Este artículo se publicó hace 3 años.
NazisLas valientes mujeres que condenaron a los nazis responsables del genocidio gitano
Los testimonios de los supervivientes de los campos de concentración fueron determinantes en los juicios contra el nazismo. Silvia Agüero y Nicolás Jiménez les rinden homenaje en el libro 'Resistencias gitanas'.
Madrid-
Zäzilia Reinhardt logró, en nombre de su pueblo, que Leni Riefenstahl se retractase de sus declaraciones sobre los gitanos que usó como mano de obra esclava en su película Tiefland. La directora alemana reclutó en 1942 a decenas de prisioneros en Marzahn y en Maxglan-Leopoldskron, pero hasta 2002 aseguró que los había tratado bien y negado el destino de los extras: la muerte en campos de concentración como el de Auschwitz.
El testimonio de Zäzilia, quien tras el rodaje volvió a ser recluida en el campo de Marzahn, se suma al de otras y otros valientes que denunciaron los crímenes nazis homenajeados en Resistencias gitanas (Libros.com). "Leni Riefenstahl fue la cineasta del Tercer Reich y tuvo mucha cara, porque hasta llegó a encarnar a una gitana en el filme, aunque supuso un triunfo que no se fuese de rositas y finalmente tuviese que reconocer la verdad", explica Silvia Agüero, coautora del libro junto a Nicolás Jiménez.
Elisabeth Guttenberger consiguió que varios nazis fuesen condenados por los crímenes cometidos en Auschwitz, donde asesinaron a treinta parientes suyos. "Hay otros muchos casos en los que solo sobrevivió un miembro de la familia. Sin embargo, seguimos vivos y caminando gracias a la resistencia de aquellas personas que, pese a sufrir el genocidio, continuaron con su vida y lucharon para que siga existiendo la gitanidad. Suena romántico, pero hay una base cultural gitana que es la biofilia, o sea, el amor a la vida", añade Agüero.
El trabajo en una oficina le permitió a Lily van Angeren-Franz recordar con detalle los nombres y funciones de los criminales destinados al Zigeunerlager de Auschwitz, la sección gitana del campo de exterminio. Ernst-August König, un monstruo que tras la Segunda Guerra Mundial trabajaba como proyeccionista de cine, fue condenado a cadena perpetua por asesinar a tres personas, si bien se suicidó tras la sentencia. El juicio, sin embargo, reveló la persecución del pueblo gitano durante el nazismo.
"El Samudaripen significó el exterminio total de nuestro pueblo. Hay localidades donde mataron a todos los gitanos y gitanas. No obstante, antes ya había políticas de genocidio, como las esterilizaciones a las que fueron sometidos hombres y mujeres", recuerda Agüero, quien no acepta las cifras de asesinados durante aquellos años. "Son falsas porque no se ha investigado suficientemente, lo que pone de manifiesto el antigitanismo institucional, aunque el propio concepto sea una redundancia".
Otros muchos supervivientes también hicieron frente a sus traumas y calvarios para denunciar ante los tribunales a sus verdugos con el objetivo de hacer justicia. "Personas valientes sin leyenda, pero cargadas de épica. Son las gitanas y los gitanos más valientes del mundo", escriben los autores, quienes documentan el genocidio durante el nazismo en un libro que relata otras "resistencias heroicas" y rescata los nombres propios del cine, el teatro, la literatura y el feminismo.
Durante el recuento, Silvia Agüero no se olvida de Alfreda Markowska, quien tras perder a toda su familia se dedicó a rescatar a niños judíos y romaníes en poblaciones masacradas por los nazis. "Ella los escondía y luego intentaba buscar a los parientes que seguían vivos para que regresaran con ellos", explica la cofundadora de la asociación Pretendemos Gitanizar el Mundo, quien no la ha incluido en la obra porque si no sería infinita. "Son valentías cotidianas que darían para una segunda, tercera y cuarta parte de Resistencias gitanas, porque hubo muchos valientes".
Un libro, a juicio de la escritora, fundamental para desmontar estereotipos y prejuicios de los roma. "Es necesario que la contranarrativa sea citada en estudios que recojan la labor de estas personas, porque hay investigadores que sostienen que hubo una época idílica hasta la promulgación de las leyes antigitanas. Sin embargo, la persecución se remonta siglos atrás, pues siempre han querido eliminarnos porque éramos el contraejemplo de la sociedad", denuncia Agüero, quien destaca la investigación de Nicolás Jiménez, "una gitanopedia".
El coautor de la obra sostiene que las leyes antigitanas, que en España comenzaron a promulgarse en 1499, conllevaron un hostigamiento contra su pueblo que alcanzó sus mayores cotas de crueldad con el genocidio. "Hoy cuestionamos la experimentación con algunos animales por razones éticas, pero los alemanes llevaron a cabo crueles experimentos con gitanos. No extraña que, tras diversas etapas de persecución, se produjese el Samudaripen, porque para el Tercer Reich un gitano no valía nada", razona Jiménez.
Los asesinatos masivos tuvieron lugar en diversos países, como Alemania, Austria, Polonia, Holanda, Rumanía, Yugoslavia o Hungría. "Dieron caza a la gente que vivía integrada en las ciudades y se calcula que más del 80% de la población gitana que residía en los países del Eje fue asesinada, un porcentaje superior al de los judíos, lo que resulta terrorífico", añade el también responsable de Pretendemos Gitanizar el Mundo, quien valora el testimonio de quienes retaron al Estado y a la desmemoria para que se hiciese justicia.
"Vivían tranquilamente, sin haber hecho nada malo, y de pronto fueron encerrados en campos de concentración. Unos no lo soportaron y se arrojaron contra las vallas electrificadas. Otros, tras sobrevivir al cautiverio y al calvario, regresaron a su ciudad y se encontraron con que su casa había sido destruida y ya no quedaba nadie de su familia ni de sus amigos. Ahora supera todo eso y cuéntaselo a tu mujer y a tus hijos, porque imagínate el trauma… Sin embargo, rehicieron su vida y superaron los prejuicios", afirma Nicolás Jiménez.
El coautor de Resistencias gitanas suma más nombres de valientes que podrían figurar en una nueva entrega, como la pintora Ceija Stojka, quien sobrevivió a tres campos. "Tuvo que teñirse el pelo de rubio para parecer paya y poder buscarse la vida en Austria. Ella y cada una de estas personas merece nuestro respeto y homenaje diario, porque les debemos muchísimo", concluye Jiménez, convencido de que el Samudaripen "no es más que una parte de un largo proceso de deshumanización de la cultura y las personas gitanas".
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