Este artículo se publicó hace 4 años.
Entrevista a Manuela d´Ávila"El odio a las mujeres es parte de una estrategia para legitimar el discurso de austeridad fiscal"
La política Brasileña Manuela d'Ávila, que se presentó como vicepresidenta en las pasadas elecciones de su país, habla en esta entrevista sobro los riesgos del discurso de odio de la ultraderecha, la fuerza del movimiento feminista, las fake news y la necesidad del poder del big data.
Marisa Kohan
Madrid-
Manuela Pinto Vieira d’Ávila (Porto Alegre, Brasil, 1981) pasó por España para presentar su último libro (Por qué luchamos) que por el momento sólo está en portugués. Esta comunicadora y política brasileña, que en 2018 se presentó como vicepresidenta por el Partido de los Trabajadores, ha sufrido en sus carnes la potencia de las fake news, tanto, que a lo largo de la entrevista ironiza con que si alguien quiere saber qué son, vaya a conocerla o haga una búsqueda en internet.
Afirma que estas informaciones fraudulentas son la herramienta que está usando la ultraderecha a nivel internacional para asumir el control de la narrativa y disputar el poder. Y que el odio es la estrategia para justificar la reducción del estado del bienestar y justificar la implantación de la austeridad.
Empecemos por el título del libro ¿Por qué luchamos?
Escribí este libro después de las elecciones en Brasil, en el que el principal tema era contra nosotras, contra el feminismo y contra la mayor parte de las razones por las cuales las feministas estamos en lucha.
Recoge mucho de lo que la gente empezó a decir masivamente en Internet y el discurso que empecé a oír con insistencia: que las mujeres feministas luchan contra las familias, que si las feministas odian a los hombres, que tienen odio a las flacas porque ellas no son delgada… Todos los temas y los estereotipos contra los que luchábamos nosotras. Desde sentirnos bien con nuestros cuerpos hasta la participación política se había transformado en odio. Fui recopilando las cosas más sencillas que la gente me decía en la calle y las escribí. Por eso el subtítulo es "acerca del amor y la libertad".
¿Por qué luchamos nosotras las mujeres? Primero por el amor propio. A las mujeres les han enseñado en esta sociedad a odiarse, a no creer en su capacidad política, el odio a nuestros cuerpos por sistema, a dudar de nuestra capacidad intelectual, a creer que no somos capaces, a tener más trabajo doméstico y de cuidados y con eso no tener tiempo para dedicarte a la actividad pública o la escuela. Porque muchas niñas desde pequeñas trabajan para ayudar a sus madres y no se dedican a las matemáticas, la física o la química. Fui escribiendo desde eso, desde las cosas sencillas como es la lucha de las mujeres feministas.
¿Cómo se propaga el odio?
El odio al feminismo en mi país es algo propagado por el presidente de la república. La extrema derecha se organiza en todo el mundo con un discurso que pone en el centro la amenaza a la familia que representamos nosotras y el colectivo LGTB. Este es el discurso que inventan para legitimar el fin del estado y de las políticas sociales.
Su concepción es que tiene que haber personas que cuiden de los niños porque no hay guarderías, o que las mujeres trabajan demasiado y por eso los niños están en situación de violencia. Pero los niños llegan a esa situación porque no hay una política eficaz que cambie la vida de las personas. Es un ideario de odio hacia las mujeres libres, hacia las que trabajan y tienen sus hijos, que los educan en escuelas públicas, que están involucradas en la sociedad...
¿Cuál es la finalidad?
El odio a las mujeres es parte de una estrategia para legitimar el discurso de austeridad fiscal que vuelve al Estado más pequeño y con servicios públicos cada vez más reducidos. Porque en sociedades machistas (como la brasileña pero diría que la mayoría del mundo), la inexistencia de servicios públicos penaliza a todas las personas, a todos los trabajadores, pero especialmente a las mujeres.
¿Cómo ha cambiado la vida de las mujeres y de la población LGTB en Brasil desde el triunfo de Bolsonaro?
La verdad es que Brasil ha cambiado mucho. Desde el golpe contra Dilma [Rousseff] hemos tenido una reforma laboral que ha provocado unos 14 o 15 millones de desempleados, entendiendo que el trabajo en Brasil es informal. Es un empobrecimiento total de la economía. Después con Bolsonaro se ha aprobado la reforma de las pensiones que supone el fin los fondos públicos de pensiones para los pobres.
