"Pensaron que los MENA íbamos a atracar el Aquopolis": habla la juventud migrante no acompañada en España
Los jóvenes que migran solos no se sienten identificados con los discursos y narrativas que se usan habitualmente para definirlos. Así lo recoge el último informe de la 'Fundación porCausa' que analiza cómo estos jóvenes navegan en una sociedad de acogida predominantemente hostil.
Madrid--Actualizado a
"Cuando llegué estaba muy nervioso, tienes que hacer mucho esfuerzo y tener muchas ganas de aprender el idioma y la cultura. Tienes que intentar mostrar que eres buena persona, demostrar que no eres uno de esos ladrones que dicen en los medios sobre los menores no acompañados". Quien pronuncia estas palabras es Oussama Mazari, originario de Uchda, Marruecos. Llegó a España en 2018 con una visa de estudiante cuando tenía 14 años. Aunque Mazari migró con documentos en regla, su experiencia como menor migrante en España no es muy diferente a la de otros jóvenes que llegan de manera irregular.
Los discursos de odio sobre la juventud migrante no acompañada calan de manera profunda en sociedades de acogida como la española. El 82% de los participantes en una encuesta sobre desinformación y discursos de odio, realizada por Intermón Oxfam y Maldita.es, escucharon en algún momento que los jóvenes migrantes tienen tendencia a ser violentos y aproximadamente un tercio de ellos aseguró que esas afirmaciones eran ciertas.
Los jóvenes que migran sin sus familias a España se ven abocados, de esta manera, a una situación de vulnerabilidad especialmente delicada. Y así, solos y sin el acompañamiento emocional e institucional que cualquier otro joven encuentra durante este periodo vital, se convierten en un objetivo fácil para el odio.
En este contexto la juventud migrante en España no es ajena a los discursos que existen sobre ellos y reconoce dos narrativas dominantes que los definen: son malos y todos son iguales. "Cuando caminas por la calle siempre escuchas 'mira cuidado que este es marroquí', 'no hables con él' o tienes que cambiarte de acera si hablas árabe porque si no, se van a pensar que les vas a robar. Al final, con el tiempo, te acostumbras y te da igual lo que piense la gente, pero acabas sintiendo que estás solo y no formas parte de la sociedad aunque lo intentes", explica Mazari.
Esta y otras afirmaciones se reflejan en las conclusiones que recoge el último informe de la Fundación porCausa sobre juventud migrante no acompañada. El documento "Entendiendo y reimaginando las narrativas sobre la juventud migrante" recoge experiencias y perspectivas de estos jóvenes.
Criminalización y racismo: cuando las narrativas definen tu vida
El acrónimo "MENA" es un catalizador clave para la deshumanización del colectivo
El imaginario narrativo que define a la juventud migrante en España se concreta en una expresión: "MENA". Este acrónimo de "Menores Extranjeros No Acompañados" determina las experiencias de estos jóvenes desde su llegada y es un catalizador clave para la deshumanización del colectivo. Además, ayuda a perpetuar los estereotipos y narrativas negativas existentes. "Hasta que no salí por primera vez solo del centro de menores no supe lo que significaba MENA. Siempre escuchas MENA pero realmente no sabes lo que significa hasta que te lo explican y entiendes que cuando te llaman así es, muchas veces, de manera agresiva. Y ahí, cuando entiendes eso, te toca despertar y darte cuenta que Europa no era lo que pensabas", explica Mazari.
La investigadora estadounidense Rachel Pak, graduada en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, y autora de este informe, explica que a lo largo de la investigación "identificamos narrativas omnipresentes a las que los jóvenes se ven obligados a responder en su día a día". Así, los jóvenes entrevistados identifican cómo estas ideas que menciona Pak se traducen, por ejemplo, en identificaciones y registros policiales constantes.
Muchos chavales asumen estas prácticas y piensan que las autoridades aplican en sus procedimientos la narrativa dominante sobre qué todos son delincuentes. La experiencia de Mazari no es una excepción en este sentido: "A veces estás con tus amigos españoles y viene la policía y al único que le piden que se identifique es a mí porque esperan que no tengan papeles, lo típico. Te das cuenta de que te hablan y te tratan diferente pero es lo que hay", cuenta.
