a coruña
Actualizado:A Carlos López Riopedre lo ingresaron en Urgencias con la primera taquicardia el 13 de agosto del 2016. Llevaban varios meses atiborrándolo de antibióticos para combatir una infección de orina que le ocasionaba fuertes cólicos y que le obligaba a ir cada dos por tres al hospital, donde los médicos habían tardado bastante en dar con el medicamento que parecía empezar a aliviarle el problema. En los prospectos de esas medicinas se alerta de que pueden causar taquicardias. Y Carlos pensó que se moría cuando el corazón se le puso a mil por hora y tuvo que llamar a una ambulancia. Iba con más de 180 pulsaciones por minuto, cuando su pulso normal es de 60 ó 65, como mucho.
En el Hospital da Costa, en Burela, en la Mariña lucense, le recetaron ansiolíticos, pero las taquicardias siguieron. Una y otra vez, sin avisar, obligándolo en ocho o nueve ocasiones a repetir ambulancia e ingreso en Urgencias. Pasaron semanas y meses hasta que le hicieron un electrocardiograma y un registro de su actividad cardíaca que no aclaraba nada, lo que llevó al cardiólogo a ordenar que le hicieran una prueba de esfuerzo que, según le dijo, no debía tardar, como mucho, más de seis meses. Eso fue en marzo del año pasado. Lleva esperando desde entonces.
"Alguien tiene que ponerle cara a lo que están haciendo con la sanidad en Galicia"
"Que me den un diagnóstico. Lo necesito. Están jugando con mi vida", dice Carlos. La taquicardia es un aumento anormal del ritmo cardiaco, que provoca que el corazón lata en reposo mucho más rápido de lo normal. Provoca palpitaciones, mareos, malestar generalizado, angustia, ansiedad y nauseas, y si no se trata puede provocar complicaciones muy graves, como una insuficiencia cardiaca, un accidente cerebrovascular o incluso un paro repentino y la muerte.
Carlos interpuso el jueves pasado una queja ante el servicio de atención al paciente del Servicio Galego de Saúde (sergas) en la que advierte de que no le quedará otro remedio que acudir a los tribunales para que éstos obliguen a la administración sanitaria a que le hagan la prueba de esfuerzo. El Sergas no puede facilitar datos sobre el paciente porque se lo prohíbe la ley, pero fuentes de ese organismo contradicen la versión de Carlos. "Las pruebas de esfuerzo y los electrocardiogramas son por indicación del especialista. El tiempo medio de espera son treinta días en el Hospital da Costa, eso para las consultas, porque es el especialista el que hace las pruebas”, insisten, aclarando que en realidad lo que se le dio a Carlos es una cita del especialista para una revisión a la que debe llevar los resultados de la prueba de esfuerzo, que le realizarán días antes de esa cita. Pero él no está de acuerdo. "No lo es. Es una prueba diagnóstica, no una revisión".
Carlos tiene 43 años y dos hijos, un pequeño de tres años y una niña de siete. Vive en Burela, pero trabaja de soldador desde hace tres años en un astillero de Figueras, cerca de Castropol, en Asturias, a unos cincuenta kilómetros. Sus padres murieron cuando apenas había superado la veintena y el suyo es el único sueldo que entra en casa. Así que aunque las taquicardias siguen asaltándole repentinamente, siempre lleva ansiolíticos encima y asegura que ha conseguido de algún modo acomodar su mente para poder convivir con ellas. Porque no puede permitirse coger bajas.
"Esto es un astillero, si hay barco, hay trabajo, si no, no. Y si la empresa ve que empiezas a faltar, que no puedes afrontar un problema de salud o que éste se prolonga, tal vez piensen que es mejor no llamarte. Y mi sueldo es lo único que tienen mi mujer y mis hijos. No tenemos abuelos que apoyen el sostenimiento de la familia, ni ayudas de otro tipo. No puedo faltar", expone.
"Ahora que necesito Sanidad Pública, ¿me dejan tirado?"
Carlos se muestra muy duro con la Xunta, con los recortes aplicados por el Gobierno de Feijóo y con la privatización del sistema público de salud. "De mis 43 años he cotizado 25. Nunca estuve enfermo, nunca he tenido que operarme de nada, nunca pasé una noche ingresado en un hospital. Me descuentan un 17% de mi nómina y parte de ese dinero va a la Seguridad Social. Y por supuesto que me parece bien, porque creo en la sanidad pública y me gusta financiarla. Pero ahora que la necesito, ¿me dejan tirado?", se lamenta.
También explica que su caso no es el único, y que sabe de otra persona con dos microinfartos que lleva más de un año esperando por una prueba similar a la suya. "Lo que pretenden es que me vaya a un hospital privado y me gaste mil euros en pagarme yo la prueba, pero no pienso hacerlo. Tengo ese dinero, pero no pienso hacerlo", subraya. No duda un segundo en contestar cuando se le pregunta si no ha pensado en sus hijos: "Claro que sí, es precisamente por eso. No sería un ejemplo para ellos si lo hiciera".
Carlos dice que sabe de lo que habla. Que hace quince años a su mujer le detectaron un tumor benigno en el pecho que crecía casi un centímetro cada mes, y que el cirujano que lo atendió en el hospital Arquitecto Marcide de Ferrol les insinuó varias veces que las listas de espera eran muy largas. Un día, tras una consulta, les dejó una nota con su móvil para que pidieran cita en su consulta de tarde en una clínica privada. "Éramos unos críos", recuerda. A la semana a ella ya la habían operado. Carlos guarda pruebas de todo eso. "Salvo de la factura, claro, porque la clínica no nos la quiso dar".
Hace una semana, el jefe de Oftalmología del hospital de Pontevedra dimitió alegando que no estaba dispuesto a seguir aceptando que el Sergas camufle las listas de de cataratas retirando a pecientes de la misma para evitar que se sepa que la espera quirúrgica supera el año. Usuarios de ese mismo centro también han denunciado que se los engaña para ser operados de varices en una clínica privada por cirujanos no especialistas que emplean técnicas más cruentas que los del centro público, que sí son especialistas en cirugía vascular. El Sergas niega ambas denuncias.
Para la Plataforma pola Defensa Pública de A Mariña, que ha ayudado a Carlos a interponer su reclamación, la actuación de la Xunta resulta "intolerable". A Víctor Vila, su portavoz, le parece que está ninguneando a los pacientes y provocando que padezcan sufrimientos innecesarios. "Cifrar en quince o treinta días el tiempo de espera medio para estudios cardiológicos cuando la gente está esperando en realidad un año o más es una desfachatez", añade. Y alerta de que los tiempos de espera de los que presume la Xunta son sencillamente "falsos".
Carlos, por su parte, repite que él no es el único ejemplo de personas a quienes están haciendo esperar sin motivo para un diagnóstico, que conoce a otras en el mismo hospital que llevan meses sufriendo sin saber cuándo van a recibir el tratamiento que necesitan, y a otras que se han avenido a contratar un seguro privado o a dejarse enredar en esa trama clientelar de amigos, regalos y chanchullos que acaban abriendo las puertas de una consulta o de un quirófano que parecían cerradas a cal y canto. También sostiene que no teme las represalias que puedan ejercer con él: "Alguien tiene que contarlo. Alguien tiene que ponerle cara a lo que están haciendo con la sanidad en Galicia".
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