Este artículo se publicó hace 2 años.
El Toro de la Vega, la barbarie medieval que escandalizó a Azorín y hoy sigue impune
Tordesillas celebra su tradicional festejo con la prohibición de matar y herir al toro. La historia revela cómo ha ido evolucionando un torneo que siempre se ha sustentado en la violencia contra los animales.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
"El pueblo de Tordesillas ha estado tradicionalmente vinculado a un salvajismo con los toros bestial", dice Juan Ignacio Codina Segovia, doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de les Illes Balears y experto en pensamiento antitaurino en España. Lo que este martes ha ocurrido en el pueblo vallisoletano, la celebración del Toro de la Vega, es un episodio más de una historia de violencia: lanzas, sangre y muerte. Esta vez, la Justicia española ha velado por el bienestar del animal y ha quedado prohibido –polémica mediante– herir a la res y provocarle la muerte.
El cambio en el reglamento del torneo taurino y las disputas generadas entre el Patronato del Toro de la Vega y el Gobierno de España son sólo un ejemplo más de la difícil tarea de avanzar hacia la protección de los animales en España. "El proceso de humanización en la tauromaquia no se ha realizado de dentro hacia afuera, sino al revés, de fuera hacia dentro y con mucha oposición local", explica el historiador y autor del libro Pan y toros (Plaza y Valdés).
En ese proceso de modernización, la pugna por eliminar o combatir el maltrato en los festejos populares, hay una ristra de cambios que desvelan hasta qué punto en Tordesillas se disfrutaba con la masacre de miuras o vaquillas. El propio Azorín, escandalizado, narraba en un artículo de 1903 –bajo el título Toritos, barbarie– cómo la persecución del toro con lanzas venía acompañado de otro acto cruel, la vaca encohetada. Esta exhibición precedía al Toro de la Vega y consistía en una corrida con una vaca cubierta de un manto mojado en combustible que era prendido. El fuego la hacía enloquecer y, además, hacía detonar una suerte de chaleco pirotécnico que lanzaba fuegos artificiales al populacho.
Ese acto no fue el único que desapareció del torneo. En el siglo XVI, tal y como cuenta el propio Patronato del Toro de la Vega en sus redes sociales, el alanceo del toro no era tan simple como ahora. Los vecinos atosigaban al animal hasta conducirlo a un acantilado, donde caía despeñado y rematado con picas.
Las crueldad del festejo de Tordesillas no sólo incomodó a la moral más ilustrada de España. Tanto, que durante el franquismo se llegaron a prohibir algunos de los actos más grotescos de la fiesta. "Tenemos nociones de que durante el franquismo se trató de prohibir", dice el historiador, que en su tesis doctoral ya relataba cómo el conde de Bailén, Carlos Arcos y Cuadra, consiguió ganarse al ministro franquista Manuel Fraga para aprobar una circular en 1963 por la que se prohibía la crueldad hacia los animales en los festejos populares, afectando de lleno al Toro de la Vega y a otras tradiciones violentas como los toros de fuego. Así, desde 1966 hasta 1970 el polémico torneo de Tordesillas quedó bajo la lupa del régimen y se prohibió alancear a las reses.
"Mientras se fomentaba la tauromaquia a nivel nacional, al mismo tiempo los espectáculos de este tipo estaban en entredicho por esa nueva visión de la burguesía y de las clases acomodadas que se fue imponiendo", explica Codina.
Los intentos de acabar con el festejo en el presente
La historia del Toro de la Vega es la de la disputa. El enfrentamiento entre quien se escandaliza y quien disfruta del escándalo. En el presente, con una conciencia animalista cada vez más extendida y con la tauromaquia en una suerte de ocaso popular, el torneo de Tordesillas no vive sus mejores días.
Fue en 2016 cuando un Gobierno taurino, el de la Junta de Castilla y León del PP, aprobó un nuevo reglamento por el cual se prohibía herir y matar animales en festejos populares. Desde entonces, la pugna entre el Ayuntamiento –con cambios en el consistorio– y el poder autonómico no ha cesado, aunque los organizadores y vecinos han tenido siempre que acatar las normas.
La entrada de Vox en el Gobierno castellano y leonés, sin embargo, ha precipitado todo. Este año, después de varias ediciones sin celebrarse por la coyuntura de la pandemia, las reses vuelven a Tordesillas y el Ejecutivo autonómico emitió una orden para modificar su propio reglamento y permitir que la vuelta tras la epidemia sea por todo lo alto: el animal no podrá morir pero los vecinos tendrán permiso para clavar en sus costados hasta siete divisas. A la séptima, la fiesta terminará.
El cambio provocó una reacción instantánea por parte de los sectores animalistas. PACMA acudió a los tribunales para pedir que se anulase la orden del Gobierno autonómico e impedir ataques hacia el toro. Algo que fue escuchado por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, que emitió su auto el pasado día 9 de septiembre y dio la razón al partido antitaurino. En paralelo, el Gobierno envió un escrito a la Fiscalía de Medio Ambiente para pedir, directamente, la suspensión cautelar del Toro de la Vega, pero el Ministerio Público lo terminó desestimando al no ver indicios de un posible delito.
La capea ha transcurrido, según dicta la ley, sin sangre ni muerte en un torneo más concurrido de lo normal y ante la mirada atenta de medios de comunicación.
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