Este artículo se publicó hace 7 años.
Pepa Bueno"La televisión en España es machista, ¿alguien me imaginaría presentando con las canas de Lorenzo Milá?"
Tras una amplia trayectoria en TVE, donde pasó por 'Gente', 'Los Desayunos' y el Telediario en su última etapa, Pepa Bueno lleva cinco años al frente de 'Hoy por hoy' en la Cadena Ser. “El giro soberanista en Catalunya es una huida hacia delante de Convergencia de sus recortes y su corrupción”, denuncia
Madrid--Actualizado a
Recibe en lo que ella denomina “un espacio de coworking” y verdaderamente es lo que parece. Una pequeña sala de unos nueve metros cuadrados, con cuatro ordenadores y otras tantas sillas rojas en las oficinas de la Cadena Ser, en el centro de Madrid. Tras una amplia trayectoria en TVE, donde pasó por Gente, Los Desayunos y el Telediario en su última etapa, Pepa Bueno (Badajoz, 1964) lleva cinco años al frente del programa Hoy por hoy, que la saca de la cama a las tres de la mañana. “Es un trabajo precioso con un turno que te condiciona la vida. Pero me da mucho pudor hablar de esto. ¡Cómo me voy a quejar yo!”.
-Hoy ha vuelto a contar en su programa lo mismo de los últimos tres meses: Catalunya.
Bueno, hasta las elecciones es inevitable. Y luego habrá que constituir el gobierno y ver cuál es. Es un asunto muy trascendental. Aunque ahora me estaba comentando Mariangela [Paone, periodista del programa]: “Ha llamado un oyente quejándose de que hacemos otra vez un monográfico sobre Catalunya”. Pero es que estamos en una campaña electoral muy excepcional, convocada en La Moncloa después de aplicar el artículo 155. Es muy determinante para la vida de Catalunya y para la de España. Entiendo que cause fatiga, pero tenemos que esforzarnos para hacer interesante lo importante.
-¿Cómo se aborda un monotema desde hace meses en un programa de actualidad?
Bueno, ahora nos parece que hay que abordarlo, pero te recuerdo que durante muchos días teníamos novedades diarias, ¿eh? Durante los meses de septiembre y octubre el tema nos abordaba y arrollaba a nosotros. Había novedades que yo nunca había cubierto en mi vida profesional. Cuando me enfrento al minutado cada día o a una entrevista, trato de ponerme en el punto de vista de quien recibe la información y dar un poco de contexto, iluminar por dónde pueden ir los tiros y acudir a los mejores. No me gustan las peleas de gallos ni reproducir en una tertulia lo que pasa en el Congreso de los Diputados. Para eso, está el Congreso.
Todos queremos hacer programas mayoritarios y que te siga mucha gente. Pero yo creo que para conseguir audiencia no hay atajos. Esto lo he aplicado durante toda mi vida. Si el tema es importante, mi responsabilidad es hacerlo interesante, para que incluso el que se harta siga ahí y no se vaya. También hay que huir de las burbujas, de tus círculos que hablan de lo mismo. Es un peligro tremendo para un periodista, que lo que debe es mantener intactas las antenas que le conectan con la gente que no está con los intereses de las empresas periodísticas y de los políticos.
Ha habido gente que ha caído, y probablemente yo también en momentos de mi vida. Pero hago un gran esfuerzo por sustraerme de la presión del día a día. Ahora estoy obsesionada con que nos hemos olvidado de la vida material de las personas. Estamos con el debate territorial, de los grandes símbolos. Y mientras, ¿qué pasa con los salarios, con lo que se paga de alquiler, con el precio de la luz, con los que se fueron? ¿Han vuelto? ¿Han encontrado trabajo?
-La guerra de banderas, la crisis catalana ha ocultado todos estos problemas.
Escribía algo muy cierto hace poco Santiago Alba Rico sobre eso. El problema territorial, el de Catalunya, es algo muy real. Yo no comparto el análisis de quien dice: “Vamos a ocuparnos de los problemas reales y no de este debate”. Aquí hay un problema político de primer orden. Pero, además, en los últimos meses han ocurrido cosas reales muy graves. Lo que no debería la crisis catalana es eclipsar otros problemas reales que tienen los ciudadanos. En lo que respecta a los medios, creo que tiene que ver con que las redacciones se han diezmado, son mucho más pequeñas que antes de la crisis. Hay menos gente trabajando en otros temas que no sea el gran acontecimiento del momento.
