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Mujer, territorio y cuidados: lo que nos han enseñado 50 años de ecofeminismos (y lo que nos falta)

Con el principio de solidaridad por delante, ambas luchas ponen de relieve cómo las mujeres son más vulnerables a los efectos de la crisis climática, por lo que ocupan un papel protagonista ante los desafíos ambientales.

Sentada ecofeminista en Toulouse (Francia), a 16 de septiembre de 2023.
Sentada ecofeminista en Toulouse (Francia), a 16 de septiembre de 2023. Alain Pitton / AFP

El ecofeminismo cumple 50 años. La feminista libertaria Françoise d'Eaubonne (París, 1920 - 2005) fue la encargada de acuñar este término en su obra El feminismo o la muerte, publicada en 1974. La solidaridad es intrínseca a los movimientos sociales que buscan avanzar en derechos y bienestar. ¿Pero qué tienen en común estas dos luchas? ¿Qué hemos aprendido? ¿Y qué nos queda por aprender?

Pese a la larga trayectoria de este concepto, "en España no lleva sonando tanto tiempo", señala a Público Gemma Teso, profesora de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense y coordinadora del Observatorio de la Comunicación del Cambio Climático.

Según la experta, los medios no suelen abordar la crisis climática desde una perspectiva de género, por lo que este término sigue siendo un gran desconocido. "Cuando se habla de ecofeminismo, la ciudadanía no entiende muy bien a qué se hace referencia. Hace falta hacer un trabajo de comunicación para que se comprenda bien el concepto".

La activista Martina di Paula, de Juventud por el Clima, coincide con Teso en que estos movimientos no llevan tanto tiempo en el discurso mediático. "Ha sido en los últimos años cuando ha empezado a haber un boom", declara a este diario. No obstante, reconoce la labor de autoras que cargan a sus espaldas una larga carrera en la defensa de estos ideales, como Vandana Shiva, Yayo Herrero o Alicia Puleo.

Entonces, ¿en qué consiste el ecofeminismo?

Si hoy podemos hablar de ecofeminismo –o ecofeminismos, ya que son un pensamiento dinámico y diverso– , es gracias a las "numerosas luchas a lo largo de tres generaciones de mujeres feministas contra una triple dominación: patriarcal, capitalista y colonial", explica a este medio Agnès Delage, representante de Rebelión Científica España e historiadora catedrática en la Universidad de Aix-Marsella.

Ambos movimientos se postulan contra la explotación humana y del medio ambiente. Los ecofeminismos entienden que estas formas de opresión tienen lugar en un sistema extractivista basado en el crecimiento continuo de la producción. De acuerdo con Delage, este concepto pone el foco en que la violencia que sufren las mujeres, las minorías, los animales y la naturaleza forman parte de toda una estructura social que hay que revertir.

Más allá de los dualismos

"La unión que surge con los ecofeminismos parte de una teoría y una práctica", indica Di Paula. Este prisma tiene en cuenta las opresiones compartidas, pero también pone en común los cuestionamientos en torno al sistema de opresión.

De esta manera, hay una vocación de superar las dicotomías, como "naturaleza-cultura, hombre-mujer, cuerpo-mente, emoción-razón y un largo etcétera", ilustra Di Paula. "Se trata de superar el carácter binario del pensamiento occidental y a la vez llevarlo a la práctica mediante el sostenimiento y cuidado de la vida".

"Los ecofeminismos actuales son mucho más que un mix de temas sobre ecología y feminismo: son una visión radicalmente diferente del mundo y de la vida, que actúa y construye desde lo que hace posible la propia vida", argumenta Delage.

Los ecofeminismos también sitúan a la mujer en una posición protagonista frente a los retos ambientales. "En la mayoría de países, son ellas las que están al frente de los cuidados, la familia y la economía doméstica", remarca Teso. En última instancia, esta mirada caleidoscópica pone de relieve un triste realidad: la crisis climática no afecta a todo el mundo por igual, y son las mujeres y los países del sur global los sujetos que salen más perjudicados.

Por este motivo, no es un pensamiento rígido y estanco, sino que más bien se compone de propuestas, según explica Di Paula. Se habla de ecofeminismos en plural porque permiten "pensar alternativas del presente que pongan la comunidad en el centro, los cuidados, la vinculación con el territorio y el cuerpo".

La interseccionalidad de las luchas

El principio de solidaridad y colaboración entre los diferentes movimientos sociales es lo que a menudo se denomina como "interseccionalidad". Esto es lo que hay detrás de tradicionales proclamas políticas como "La revolución será feminista o no será".

"No podemos hablar de ecofeminismos sin hablar de las históricas opresiones coloniales, de antirracismos o lucha de clase, entre otras muchas realidades que deben estar siempre presentes", subraya la de Juventud por el Clima.

"Existe una interseccionalidad de las luchas porque existe una interseccionalidad de las desigualdades", añade Teso en este sentido. La pobreza o las migraciones climáticas son también cuestiones que deben abordarse cuando hablamos de la crisis medioambiental, explica la coordinadora del Observatorio de la Comunicación del Cambio Climático.

Nuevas masculinidades: el próximo desafío

Aunque este término haya cumplido 50 años, todavía nos queda mucho por aprender. Delage identifica "un enorme punto ciego, especialmente en España": la relación entre el negacionismo climático y los hombres. "Los estudios demuestran que este fenómeno es mayoritariamente masculino", destaca la historiadora.

La catedrática recuerda cuando el Dúo Dinámico afirmó que el cambio climático era "el timo más universal jamás perpetrado", pero incide en que no se trata de una cuestión generacional. "Se está consolidando en la última década una identidad masculina antiecologista, machista y de extrema derecha", advierte.

"Tal vez sea este el reto actual del ecofeminismo: conectar y desarrollar luchas que promueven "nuevas masculinidades" para concretar culturalmente la alternativa a estas corrientes reaccionarias, machistas, xenófobas y negacionistas", concluye.

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