Otra cosa importante es la política de violencia ordenada por el Estado. La policía es cada vez más violenta contra la población negra. Siempre hemos tenido números escandalosos de asesinatos, pero ahora esta está legitimada desde el Estado. El año pasado hemos tenido 65.000 homicidios en Brasil. Son números de guerra. Es el tema con el narcotráfico y las milicias. Es un narco-estado. No hay nadie que proteja la vida.
También está la violencia ordenada desde el poder contra las mujeres y la población LGTB. Si tienes toda la estructura del Estado fragilizada, es evidente que los más vulnerables en sociedades desiguales son los primeros en sufrir las consecuencias. Cuando liquidan las políticas sociales, con la bolsa de familia, a quién afecta más es a las mujeres porque era una política que tenía el corte de género.
Es un período de mucha violencia formal. Pero además Bolsonaro autoriza las violencias simbólicas porque es misógino y homófono. Se ha multiplicado el número de personas comunes que en la calle agreden a los transexuales o a mujeres o a lesbianas. Porque hay una autorización formal que proviene del discurso del presidente.
Hace unos afirmó, en lo que él considera una broma, que las personas negras valen ocho arrobas, que es la medida que portugueses y Españoles tenían para los esclavos.
En estos dos años hemos visto la destrucción formal del Estado. La gente dice que él sólo habla, pero no es verdad. En el Congreso pudimos frenar una ley que Bolsonaro intentaba pasar con Sergio Moro (el juez que detuvo a Lula) que permitía a las fuerzas de seguridad aducir estar bajo fuerte tensión para justificar asesinatos.
En España hasta hace muy poco no teníamos un partido de extrema derecha en las instituciones. ¿Tiene similitudes con lo que está ocurriendo en Brasil?
Muchas. Principalmente en cómo intoxicar con mecanismos de odio. Por lo que conozco, aquí también se trabaja sobre problemas objetivos que tiene la gente como consecuencia de la crisis económica mundial, que es una crisis del capitalismo que no la creó Lula [da Silva] ni el expresidente español.
Lo que ocurre es que con esos problemas reales que vive la gente, ellos intentan imponer el odio como mecanismo de respuesta, y eso genera más problemas y menos capacidad para resolverlos. Convierten el odio y la intolerancia en el principio de la política. El tema del enemigo interno. O sea, los enemigos están entre nosotros. En los trabajadores, en las mujeres, los LGTB…
Los partidos de extrema derecha en Europa y en Brasil, tienen ideas similares, que es el fascismo. La idea de que el otro no es merecedor de mis mismos derechos. El otro , el diferente, el enemigo común.
¿El odio al diferente es una estrategia internacional?
Si. Y también los discursos son similares en distintos países. El tema de los derechos de las mujeres, de esa falsa ideología de género, el tema de Venezuela… En Brasil se habla más de Venezuela que de Brasil. Hay enemigos que se han creado en un contexto de crisis económica, que es la más larga desde la del 29 de siglo pasado. ¿Y cómo acabó de esa crisis? Con la implantación del fascismo. Claro que es una estrategia internacional.
Yo diría que es trasnacional. Porque hoy la manera con la que se trabaja con el big data en el mundo y todas las informaciones que unas pocas empresas tienen de nosotros supone que es una estrategia transnacional.
Y la información sobre los individuos es el gran negocio
Es más que un negocio. Es el centro del poder. Yo suelo hacer un chiste, que es que si quieres saber lo que son las fake news en Brasil, ven a conocerme. Porque en internet puedes encontrar información mía diciendo frases de John Lennon, con tatuajes de Lennin en los pechos… Todo lo que puedas imaginar.
Tenemos que comprender que ellos saben más de nosotros que nosotros mismos. Necesitaríamos una vida haciendo terapia para saber cosas que ellos saben sobre nosotros analizando nuestro comportamiento en redes sociales, en la forma en la que nos movemos por la calle, cuánto tiempo estás mirando algo, si te gustó la película o en qué minuto dejaste de verla… Si eres ansiosa, si estás desempleado, si tienes o no deudas… Lo saben todo de la gente y el análisis de todo lo que saben de nosotros a través del big data les da el centro del poder global.