-Hablando en clave política de esto, ¿le ha venido bien esta crisis tanto al Gobierno catalán como al central para ocultar sus problemas, sus recortes y su corrupción?
Claro. El PDeCAT, en su momento Convergència, estaba al frente de la Generalitat cuando empieza la crisis económica y es de los primeros gobiernos autonómicos que aplican los recortes, y además de una manera muy severa. Y es evidente que su giro soberanista tiene mucho que ver con una huida hacia delante de los problemas sociales que tenían y de la gestión que habían hecho de los recursos para la sanidad, la educación y los servicios sociales. Es uno de los factores que lo explica; no creo que sea el único.
-El Gobierno central se subió al tren encantado de que se ocultaran también todos sus problemas.
Yo no creo que esté encantado de lo que ha ocurrido en Catalunya porque, al final, esta gravísima crisis territorial le ha estallado entre las manos a pesar de las muchas advertencias que durante mucho tiempo tuvo de que se estaba gestando un problema político en Catalunya. Y durante mucho tiempo no ha hecho nada. Hay que reprocharle su inacción para abordar el problema que se estaba gestando. No creo que le haya venido bien esta crisis porque siempre quedará para la historia que le estalló a un gobierno del Partido Popular. Pero es verdad que ahora mismo, con la emergencia política que los líderes independentistas han provocado en los últimos meses, el juicio de la Gürtel está pasando inadvertido, así como las declaraciones de Lezo. Claro que le viene muy bien, pero creo que de manera sobrevenida en este momento.
-En una tensa entrevista a Junqueras a mediados de septiembre le acabó instando a “tratarse como adultos”. ¿Ha faltado eso entre el Gobierno y Catalunya?
Sí. La descripción que determinados líderes independentistas hacen de la realidad, sencillamente no se ajusta a la realidad. Tú puedes discrepar sobre cierta gestión o determinadas medidas, pero que dos mil empresas han trasladado su sede social y que hay una fractura social en Catalunya con la que hemos tropezado cada uno de nosotros en nuestro círculo de amigos y en el familiar, no te lo tienen que contar. Yo lo he vivido: tengo amigos con los que he discutido de todo durante toda mi vida y con los que ahora no podemos hablar de esto. La negación de esta realidad es lo que me lleva a decir: “Oiga, tráteme como una adulta”. No me diga que hay países que están reconociendo la independencia de Catalunya, porque no hay ninguno.
A mí no me gusta la entrevista debate, me gusta aquella en la que el periodista pregunta. Pero cuando no te responden o te contestan como un sofista diciéndote que es de noche cuando estás viendo la luz del día, pues te toca hacer fact check en directo.
-Esta semana, pese a las elecciones, no parece que vaya a ser, ni mucho menos, la definitiva.
De momento, hay unas elecciones y se reparte juego. Hombre, tratarnos como adultos sería que todos los partidos estuvieran a la altura de las circunstancias extraordinarias en las que estamos y dejar por unos días en la estantería los trucos de campaña y hablar muy directamente a la gente. Creo que hay mucha incertidumbre y que ha habido mucha angustia en Catalunya y en el resto de España. Esa sensación de: “¿Nos vamos a joder? Pero, ¿de verdad nos vamos a volver a joder entre nosotros?”. Y eso merece que a los electores se les hable con mucha sinceridad.
-Antes de la aplicación del 155, el Gobierno debatió controlar también TV3 y los medios públicos catalanes y los acusó de falta de objetividad e independencia. ¿Le sorprende, a tenor de lo que sucede en RTVE?
Si hay un partido que está muy desautorizado para hablar de manipulación de medios públicos, es evidentemente el PP. En sus declaraciones dice que quiere el modelo de la BBC y en RTVE no sólo no lo ha aplicado, sino que ha revertido alguno de los hitos históricos que se habían conseguido, como la Ley Audiovisual de 2006, que alumbró una de las etapas más dulces profesionalmente en RTVE. No hay más que escuchar al Consejo de Informativos de TVE para comprobar las condiciones duras, tristísimas y muy poco democráticas en las que trabajan tantos periodistas en esa casa.
