incluso en muchos casos han realizado aportaciones extra para apoyar nuestro trabajo. También hemos recibido una cantidad abrumadora de iniciativas solidarias", explica Font.
No desatender otras necesidades
"Las crisis humanitarias, lamentablemente, no se detienen a causa de la covid-19", asegura Font, que vaticina que la respuesta al coronavirus "será un trabajo duro y prolongado", especialmente en países con sistemas de salud muy frágiles en los que habrá que apoyar a poblaciones especialmente vulnerables. "Nos enfrentamos a una situación extremadamente desafiante. A medida que los casos confirmados aumentan, no nos podemos olvidar tampoco del resto de necesidades", avisa la delegada, que recuerda la importancia de seguir ayudando también a quienes lo necesitan. "Nunca antes habíamos lidiado con una situación de emergencia en todos los países en los que trabajamos al mismo tiempo. El virus nos obliga a adaptar nuestros proyectos, bien para tratar casos de covid-19, bien para tomar todas las medidas de prevención para evitar su propagación, al mismo tiempo que tenemos que seguir con nuestras actividades regulares, que responden a necesidades críticas de las poblaciones a las que atendemos".
Las caras de la solidaridad
En medio de tanta necesidad sobrevenida y de la ausencia de recursos con que sufragarla, el papel de los voluntarios se ha vuelto crucial. Por ejemplo, Sònia Soler, de 44 años, hace cuatro que es voluntaria de Creu Roja Catalunya como complemento a su profesión como gestora comercial. Sobre la dedicación de su tiempo a esta causa afirma: "Me gusta aportar parte de mi tiempo libre y de mi experiencia laboral como teleoperadora para atender y mejorar el bienestar de aquellos que lo necesitan". Toni López, de 53 años, ayuda en la entidad desde hace un año y medio. Este auxiliar técnico de enfermería asegura: "Es muy gratificante poder escuchar y apoyar a las personas mayores o con dependencia. Me ayuda a comprenderlas y me implico todo lo que puedo".
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