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La salud mental y el trabajo: un tándem que atropella a los sectores precarizados

"La relación con el trabajo se convierte en un círculo vicioso. Tenemos miedo a perder un puesto que precisamente nos está generando un problema", señalan los expertos.

Imagen de archivo de una trabajadora y una persona mayor en una residencia.
Imagen de archivo de una trabajadora y una persona mayor en una residencia. EFE

"Llegaba al trabajo con nervios, tenía que ir al baño cada dos por tres. Me costaba dormir y me llegaron a salir ronchas en el cuerpo. El estrés no solo me afectaba a mí, también al resto de la empresa. La gente estaba quemada y el ambiente laboral era hostil, no había compañerismo. Eso te lo llevas luego a casa y lo terminas pagando con tu familia, tu pareja y tus amistades". Carmen –nombre ficticio– acabó dejando su puesto de trabajo en una residencia tras cuatro años como gerocultora y una pandemia de por medio. Las visitas al médico con cuadros de ansiedad eran recurrentes después de un mal día en el trabajo. Nunca pidió una baja

El de Carmen no es un caso aislado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han pedido a las instituciones competentes adoptar medidas concretas para abordar los problemas de salud mental en el entorno laboral. Los organismos internacionales ponen el foco en la carga de trabajo, los comportamientos negativos, la intimidación y la discriminación que a menudo se dan cita en el terreno profesional. "Estamos ante un problema de base que no ha emergido como debería. La normalización y los estigmas que todavía prevalecen al respecto hacen que mucha gente no busque ayuda", señala Montserrat Yepes-Baldo, profesora de psicología social y de las organizaciones en la Universitat de Barcelona.

El informe Salud mental y prevención de riesgos laborales, presentado por la Universitat de València y el sindicato UGT-PV, recoge que un 15% de las bajas laborales que se han solicitado en el último año vienen motivadas por problemas de salud mental. Además, la mitad de los trabajadores encuestados reconocen estar expuestos a factores de riesgo para su bienestar. "Lo que veo es que tenemos muchas carencias, faltan líneas de investigación que nos permitan dar una respuesta científica desde el punto de vista sociológico e indagar en las relaciones entre el trabajo y la salud mental", denuncia Alejandro Martínez Casalé, profesor de sociología en la Universidad de Sevilla.

El Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) presentó el año pasado el estudio Salud mental y Trabajo: diagnóstico de la situación. Los datos sitúan la sobrecarga de trabajo como uno de los factores con más efectos negativos para la salud mental de los trabajadores españoles, por delante de la inestabilidad laboral, la mala comunicación o la falta de autonomía. Yolanda Díaz ha reivindicado que los problemas de salud mental se ceban con las "personas trabajadoras más precarias" y se ha comprometido a fortalecer los controles para acabar con las horas extra no remuneradas.

"Me generaba ansiedad ir a la oficina, pero me daba miedo pedir la baja"

"Las dificultades se agudizan entre las minorías y las personas que pertenecemos a grupos desaventajados –mujeres, jóvenes, colectivo LGTBI–. Tenemos menos mecanismos para afrontar cualquier problema de salud mental porque estamos expuestos constantemente a situaciones violentas", recuerda Danna Galván Hernández, doctoranda en psicología y experta en feminismos. El 30,7% de las mujeres de 18 años consume ansiolíticos e hipnosedantes antes de cumplir la mayoría de edad, según un estudio reciente de la Universidad del País Vasco, que evidencia un "gradiente positivo" con el paso del tiempo.

¿Lo que no se ve, también existe?

Marcos –nombre ficticio– trabajaba hasta hace poco en una empresa del sector de la comunicación. "Me generaba ansiedad cruzar la puerta de la oficina, pero tenía miedo a pedir la baja porque ninguno de mis jefes me transmitía la confianza ni la seguridad que necesitaba. Me llamaban a deshora y me escribían por WhatsApp para hablar de temas del trabajo. Lo que hice fue aguantar un par de meses hasta encontrar otra cosa y poder dejar la empresa", cuenta en una conversación con Público. En menos de dos meses, hasta cinco personas de la plantilla han remitido problemas de ansiedad, estrés o presiones. Ninguno de los jefes ha movido ficha para remediar la situación.

