Este artículo se publicó hace 6 años.
Violencia machista"La verdadera lucha contra la violencia de género se debe hacer desde la educación"
Álvaro Botías es inspector jefe de Policía y responsable de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de Málaga capital. A sus 33 años, trabaja a diario con víctimas de violencia de género. Ahora, publica un libro que cuenta sus experiencias.
María Serrano
Sevilla-
Álvaro Botías es inspector jefe de Policía y responsable de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de Málaga capital. A sus 33 años, trabaja a diario con víctimas de violencia de género. Ahora publica un libro: 'La lucha contra la violencia de género: vivencias de un policía'. Publicado Círculo Rojo y costeado de su bolsillo, su objetivo es mostrar que hay salidas a la violencia de género y visibilizar la lucha que contra esta lacra se hace día a día. El libro rescata la historia de seis mujeres que han conseguido dejar la violencia atrás y rehacer su vida.
¿Qué tipo de historias puede encontrar el lector que conozca su libro, las vivencias de un policía inmerso en la batalla contra la violencia de género?
Se encontrará muchas cosas, sin duda, pero sobre todo tendrá finales felices, esperanza y una buena dosis de optimismo. Se trata de una obra que se inspira en seis valientes, seis supervivientes que pasaron por nuestro Grupo de trabajo y a las que pudimos ayudar. Seis relatos que pretenden probar que no existe un perfil de víctima de maltrato, en absoluto. El único requisito para sufrir el terror del machismo es ser mujer. Para ello he intentado basarme en mujeres muy diferentes: desde una adolescente hasta una mujer en edad magnífica para ser abuela, pasando por una joven deportista y una señora que a raíz de una dolorosa separación sufrió el hostigamiento de su marido. Cómo no, también he puesto el foco en la "venganza pornográfica", es decir, la difusión de imágenes y vídeos de contenido íntimo sin el consentimiento de su titular, o sea, la mujer.
¿Con qué herramientas cuenta para luchar como responsable de la Unidad de Familia y Mujer (UFAM) de Málaga?
Tenemos herramientas suficientes. La Orden de Protección, la importancia del apoyo externo, la detección de los signos del maltrato, el papel del Policía Protector; son algunas de las que hablo en el libro y que destaco sobre mi labor.
¿Cómo combina la tarea de ser Inspector de policía y un activo feminista en la lucha contra la violencia de género?
Siendo honesto, tengo que sacar tiempo de donde no lo hay. Además de Inspector y feminista, soy padre corresponsable, marido y lector empedernido.
La verdad es que el feminismo está de moda. La igualdad está ocupando el lugar que se merece en las inquietudes de esta sociedad todavía patriarcal. De eso tienen la culpa muchas mujeres implicadas que, con su voz y sus actos, están consiguiendo convencer a la mitad masculina de que el machismo debe erradicarse. En esta tarea, y mediante un respaldo activo, hay también algunos hombres (cada día, afortunadamente, más) que sirven de ejemplo para sus homólogos; que prueban que es de justicia quitarse el traje de privilegios y dejar a la mujer el espacio que le corresponde.
¿Qué apoyo recibe de los compañeros del cuerpo que trabajan con usted? ¿Tienen sensibilidad ante esta realidad?
En mi equipo somos doce, hombres y mujeres, especializados en violencia de género y, lo que es más importante, concienciados con el problema de la violencia de género. Para trabajar con mujeres víctimas de violencia machista un policía requiere de una sensibilidad extraordinaria, de eso ya no me cabe duda.
Desde que les transmití la idea del libro me mostraron su respaldo y apoyo.
Después de tres años luchando juntos contra esta lacra social los considero "mi segunda familia".
¿Es una realidad que los maltratadores son cada vez más jóvenes? ¿Se están dando muchos casos de víctimas menores?
Yo no diría que la edad media del maltrato ha descendido. De hecho, la variación en los últimos tiempos no es representativa. Más bien lo pondría de la siguiente forma: hemos dado un pequeño paso atrás con los más jóvenes. Ni más, ni menos. Nuestros y nuestras adolescentes confunden la confianza con el control y de eso tienen gran culpa las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación). El patriarcado tiene muchas ramificaciones, se refugia en gran cantidad de aspectos vitales: la música, las películas, la publicidad, etc. Por desgracia se sigue "vendiendo" a la mujer, cosificándola.
De nosotros depende que el futuro de nuestra sociedad (la juventud) deje de adoptar roles del pasado y base su relaciones afectivas en el respeto.
Insiste que en la verdadera lucha contra la violencia de género se debe hacer desde los planes educativos ¿cómo podría materializarse esta realidad?
Hay que darle un buen lavado de cara al sistema educativo en su conjunto. Para ello, podríamos empezar por revestir de perspectiva de género a los encargados de enseñar, o sea, a los maestros y maestras. Se necesita lenguaje inclusivo, educación en igualdad (debemos dejar a un lado la ley del agrado y la ley del dominio) y muchas cosas más.
La Policía Nacional, por su parte, lleva varios años implementando un programa conocido como "Plan Director". En Málaga capital son los Policías de mi unidad y un servidor los que nos ocupamos de acudir a los Centros Educativos que así lo desean a impartir talleres y charlas. Lo importante de esto es que además de a los y las adolescentes, las conferencias van dirigidas a padres, madres, profesores y profesoras. Ellos y ellas tienen la llave del cambio educacional.
¿Hay una salida realmente digna, como dice usted en su libro, para las víctimas de violencia de género?
Por supuesto que la hay. Ese es, además, el objetivo que persigo con este libro: demostrar a las mujeres en particular y a la población, en general, que hay salida. Es más, podríamos usar el plural para que quedara si cabe más claro. Hay salidas.
¿Qué revisión hacen de los casos las autoridades cuando se produce el asesinato de una mujer? ¿Existe algún tipo de responsabilidad institucional?
Ni mucho menos. Cuando hay un asesinato machista no hay culpables más allá del propio agresor. Me refiero a culpabilidad directa, por supuesto.
A día de hoy, y hablo por mi experiencia, todos los operadores institucionales implicados en la lucha contra la violencia de género (Policía, Jueces/as, Instituciones Penitenciarias...) trabajan día tras día, sin descanso e imprimiendo esfuerzos nada desdeñables a sus quehaceres, para proteger a la mujer y erradicar esta lacra.
Otra cosa bien distinta es que, a raíz de un desagradable asesinato de género, se intenten buscar culpables. En mi caso no lo he vivido, gracias a Dios. Sin embargo, muchas veces no puedo evitar sorprenderme con algunos titulares. Por ejemplo: "A la víctima no le concedieron orden de protección". Mire usted, cada caso es un mundo y habría que estudiar las circunstancias concretas. Ojalá hubiera recursos suficientes como para que cada mujer tuviera un Policía las 24 horas, pero hasta el momento no está siendo posible.
¿Hay algún caso que le haya afectado especialmente?
Los seis relatos en los que me inspiro en mi libro dejaron una huella imborrable. Tratar con una mujer que supera los 60 años de edad, que durante cuatro horas te cuenta lo que ha sufrido durante los últimos 30 años (es decir, la mitad de su vida), no te puede dejar indiferente. O recibir en tu despacho a una joven llorosa y temblorosa, que te cuenta cómo su ex-pareja (a quien quiso "con locura", según ella misma nos refería) se vengó de la ruptura difundiendo un vídeo de contenido sexual y carácter íntimo. Son cosas a las que uno nunca se termina de acostumbrar.
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