-¿Qué le cuentan los amigos que conserva allí?
Tengo muchos de mis mejores amigos allí y tengo mucha rabia. Lo viven con mucha tristeza e indignación, dependiendo del día. El día que no estás de acuerdo con el enfoque que le quieren dar a tu pieza, estás indignado, por ejemplo. Como periodistas y como personas, se enfrentan cada día a un producto informativo en el que el criterio profesional no siempre es lo más importante. La radio y la televisión públicas sobrevivirán si están bien gestionadas económicamente y si son imprescindibles para los ciudadanos, y para esto tienen que ser profesionales. En la etapa dulce que te decía, con Fran Llorente, nos equivocamos muchas veces, pero era con criterio profesional. Es un dolor y es una pena, porque en aquella etapa se demostró que se pueden hacer una radio y una televisión públicas dignas y bien gestionadas económicamente.
-¿De verdad tanta independencia hubo en la época de Zapatero?
Muchas veces, cuando bajaba a hacer el Telediario de las nueve, pasaba por el despacho de Fran Llorente y me hacía señas de que estaba alguien gritándole al teléfono por una noticia que llevábamos. Y yo bajaba y contábamos la noticia que creíamos que teníamos que contar. Y él, sobre sus hombros, estaba aguantando el chaparrón. Seguramente cometimos algunos errores, pero hicimos un trabajo muy profesional y defendimos con criterio nuestro espacio frente al poder político y económico. Entre nosotros discutíamos muchísimo, pero es que es raro una redacción en la que no se hace. A mí me gustan los equipos pequeños, cohesionados y que discutan las órdenes. Si no, está muerta esa redacción.
-Su salida de TVE coincide con la llegada del PP.
Sí. A mí no me sacaron. Tuve varias ofertas, una de ellas de la Ser, un par de meses antes de esos cambios en TVE. Se anticipaban cambios en la casa y eso me ayudó a decidir. Pero era muy difícil rechazar el ferrari informativo del Hoy por hoy de la Ser. Si no hubiera tenido esta oferta, imagino que hubiera corrido la misma suerte que todo el equipo de Fran Llorente.
-¿Prisa maniobró contra Pedro Sánchez como dijo él en aquella entrevista de Salvados?
Se lo tienes que preguntar a Pedro Sánchez. Yo nunca he maniobrado contra él ni he recibido instrucciones de hacerlo. Quien acusa es el que tiene que aportar las pruebas.
-¿Medios de comunicación públicos o privados?
Yo es que soy muy de presente, estoy fatalmente dotada para la nostalgia. Con las empresas me pasa así. Me he formado en la pública y esto de la empresa privada es todo nuevo para mí. Hay cosas maravillosamente buenas en las privadas. Por ejemplo, el debate electoral que hice la semana pasada sin tener que discutir bloques con nadie ni establecer tiempos. Fue maravilloso. Les dije que no me acordaba ya de la tortura que representa un debate electoral en la pública con todo esto, con la negociación de todo con los equipos de campaña: desde a qué hora quedábamos hasta a qué hora salíamos.
Sin embargo, el régimen laboral en la pública es mucho más razonable para toda la cadena de trabajadores. Los convenios son muy fuertes y los sindicatos tienen mucha más presencia. En lo que respecta a Prisa, está siempre en el imaginario como el gran grupo de comunicación; cuando te ficha, compruebas que es una empresa muy grande, con mucho poderío.
-Ha comentado en alguna ocasión que fue una “adolescente pedante”.
[Risas] Sí. Yo ahora me recuerdo entonces y digo: “Dios mío, qué paciencia tenía todo el mundo conmigo”. Leía mucho, fui una lectora voraz de libros que se me tuvieron que atragantar sin más remedio, era imposible que me enterara de lo que estaba leyendo. Tuve una hermana mayor muy lectora y me empapé de toda su biblioteca. Sobre todo de los existencialistas: Camus, Simone de Beauvoir, Sartre… Luego el teatro, que te pone en contacto con la vida, enseguida me salvó de esa pedantería y de las noches de juerga.