"Hemos normalizado el estar siempre pendientes, incluso de vacaciones. Los jefes no pueden ponerse en contacto contigo fuera de tu jornada laboral, pero lo hacen y con más frecuencia de la que deberían. Tú puedes marcarte unos límites, pero si tus superiores interfieren, no sirve de nada", precisa Montserrat Yepes-Baldo. La falta de síntomas físicos y fácilmente identificables por el grueso de la población se destapa como una de las principales reticencias a la hora de acudir al médico y pedir unos días de reposo. 

"Si un trabajador sufre un accidente, está claro que pasará unas semanas de baja. Es un problema físico, nadie duda. En los casos de salud mental [trastornos de ansiedad, estrés o depresión], tendemos a dejar el sentimiento de culpa en manos de quien lo sufre, como si fuese decisión suya. La solución pasa por una cultura organizativa en la que se fomente el bienestar trabajadores", reivindica la psicóloga y docente. Los expertos reconocen que es necesario formar a los directivos y sacar adelante una batería de herramientas para que las instituciones sean sensibles a los problemas de salud mental.

"Al hablar de salud mental, siempre queda la idea de que el trabajador es un flojo"

La falta de consenso, sin embargo, frustra cualquier avance en materia de salud en los centros de trabajo. "Lo podemos ver con casi cualquier ejemplo. Los electricistas que utilizan escaleras y trabajan a varios metros de altura tienen un plan de actuación para prevenir el riesgo de caída. Las empresas y los trabajadores coinciden en las formas y son visibles. Esto cambia cuando hablamos de salud mental, siempre queda en el aire la idea de que el trabajador es un flojo. El problema va mucho más allá de una excusa para no ir a trabajar", detalla Alejandro Martínez Casalé. 

La salud mental en sectores precarizados

El Ministerio de Trabajo ha identificado durante la última legislatura la necesidad de "combatir la precariedad laboral y sus efectos en la salud mental de la población". El mercado pide a gritos un "modelo laboral más democrático, saludable y sostenible", además de intervenciones más eficaces desde el punto de vista político, legislativo y de la inspección. Las desigualdades laborales se manifiestan fundamentalmente en los salarios, los tipos de jornada, los contratos y el reconocimiento social. ¿Qué posición ocupa la salud mental en los sectores precarizados?

Guillermo –nombre ficticio– lleva dos años intentando meter la cabeza en el mundo del cine. "Te puedes tirar seis meses trabajando de lunes a domingo y otros seis meses sin salir de casa. Los límites te los pones tú y son complicados. Las jornadas pueden durar hasta 16 horas y los niveles de estrés están tan normalizados que pocos conciben quejarse o pedir ayuda. Es nuestro pan de cada día", explica el joven. El miedo a perder su única fuente de ingresos –con la ansiedad que eso genera– hace que "aguantar" sea muchas veces la única solución. 

"La relación con el trabajo se convierte en un círculo vicioso. Tenemos miedo a perder un puesto que precisamente nos está generando un problema. Es un bucle de repetición del que es difícil salir y el problema se acentúa en los sectores precarizados", añade Montserrat Yepes-Baldo. La responsabilidad del autocuidado se carga a menudo sobre los propios trabajadores, mientras los expertos piden buscar una respuesta más transversal y generalizada. "Los jóvenes estamos precarizados y no podemos escapar de ciertas dinámicas porque tenemos un alquiler y unas facturas que pagar. La productividad se consigue a base de aislamiento. Llega un punto en el que la vida social y laboral se funden por completo y las implicaciones para la salud mental son terribles", sentencia Danna Galván Hernández.

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