madrid
Actualizado:Entre el lunes 17 y el domingo 23 de mayo cinco mujeres y un niño de siete años fueron asesinados por quienes debían quererlos. Una sucesión de asesinatos que elevan a 13 el número oficial de mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas en lo que va de año y que disparan el número total de víctimas de violencia de género a 1.131 desde que hay estadísticas (1.092 mujeres y 39 menores hijos de éstas). La cifra ha hecho saltar todas las alarmas.
Estos cinco asesinatos han provocado un torbellino de declaraciones y reuniones de urgencia para intentar evaluar cuáles han sido los fallos, dónde están los agujeros del sistema por el que se siguen colando estos crímenes. Cómo, a pesar de haber puesto en marcha un amplio número de herramientas, leyes y conocimiento, la realidad sigue siendo que una media de unas 60 mujeres son asesinadas cada año en España por esta violencia.
Si el flujo de muertes hubiera sido constante y separado en el tiempo, como suele ser habitual, probablemente este y otros artículos en distintos medios no hubieran visto la luz. Hubiéramos seguido contabilizando los casos de uno en uno, como suele ser habitual, sin afanarnos en buscar si ha habido una causa adicional que explique estas muertes coincidentes en el tiempo. Porque, tal como afirman los expertos en violencia de género consultados por este diario, la causa última que explica estas muertes es, pura y simplemente, la persistencia del machismo.
Desde el Ministerio de Igualdad y la delegación del Gobierno contra la violencia de género, han apuntado que se impulsará una revisión de los protocolos que se siguen en los casos de violencia de género para detectar posibles descoordinaciones o fallos en el sistema de protección de las víctimas. Al menos dos de las asesinadas habían denunciado a su exparejas. Algunos expertos consultado por Público apuntan a que, además, es preciso hacer una revisión más amplia de otras medidas que estaban ya contenidas en la ley contra la violencia de género y en el pacto de Estado contra la violencia de género, pero que no se han llegado a aplicar de forma decidida. La psicóloga Sonia Vaccaro apunta, además, hacia la necesidad de dejar de poner a las mujeres víctimas en el foco de las medidas y empezar a ponerlas en el agresor.
"No es que estemos haciendo las cosas mal, entendiendo que hacerlas mal es ir en sentido diferente a lo que se propone o espera, sino que no hacemos lo suficiente", señala Miguel Lorente, médico forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia de género.
"Está claro que esta es una violencia estructural, una violencia que se nutre de la normalidad, caracterizada por la invisibilidad y el anonimato (las denuncias no llegan al 25%) y que seguimos insistiendo justo en la línea que es ineficaz: la de la denuncia. Nos podrá parecer muy necesario, muy justo, muy conveniente, muy prioritario que se denuncie para que el agresor responda por la violencia que ocasionó, pero eso no funciona. No es un problema de España, tampoco funciona en Suecia". Para Lorente, si no somos conscientes de que el sistema no funciona, seguiremos permitiendo que las mujeres paguen por su mal funcionamiento.
"Para acabar con la violencia de género hay que cambiar la mentalidad y esta no cambia de la noche a la mañana y mucho menos cuando das un pasito para adelante y dos para atrás. Vivimos en una sociedad basada en la subordinación de las mujeres en relación a los hombres y en la que para mantenerla se emplea la violencia. Cambiar esto requiere cambiar la forma en la que nos educamos", afirma Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas.
Poco se ha avanzado en las medidas de prevención y en las que suponen un verdadero cambio de mentalidad
La legislación Española en materia de violencia de género ha sido un ejemplo mundial. La ley de 2004 hacía un diagnóstico certero de esta violencia e identificaba puntos clave que precisaban una acción decidida por parte del Estado. Entre ellas, la necesidad de acometer una revolución educativa que removiera los cimientos del patriarcado. Una educación en igualdad que eliminara los estereotipos y los roles de género asignados tradicionalmente a hombres y mujeres. Pero esta revolución nunca sucedió. A lo largo de estos últimos años, diversas expertas en violencia de género han lamentado el hecho de que de la ley lo que más se ha desarrollado es la parte punitiva, la que castiga el delito, pero poco se ha avanzado en la prevención y en las medidas que suponen un verdadero cambio de mentalidad.