-¿Qué obra trata mejor la actualidad política de hoy en España?
Supongo que todo lo del Teatro del Barrio, que está haciendo un teatro documental maravilloso. Vi la de Bárcenas, por ejemplo, y otras. Y también María San Miguel, con La mirada del otro, me gustó mucho. El teatro me encanta pero voy poquísimo. Y el teatro documental me parece una innovación maravillosa.
-Quería ser la periodista, escritora y activista italiana Oriana Fallaci.
Todos tenemos un pasado [risas]. No te vas mirando en el espejo toda tu vida, porque, si no, sería muy frustrante. Mi vida no tiene nada que ver con la suya. Pero era como un mito y se te caía el alma a los pies cuando llegabas a la facultad y veías que el 70% de las chicas querían ser ella. Así que, de original, nada.
-¿Por qué quería ser como ella? ¿Qué aspecto de su vida le parece más importante?
Bueno, era una persona que había vivido las pasiones de su tiempo, había estado en todos los conflictos. Había leído sus libros y toda adolescente que quería estudiar periodismo quería ser como ella.
-Fue pionera en el reporterismo de guerra siendo mujer.
Sí, fue una primera valiente que luego tuvo una evolución controvertida.
-A Oriana la temían sus entrevistados. ¿A usted le sucede?
Yo creo que hay más leyenda que realidad. Hubo una etapa en Los Desayunos de TVE y al principio de la Ser, que coincidió con lo peor de la crisis, de lo que se llama entrevista dura, sin respiración, de pa, pa, pa, pa, pa. Pero enseguida modulé y cambié. Sin embargo todo el mundo sigue diciendo: “¡Oh la entrevista de Pepa Bueno!¡Qué dura!”. Yo me las preparo, voy cargada de datos y llevo mal que no me contesten. Me gusta más que haya un intercambio inteligente que un combate de boxeo, que lo practiqué hace un tiempo. Hay veces que es posible y veces que no. Pero hace mucho que yo decidí que estaba personalmente en otro momento y que me interesaba otra manera de abordar a los personajes.
También, en el día a día, no es lo mismo una entrevista a un miembro del Gobierno, que tiene que responder por una gestión, que a alguien de un partido que está en el camino de ida y no tiene que responder por nada. No es lo mismo con Podemos o Ciudadanos hace cuatro años que ahora, por ejemplo. Cada una es un mundo.
-¿Prefiere que le teman o que no?
A mí no me gusta nada que me teman, no me gustaría nada infundir temor. Ahora, que me respeten, sí. Ana Pastor, la presidenta del Congreso, me dijo en una ocasión: “Una entrevista contigo es como una oposición oral y sin temario”. Porque voy con muchos datos para contrastar, me preparo mucho las entrevistas. Los periodistas somos demasiado protagonistas y creo que tenemos que dejar de serlo; tenemos que volver a colocarnos detrás de la cámara y contar lo que le pasa a los demás, no a mí.
-¿Hay machismo en el periodismo?
Naturalmente que lo hay. Ni mucho ni poco; en la misma proporción que hay en la vida. El resurgir del movimiento feminista me parece la noticia del año. Si siempre ha sido un movimiento imparable, este 2017 pasará a la historia como un antes y un después por la implicación generacional, el movimiento #MeToo, las denuncias… Después de muchos años de creernos que la igualdad legal era lo mismo que la igualdad real, cuando queda claro que no es así, se produce mucha rabia entre las mujeres. Después de grandes discursos, listas cremallera e importantes leyes, ves que sigue ahí la brecha salarial, la cosificación de las mujeres o la falta de respeto profesional. Y eso ha provocado mucha rabia que ha sacado de sus casas a muchas mujeres que pensaban que nunca iban a salir para una reivindicación feminista.
-¿Ha vivido ese machismo en su carrera?