Ha creado una organización para luchar contra el fake news ¿Cómo se hace eso?
Se llama Y si fueras tú. Lo que hago yo es un trabajo para hablar con la gente común. Porque tenemos que crear los robots del bien: aplicaciones y plataformas que tienen que tener responsabilidad para retirar las noticias falsas o fraudulentas, que es más acertado.
Creo que tenemos que hablar con la gente. Hay algo muy sencillo que podemos hacer. Nosotros no vemos a los automóviles como una amenaza. Acordamos socialmente que cuando cruzas la calle tenemos que mirar a los dos lados. Y le enseñamos a los niños a no tener miedo del coche, sino a mirar a los dos lados. Y creo esto habría que aplicarlo a la información. Que la gente, antes de compartir las infamaciones en las redes sociales debería pensar: ¿y si fuera yo? ¿Y si fuera conmigo?.
Tenemos que hablar en las escuelas. Necesitamos cursos de cómo usar las redes y los peligros que tienen. Porque yo no creo que tengamos 50 millones de fascistas en Brasil.
El problema con las fake news también es que no tenemos una prensa democrática en el mundo. Los medios suelen trabajar todas las cosas que provocan divergencia de opiniones con agencias de Fact Checking, como si todas las posturas fueran fake news. Pero las fake news, en realidad son informaciones fraudulentas y no pueden ser tomadas como divergencia de opiniones.
El fin de las fake news es la disputa del poder. Lo que vimos en EEUU en Brasil o en Europa es que lo que se intenta es realizar cambios en las instituciones y en esto el discurso a veces hace que los verdadero monstruos no parezcan tales. Asumen el control de la narrativa, la agenda es de ellos.
¿La izquierda en consciente de lo que se está jugando?
No completamente. En América Latina hoy vivimos situaciones similares a lo que vivimos en la década del 60 del siglo pasado. No hay golpes militares (a excepción de Bolivia), peor todos hemos tenido procesos de desestabilización democrática. Y creo que no tenemos la dimensión correcta de lo que está pasando. Mira lo que está pasando en Chile. Miles de jóvenes ciegos por la acción de la policía de uno de los presidentes que no esta en la extrema derecha, que es Piñera. Es la derecha tradicional de Chile.
Estamos celebrando el 8M ¿Que papel están jugando las mujeres?
No me cabe la menor duda que los cambios en el mundo van a ser venir de la lucha de las mujeres. Lo que tenemos es una política hecha por hombres y cuando tengamos un poder popular va a ser de toda la gente. No me cabe la menor duda.
Y estos cambios no se harán por un feminismo despolitizado o liberal. Hay una disputa en curso: que es que la derecha defiende que no tengamos Estado, que no haya políticas públicas. Y las mujeres somos las que exigimos más Estado y más políticas públicas. Lo que el Estado hace por nosotras es lo que no hacen los hombres cuando no comparten la responsabilidad de los cuidados. En Brasil, el 50% de las mujeres con hijos no consigue tener trabajo, porque no hay guarderías públicas. Las políticas de austeridad no impacta de la misma forma en todos los trabajadores. Afectan a todos, pero mucho más a las mujeres.
Para mi es imprescindible que tengamos el compromiso de construir un feminismo popular. Porque el capitalismo y el sistema político en el mundo intenta cambiar todas nuestras luchas. Si mi feminismo es para hablar sólo de mí, que soy blanca y no sufro lo que le pasa a muchas madres, no le sirve a la gente. Tenemos que hablar de todos los problemas sociales.
Es posible separa el feminismo de la lucha de clases?
Para mí no. Y en mi país es imposible separarla de la lucha antirracista. En AL por le colonialismo, siempre hemos leído mucho a los europeos que ponen el acento en las luchas identitarias. Yo imagino que para una mujer que vive en Francia sea muy distinto imaginarse la lucha de clases en la lucha de las mujeres. Porque hay educación publica para todos. Pero en mi país, un hombre blanco tiene el 100% del sueldo. Un mujer negra tienen un 43%. Hay una desigualdad tremenda entre ellos. En mi país separa clase, género y raza.
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