El resultado de esta inacción es que hemos perdido un tiempo precioso. Varias generaciones de jóvenes, abunda Besteiro. "Desde que se aprobó la ley contra la violencia de género en 2004 ya podríamos tener varias generaciones de chicos y chicas formados en coeducación, en una educación igualitaria, y esto lo hemos perdido. La coeducación no está implantada en nuestro país y se siguen reproduciendo en la escuela todos los sesgos de género. Por el contrario, lo que muestran los estudios es precisamente lo contrario: cómo los más jóvenes siguen reproduciendo todos estos roles y estereotipos de género". Todos los esfuerzos por avanzar en coeducación, resalta Besteiro han sido vilipendiados, de, ninguneados y trivializados para eliminarlos. Es el caso del proyecto Skolae, que puso en marcha el Gobierno de Navarra.
"Ahora, en lugar de plantear esa Educación para la Ciudadanía, lo que se está proponiendo es el pin parental y se habla de adoctrinamiento e ideología de género"
No sólo hemos perdido una generación, sino también espacios de influencia, abunda Lorente, porque ahora en lugar de plantear esa Educación para la Ciudadanía, lo que se está proponiendo es el pin parental y se habla de adoctrinamiento e ideología de género. "El fracaso por inacción es terrible y se ha traducido en no hacer y dejar que otros hagan. La neutralidad no existe. Cuando no hacemos acciones para que esto cambie, se está haciendo para que esto no cambie y los otros no solo lo hacen de manera pasiva y resistente, sino que es de forma activa y llevando acabo acciones para influir y poner en marcha sus proyectos y propuestas".
Tenemos mucho aún por hacer, explica esta Besteiro. "Teneos que avanzar en lo que tiene que ver con la detección y la atención a las víctimas de esta violencia. Estamos cansadas de decir que la formación a todos los operadores jurídicos y a todos los profesionales que tienen vinculación con las víctimas (médicos, servicios sociales, fuerzas de seguridad del Estado...) es clave. Pero no se trata de una formación sobre lo que dice la ley, sino una más profunda sobre en lo que es la violencia de género, cómo se produce la socialización diferenciada de género, cómo opera para unos y para otras, lo importante que es valorar el riesgo y comprender que una víctima que no corre peligro extremo, el agresor puede pasar de 0 a 100 en segundos".
Poner el foco en el maltratador
Tal como explica la psicóloga Sonia Vaccaro, experta en violencia de género, estamos viviendo un backslash, un retroceso. "El machismo sigue estando en los puestos de decisión y para colmo ahora tenemos un negacionismo que forma un contramovimiento desde las tertulias hasta dentro de las instituciones".
Para Vaccaro, tras casi dos décadas de campañas y acciones hacia las mujeres, es hora de cambiar el enfoque y dirigir las acciones hacia el maltratador. Es hora de probar nuevas vías de combatir la violencia de género.
Muchos expertos piden que este tipo de violencias sean definidas como terrorismo machista, para ponerla en su lugar. Se trata de una violencia que se utiliza para crear y mantener un estado de terror hacia las mujeres, porque no afecta sólo a la que sufre la agresión de forma directa, sino que es un mensaje para todas, una advertencia.
"Desgraciadamente España está a la vanguardia y somos un ejemplo en legislación, pero en lo que tiene que ver con la aplicación y la implementación de las medidas y los recursos fallamos estrepitosamente", concluye Besteiro.
Este artículo ha sido modificado tras su publicación para actualizar las cifras de víctimas de violencia machista, con el asesinato este fin de semana de una mujer en Zaragoza, que ha incrementado en cinco el número de mujeres en una semana.
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