Además de la discriminación y la persecución policial, el racismo define las relaciones de estos jóvenes con su entorno. Ya sea en el transporte público, las tiendas, la escuela o en el trabajo, la hostilidad es constante. Ismail El Majdoubi, que como Mazari también migró a España siendo menor de edad, explicaba ayer durante la presentación del informe alguna de sus experiencias en este sentido. "Una vez fuimos al Aquopolis, todo el grupo desde el centro, imaginate se pensaban que íbamos a atracar el parque o algo, casi nos asignan un seguridad", recuerda ahora entre risas.
Las redes sociales son un vehículo poderoso en la difusión de los mensajes de odio contra estos chavales. "Entras en Instagram y encuentras de todo. Siempre hay cosas malas cuando buscas 'MENA'. Parece que solo los menas hacen cosas malas, ningún español. Hay mucho ruido. Parece que solo ponen la palabra MENA para conseguir más público y, además, siempre bien destacado, subrayado, con otra fuente…", cuenta Mazari sobre su experiencia en redes.
Jóvenes sin derecho a equivocarse
"Estamos aún en la fase de definir si somos personas o si el 'morito' es bueno o no. No estamos en la fase todavía de hablar sobre nuestros derechos y, por eso, muchos jóvenes no quieren hablar", explica tajante El Majdoubi sobre la negativa de muchos chavales a seguir contando su historia una y otra vez con la intención de que algo cambie.
Los cambios necesarios son profundos e implican transformaciones en las estructuras de poder ya que, como analiza Pak en el informe, "las narrativas no existen en un vacío. Responden al poder, al poder de quien define y cuenta las historias".
Mientras esos cambios profundos llegan, los jóvenes migrantes intentan encajar en una sociedad de acogida que no se lo pone nada fácil. "A la hora de hablar de inclusión, hablamos también de sacrificio, moderando tu identidad, es una lucha interna de renuncia a tus costumbres y principios" reflexiona El Majdoubi.
En este escenario, encontrar lugares seguros para aprender a expresarte y conocerte en un momento vital clave como es la adolescencia puede resultar casi imposible y algunos jóvenes no pueden gestionarlo solos. "Es muy difícil todo esto a veces y eso puede provocar que te enfades o que sufras crisis a nivel personal o psicológico, es muy difícil acostumbrarse, lo mejor es centrarte en tu misión aquí y olvidar lo demás, si puedes hacerlo", analiza Mazari.
Enfrentar la vida adulta en soledad
En las entrevistas que recoge el informe es recurrente encontrar la idea del autocontrol como mecanismo de supervivencia. En este sentido, Mazari explica que frente a las provocaciones o situaciones discriminatorias, "tienes que controlarte y no caer en piques (...) es difícil porque a veces cuando escuchas ciertas cosas piensas joder tengo 14 años y me tratan así, tengo 14 años y no soy un MENA de esos, ojalá pudiera volver a mi país, pero al final todo eso te hace madurar y jugar las cartas que tienes cuando puedas".
En este proceso, muchos de los jóvenes optan por la disociación, alejándose de sus amigos y su cultura para que no puedan identificarlos como "jóvenes marroquíes". El Majdoubi recuerda que "yo en el centro no hacía vida con los chicos, para vivir en paz tenía que vivir lejos de mis amigos, no iba a las actividades en grupo. Luchaba entre ser un rancio o sufrir por como nos trataban como grupo MENA". Para este joven, fundador de la organización Exmenas, parte del problema está en los centros donde no se les ofrece una atención como menores sino como "mercancía con fecha de caducidad".
Desde su llegada a España, Mazari quería seguir estudiando y explica cómo tuvo reenfocarse desde el mismo momento que llegó al centro: "Me ofrecieron el típico curso de cocina pero yo tenía otras ideas. Hice un FP de gestión administrativa y ahora llevo mi propia marca de ropa".
Este joven, como otros, consiguió sus objetivos aunque en este proceso su identidad le impidió explorar el abanico completo de opciones que cualquier otro jóven puede llegar a considerar. En este proceso hacía la vida adulta Mazari recuerda como anécdota: "Por un rato hice de actor pero al final solo me daban el típico papel de marroquí, de ser el típico terrorista y yo no quería ir por la calle y que la gente me viera y pensará eso, así que al final acabé yendo por otro camino".
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