Yo me he dedicado a la televisión, donde la imagen es una tiranía absoluta para las mujeres. ¿O alguien me imaginaba a mí presentando con las canas que hacían tan atractivos a Lorenzo Milá o a David Cantero? Pero no sólo la imagen. No hay más que ver que las redacciones están llenas de mujeres, mientras que en la dirección y en los consejos de administración sigue habiendo hombres. No hay más que ver que los hombres se citan entre ellos como fuente de autoridad y lo que cuesta citar como fuente de autoridad a una mujer en el ámbito de la opinión. Cada vez que alguien en las redes sociales me llama Pepita, me pregunto: ¿cuándo me han presentado a mí a este señor? ¿O quizás es que llaman con el diminutivo a todas las mujeres? ¿Dirían Iñakito?
O que periódicamente sea noticia o motivo de comentario en redes sociales e incluso en medios que van de serios con quién hemos estado casadas. Mientras que no forman parte de las conversaciones de nadie con quién han estado casados y las relaciones de los periodistas que triunfan. Claro que las mujeres somos víctimas de machismo en los medios. Y, además, ocupes el puesto que ocupes. Yo soy directora de un programa muy importante, por primera vez lo es una mujer, y, de vez en cuando, alguien tiene a bien sacar a relucir con quién has estado o no casada, como si eso fuera relevante para tu carrera.
Y con las políticas también sucede. ¿Quién comenta la edad que tiene Rajoy? ¿Y cuántos comentarios sobre la edad de Manuela Carmena hay que soportar? ¿De cuántos ancianitos están llenos los consejos de administración?
-Hace poco comentaba en una entrevista en S Moda que "ha habido una involución en los medios audiovisuales en la que se ha vuelto a la mujer objeto: guapa y estilizada".
Sí que hay una involución. Durante mucho tiempo, el clásico pack de presentador viejo, joven, flaco, con pelo o sin él (da igual, porque a ellos se les presume la inteligencia) y copresentadora joven y mona se cuestionó. Y en los medios públicos y privados era como intolerable. Pues ese formato ha vuelto, pero con una diferencia: que ellas son monísimas, jovencísimas y tan listas que rompen el estereotipo con su talento. Pero el pack de partida vuelve a ser ese en una involución clarísima.
-Estuvo al frente de Gente durante años. ¿Qué sacó del corazón y de los sucesos?
Fueron las dos legislaturas de Aznar, hasta 2004. Los sucesos son una escuela de periodismo magnífica, te enseñan muchísimo sobre la condición humana. Te permiten aplicar todas las reglas del periodismo en las que yo creo; tocas un material supersensible, que es las personas en esa situación extrema. Por ello, siempre les decía a mis equipos que había que obrar con la precisión de un bisturí: cómo contar un suceso en televisión sin ser morboso, añadiendo el plano que aporta información y desechando los que sólo aportan morbo. Aprendí mucho de la vida y de la profesión.
-¿Ha notado mucho la diferencia entre el tratamiento que se hacía en aquella época tanto en los medios como en la sociedad de la violencia machista y ahora?
¡Uy amigo! Es que eso yo lo viví en directo. Yo viví en directo a Ana Orantes haciendo un programa de sucesos cuando la violencia de género estaba en las páginas innobles de los periódicos: en las de sucesos y no en las de política o sociedad. Y cuando nos llegaban los partes diarios de la Guardia Civil que hablaban de “crimen pasional”. Y en los programas de sucesos de las televisiones y no en los informativos. Los programas de testimonios, que despreciaban los exquisitos, acababan siendo el único resquicio que les quedaba a aquellas mujeres para contar sus historias. Y nosotros, en Gente, que era hecho por mujeres, decíamos: “Esto no es un suceso que sucede. Aquí hay una pauta, un fenómeno”. Y empezamos a distinguir aquella información de un atropello o de un accidente de tráfico. Vivimos el caso Ana Orantes y lo que representó en España: un antes y un después. Cómo cambió la mirada de la sociedad sobre la violencia de género. Yo viví en directo la transformación que experimentó este país.
-Cuando una vive con asesinatos, robos y sucesos de todo tipo en un programa así, ¿afronta la vida de otra manera?
No particularmente. Lo que cambia la vida es el periodismo, si tienes la fortuna que he tenido yo de trabajar en programas muy exigentes. Pero para nada estaba muy obsesionada. Todo lo contrario: a mí, que daba estafas todos los días en la tele, me acababan estafando. Menudos chistes hacían en la redacción con eso: “¿Que te han estafado con eso? ¡Pero si has dado mil veces la noticia!”.
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